La mañana del jueves 8 de diciembre de 2011 subió a la tribuna de la Cámara de Diputados, de la Legislatura del estado de Zacatecas, el diputado Osvaldo Contreras Vázquez, del PAN, para defender la iniciativa de ley con la que pretendía reformar la Ley Orgánica de la UAZ. La reforma consistía en abolir el voto ponderado por sector que contempla la citada ley en su artículo 12, para volverlo no ponderado. El dictamen emitido por la Comisión Legislativa de Educación se había pronunciado en contra de la reforma para “salvaguardar la autonomía universitaria”. Al fin, fueron 20 votos a favor del dictamen de la comisión referida, y se desechó la iniciativa. Meses antes, alrededor del 20 de septiembre de 2011, Francisco Javier Domínguez Garay, a la sazón rector de la UAZ, había dicho en una conferencia dictada en Durango que el lamentable y censurable caso de la UJED se buscaba repetir en Zacatecas a través de fracciones o legisladores que proponen de manera unilateral y autoritaria reformas a la Ley Orgánica. Ya desde el 18 de marzo del mismo año había declarado que la propuesta del diputado Contreras no merecía comentario porque “creo que no es ni una iniciativa”, y aseguró que “nosotros creemos que el (voto) ponderado es adecuado”.
El rector olvidaba, o fingía que olvidaba, que en el año 2000, al final del Foro Integral de Reforma Universitaria, se habían plebiscitado los diferendos surgidos durante el transcurso de las discusiones del Foro. Uno de esos diferendos era, precisamente, si el voto para elegir las autoridades universitarias debía ser o no ponderado. El resultado del plebiscito arrojó que una abrumadora mayoría de universitarios, sin duda entre ellos Osvaldo Contreras Vázquez, en aquel entonces estudiante de Derecho, habían decidido que el voto debía ser no ponderado. Y con esa premisa se realizó la elección de rector del año 2000. Por lo tanto el “nosotros” al que remite el discurso del rector Domínguez no se hace eco de la comunidad universitaria, sino acaso de una pequeña fracción de la misma (¿acaso una pequeña fracción del PT identificada con José Narro Céspedes?). La propuesta del diputado Contreras era, sin embargo, la vindicación de una posición que históricamente ha sido terreno de la izquierda, mientras que el rechazo que el rector y los diputados de “izquierda” hicieron de la misma, pretextando la defensa de la autonomía, es uno de los muchos baluartes históricos de la derecha cavernaria. Esta confusión de roles es el síntoma que percibe Zizek (en número del 16 de julio de 2015 del London Review of Books) cuando afirma que “….cualquiera puede ser un socialista hoy, incluso Bill Gates” para delatar que las posiciones políticas, al neutralizar su contenido ideológico -en particular “la lucha de clases”- se vuelven indiferentes ante lo real, proclamando su irrelevancia. Es así que la iniciativa del diputado Contreras, con todo lo que la falaz, típica y socorrida teoría de la conspiración a la que son adictos muchos universitarios (“esa iniciativa es una conjura de la derecha para desestabilizar la UAZ”) pueda tener de cierta, portaba en sí los pocos ideales libertarios que contenía el Foro de Reforma.
Porque la universidad está cruzada de antagonismos que se resuelven por la fuerza, y se mantiene en ella un orden que responde a los intereses de los que la dominan, estando el centro de su dominio en el control de los académicos mediante la proliferación de corruptelas, privilegios, amenazas, castigos, premios. En ella se subordinó el trabajo académico al político con el proyecto de “Universidad Partido” del PT, y se fetichizó el discurso democrático porque en los hechos se procedió a la corporativización de los académicos, sobre todo en las unidades más grandes. Somos democráticos, sí, pero los líderes son intocables. Uno de los elementos que dan valor a esa corporativización es el peso que tiene el sector de académicos en relación a los demás sectores, que son reducidos a la casi nulidad –el sector de trabajadores- o a la perpetua tutela –el sector de estudiantes-. Si se quita la ponderación los atractivos de la corporativización se reducen porque tenerla no permitiría determinar el resultado de las elecciones. Se podría argumentar que quitarla implicaría tratar de corporativizar a los estudiantes. Cierto, los grupos políticos tratarían de corporativizarlos, pero hacerlo es mucho más caro, requiere más trabajo y los estudiantes son más inciertos que los académicos. En suma, la incertidumbre crecería, los amarres se aflojarían y una cierta liberación podría invadirnos. Recientemente una nueva iniciativa ha sido propuesta en la Legislatura del estado por parte de un ex miembro del PT cercano a José Narro y actualmente con membresía en el PRD –donde ahora milita Narro-. Las vestiduras de los universitarios no se han rasgado, la autonomía no ha sido invocada para desechar a priori ese intento, el trasfondo político apenas ha sido mencionado por el líder del Spauaz. Pero eso se discutirá en el siguiente artículo. ■