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martes, 22 abril, 2025
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Engaños, abusos y condiciones infrahumanas, la realidad de jornaleros agrícolas en El Mineral

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Por: ALMA ALEJANDRA TAPIA • Araceli Rodarte •

■ Una especie de esclavitud moderna es la que padecen en esta entidad indígenas de varias etnias

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■ En reducidas viviendas sin luz ni agua potable, subsisten “a frijol y tortilla” hasta 20 personas

En pleno siglo 21, para ganarse el dinero en campos agrícolas de Zacatecas hay todavía una diferencia entre ser mestizo o indígena. Por una misma jornada laboral, los huicholes, zapotecos, purépechas y de nueve pueblos más, cobran hasta la mitad  del salario de un mestizo de la región; es decir, el indígena percibe un promedio de 70 a 80 pesos diarios, a diferencia de otro jornalero que gana 150 pesos. Por ser de una etnia, no se tiene seguridad social ni prestaciones de ley.

Ante la apremiante necesidad de subsistir, desde hace una década, cada mes de mayo llegan a Zacatecas poco más de 6 mil indígenas de provenientes de 16 estados del país, para trabajar hasta el mes de agosto como jornaleros agrícolas en los campos de hortalizas de Fresnillo mayoritariamente, en menor medida, a Villa de Cos, Ojocaliente y Loreto.

En comunidades de Fresnillo como Río Florido, San Gabriel, El Salto, San José de Lourdes entre otras, les pagan entre 1.50 y tres pesos por cada bote de 20 litros que logren recolectar con tomate u otra hortaliza. El promedio de su jornada de ocho horas diarias está entre los 70 y 80 pesos, cuando hay suerte llegan a los 120 y rara vez a los 150 pesos.

La mayoría de las ocasiones, con la complicidad de la autoridad, una especie de esclavitud moderna es  la que padecen en esta entidad mixtecos, huicholes, tepehuanos, tlapanecos, purépechas, otomís, zapotecos, mayos, mixtecos, guarijios y xontales, quienes por el hecho de ser indígenas y algunos no hablar español, ganan la mitad de lo que un jornalero mestizo.

En 2014, la diferencia entre ser indígena o no, marca la diferencia para ser contratado con las prestaciones de ley. Aunque la Secretaría del Trabajo y Previsión Social (STPS) detalla que sólo tres por ciento de los trabajadores del campo tienen esos beneficios.

Ante la precariedad del pago semanal de los indígenas, niños de hasta seis años se deben sumar a la nómina del productor. Durante su estancia de tres meses en Zacatecas, los trabajadores deben rentar una casa donde cohabitan hasta con 20 o 30 personas; en un mismo cuarto de pocos metros cuadrados llegan a dormir entre 10 y 16 de ellos, según lo relatan, Norma Pacheco y Manda Hidalgo.

Ellas son dos de los miles de protagonistas del fenómeno migratorio, que apenas la semana pasada arribaron a Río Florido (a 20 minutos de la cabecera de Fresnillo), principal receptor, ya que se llegan a congregar hasta 4 mil migrantes en esa comunidad que tiene una población oriunda similar.

Por la vivienda los indígenas pagan un promedio de 100 pesos semanales cada uno, incluidos los menores. Cuando hay suerte y llegan los primeros días del inicio de la temporada (mayo), pueden encontrar inmuebles con los servicios básicos de agua, luz eléctrica y drenaje. Están quienes deben bañarse en las aguas con que riegan las hortalizas, además defecan al aire libre. Las casas arrendadas en Río Florido están en obra negra, algunas con techos o paredes de lámina y madera.

“El lunes que llegamos una señora nos rentaba un cuarto bien feo, con algunas partes de lámina, había que meter a nuestras niñas vaya a saber con qué gente y borrachos, de pilón dormir con 20 más, nos ofrecían un metro a cada uno, yo le dije a la doña: oiga pos ni que fuéramos marranos”, relata Manda Hidalgo, originaria de Puebla y está recién llegada de Sinaloa donde ya concluyó la temporada de trabajo.

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Este año tuvo suerte, según considera, ya que encontró en Río Florido una vivienda que comparte con la familia de Norma Pacheco y José Velázquez, originarios de Veracruz. Entre ellos suman 10 personas, seis son niños. Con 100 pesos semanales por cada uno, tendrán dos cuartos donde vivir.

La casa está en obra negra, una parte sin ventanas, tiene un baño, el servicio de luz y agua. Ya sólo les falta el trabajo porque llegaron sin algo seguro, en tanto, a frijoles y tortillas y a estirar los ahorros que pudieron hacer en Sinaloa, donde les pagaban a 3.50 pesos por cada bote llenado con tomates.

