Durante la primera mitad de la década de los años setenta, en un ambiente de crispación por las secuelas de los acontecimientos del 2 de octubre de 1968 y 10 de junio de 1971, el movimiento social crecía en el mundo rural y en el sindicalismo. El debate dominante lo impusieron los hechos violentos reivindicados por distintos grupos guerrilleros que llamaban a fortalecer sus filas para transformar el país, su justificación mayor era que la vía pacífica estaba cerrada y el gobierno era de una naturaleza tal que las masas populares inermes siempre encontrarían respuestas violentas de su parte. En ese contexto, la dirección del Partido Comunista Mexicano (PCM) convocó a su Congreso Nacional, instancia máxima de decisión, que concluyó que lo que el país requería no era más sangre de sus hijos, sino una reforma política que abriera el camino de la participación electoral a todas las fuerzas políticas reales, y para potenciar esa demanda se dispusieron todos sus recursos y militantes para participar en el proceso electoral de 1976, con Valentín Campa, legendario dirigente comunista, como candidato sin registro legal a la presidencia de México. La campaña fue muy exitosa, tanto en términos políticos como organizativos, logrando la reforma demandada así como una ley de amnistía para los guerrilleros presos.
El proceso electoral federal intermedio de 1979 fue la ocasión para que el PCM lograra su registro y su primer grupo parlamentario. A partir de entonces ese mismo registro ha servido para que una parte importante de la izquierda canalice sus esfuerzos para formar ciudadanía, para mejorar mediante sucesivas reformas las normas de la competencia electoral y formar gobiernos tan importantes como los de la Ciudad de México y otras entidades. Es evidente que los avances relativos se han visto deformados en la práctica a partir del año 2000 por la falta de compromiso del PRI y del PAN con los principios democráticos, y por la convicción que comparten de hacer lo que sea necesario para evitar que la izquierda llegue al poder por la vía electoral. No obstante que los dirigentes de las izquierdas están conscientes de esa determinación política de los neoliberales desde 2006, en especial Andrés Manuel López Obrador ha decidido persistir en la vía pacífica, en la participación electoral, sin dejar de denunciar los atropellos de que ha sido víctima.
Por lo anterior es que ha causado mucho desconcierto la decisión anunciada por los dirigentes nacionales de Morena de que ante el despojo de su triunfo en la elección de ayuntamiento de junio pasado en el municipio de la capital del Estado, ese partido no participará con candidatos en la elección extraordinaria que se celebrará según la convocatoria de próxima publicación. Se anuncia que exigirán juicio político contra los integrantes de los órganos jurisdiccionales participantes y que se recurrirá a instancias internacionales, todo lo cual está bien y se puede llevar a cabo sin dejar de participar en el proceso electoral; lo contrario parece un castigo que se agrega al despojo sufrido por la planilla de Morena, que por cierto mantiene muy alta intensión de voto en la capital. De mantenerse la decisión estará servida la mesa para la incursión de otros actores, incluidos los independientes.