Cuentan que allá es más fácil encontrar una casa familiar: “la verdad que en Sinaloa sí hay mejores condiciones y no se debe vivir con tanto desconocido”, dice Manda.

Según datos del investigador de la Unidad Académica de Economía de la UAZ, Rigoberto Jiménez Díaz, quien hiciera su tesis doctoral sobre los jornaleros agrícolas migrantes de la región hortícola de Zacatecas, a Río Florido, San Gabriel, El Salto y Chaparrosa en Villa de Cos, 57 por ciento de los migrantes son familias nucleares (padre, madre e hijos); 25 por ciento familias extensas (algún miembro se queda en su lugar de origen); 11 por ciento son grupos migratorios sin parentesco, y sólo 7 por ciento lo hacen individualmente.

Algunos ya llegan contratados por “enganchadores”, los más, lo hacen a la aventura al saber que hay trabajo. Los productores y empresarios  son desconocidos en la mayoría de los casos, incluso por la STPS, quien en los últimos años no ha emitido sanciones a las empresas por las precarias condiciones laborales que ofrecen a sus empleados.

El delegado del trabajo, Gilberto Zapata Frayre justifica no conocer el domicilio fiscal de los dueños de las millonarias producciones de chile, cebolla, tomate rojo y tomate verde que son vendidos desde Zacatecas al mercado interno y externo.

Héctor Zamudio Cortés, egresado de la maestría en Ciencias Sociales de la UAZ, asegura que los dueños de las tierras las rentan a multinacionales; es decir, empresas como Del Valle, Catsup y otras, de modo que los jornaleros migrantes únicamente son contratados por un “enganchador”.

 

70 pesos diarios; condiciones sociodemográficas

El académico Rigoberto Jiménez detalla en entrevista que tras trabajo de campo, pudo encontrar que en 2008 se cosecharon 162 mil 363  toneladas de hortalizas, tan sólo en los campos de Fresnillo y Villa de Cos, producción, con ganancias millonarias que en gran medida se dan por el precario pago a los jornaleros, quienes tienen un promedio de edad de 19.7 años en los hombres y 18.7, las mujeres. Es decir, 56.3 por ciento de la población tiene hasta 18 años; 36.2 por ciento, entre 19 y 40 años, y 7.5 por ciento es mayor a los 41 años.

Aunque los productores, las familias e incluso la autoridad lo niegan, el trabajo infantil es común, dice el economista Rigoberto Jiménez, pues hasta 62 por ciento de los menores de entre seis y 14 años de una familia, deben contribuir al sustento económico.

El promedio de hijos de una pareja indígena jornalera es de 4.6. Los jornaleros mestizos tienen 2.8. La desnutrición es lo usual en los grupos étnicos, y los matrimonios mayoritariamente son de jóvenes menores de edad, agrega. Algunos niños carecen de identidad al migrar toda su vida al lado de sus padres.

En el país son ocho los estados que tienen más presencia de jornaleros en distintas épocas del año, algunos son Sinaloa, Nayarit, Sonora, Guanajuato y Zacatecas, de los que llegan aquí, 42 por ciento ya tiene experiencia hasta de seis años.

El docente de la UAZ, e incluso la propia Norma Pacheco, detallan que el ingreso promedio de un jornalero es de 70 o 80 pesos diarios, debido a que la mayoría de ellos viven en familia, el ingreso varía en relación al número de integrantes, una nuclear (padre-madre y 4.5 hijos) llega a los 280 pesos diarios o mil 344 semanales, la mitad lo gastan en renta ya sea de casas, bodegas o corrales.

Por contraste, el delegado de la STPS dice que a los jornaleros agrícolas sí les pagan más o menos bien, algunos hasta 300 pesos el día, tenemos entendido.

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Hasta dos años de escolaridad; condiciones lingüísticas

Con información de Jiménez, el promedio de escolaridad de los grupos indígenas es muy bajo. Para los zapotecos son tres años; tlalpanecos 2.5; mixtecos 2.2 y nahuas dos años. En los niños de entre tres y 14 años que son un 31.6 por ciento del total de la población, 56 por ciento no ha asistido a la escuela en el último año, la gran mayoría porque refieren, no tuvieron la oportunidad.

Además, del total de los niños indígenas que llegan a Zacatecas, 78 por ciento habla y entiende el español, 22 por ciento no lo hace. También 22 por ciento de las mujeres sólo se comunica y entiende en su lengua indígena, el porcentaje de los hombres es de sólo tres por ciento.

Discriminación, sin acceso a servicios de salud y 7 muertes infantiles

En Río Florido, donde llegan de mayo a agosto hasta 4 mil indígenas a quienes la gente los generaliza como “huicholitos”, no siempre se les garantiza el trabajo por el elevado número de jornaleros, a quienes a decir de Enrique Reyes Guillen, ex delegado de la comunidad, los pobladores oriundos de ese sitio muchas de las veces han pedido que ya no se les deje pasar y están inconformes con su llegada, porque “son muy dados al alcohol”.

Aseguró que el estilo de vida de los indígenas a veces es cerrado a su cultura; muchos de quienes tienen sanitario en las casas, prefieren no usarlo, se niegan a registrar a sus hijos, hay gente que cuando se enferma que no permite que los atiendan. Recordó que el año pasado una señora se les peló con su niño enfermo.

Cuando él fue delegado de Río Florido todavía hace un año, dijo que trató de registrar a los niños sin acta, pero muchos no aceptaron, porque tienen miedo. Reyes Guillen también habla de la importancia de no rentar una misma casa a los de Guerrero con los de Michoacán o de diferentes estados porque hay problemas entre ellos.

Asegura que en algunas ocasiones, los enganchadores se lleven jornaleros en un camión a llenar jaulas de tomatillo, pero a la hora de terminar el trabajo nadie supo quién fue y no se les paga, hay dueños de camiones que hasta trabajan con papeles falsos.

Como ciudadano de Río Florido y arrendatario de una casa, pide que la Comisión de Derechos Humanos del Estado de Zacatecas (CDHEZ) y la STPS intervengan, para que se den cuenta de la realidad, porque hay gente que se ha llegado a quedar a dormir en la calle unos días, además el año pasado murieron siete niños por reflujo.

Reyes relata que al percatarse de la recurrencia de las muertes infantiles en 2013, solicitó a los SSZ y la Procuraduría de Justicia a que investigaran para descartar un virus, sin embargo se dieron cuenta que morían de reflujo, porque las madres les daban de comer, se iban a trabajar y los bebés se ahogaron.

Si bien los SSZ han llevado a la zona jornalera campañas de salud y de vacunación, lo hacen por las mañanas, horario laboral de los indígenas y por ende no asisten. El ex delegado comenta que durante su gestión solicitó en Zacatecas que los servicios fueran en las tardes, pero no se quiso.

En la clínica de salud que hay en Río Florido sólo hay médico familiar y para todo le dan a uno paracetamol, cuando el ex delegado, considera, urge por lo menos un ginecólogo porque muchas mujeres de edades de hasta 11 y 14 años dan a luz, y sin mayores cuidados a los dos días se van a trabajar, de lo contrario perderán su salario.

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Norma Pacheco y Manda Hidalgo

La historia de Norma Pacheco Segura y Manda Hidalgo, jóvenes madres de familia son una muestra clara de la cruda realidad que padecen los jornaleros indígenas en Zacatecas. Norma tiene 32 años, cuatro hijos y desde sus 11 años de edad se la ha pasado migrado a los campos del país donde hay trabajo en la pizca, es difícil la vida y hay que buscarle porque los niños quieren comer.

La jornada laboral de Norma originaria de Veracruz no es fija; todo depende del flujo de trabajadores. Su salario es para comer, pagar renta y guardar poquito para cuando se llega el tiempo de irse a otro lado, para ir con el doctor también se tiene que prever.

Poblana, Manda de 28 años llegó a Zacatecas directa de Sinaloa, también es una madre de familia que desde muy joven migra todo el año y así lo seguirá haciendo.

 

¿Y las instituciones; esclavitud moderna?

Ante esos escenarios, es que el ex delegado y los académicos estudiosos de ese tema, Héctor Zamudio y Rigoberto Jiménez se preguntan dónde están las autoridades y por qué abandonan y dejan en la indefensión social y laboral a esas personas.

Zamudio, originario de Fresnillo, lamenta que las autoridades no tengan ojos para ese sector agrícola y no exigen el cumplimiento de obligaciones de los patrones hacia los trabajadores,

Ha visto como jornaleros que no encuentran una casa se quedan hasta en túneles de los invernaderos, desde donde se crean focos de infección y pese a ello, ni siquiera el municipio  envían más camiones recolectores de basura que sería un servicio mínimo o cuando menos repartir cal para tapar las heces fecales.

También los conflictos sociales son recurrentes, Zamudio aludió a hace dos años, cuando una persona fue asesinado por los jornaleros, debido a que los jóvenes espiaban a sus mujeres cuando se bañaban en las aguas de riego.

El delegado de la STPS asegura que los SSZ, la Seduzac, Sedesol y otros atienden a la población para vacunarlos, darles albergue a algunos y que los niños vayan a la escuela, sin embargo, por lo menos en Río Florido no ha sido así, coinciden varios actores.

Ante las carencias, tanto el maestro en ciencias sociales Héctor Zamudio, como el economista, Gilberto Jiménez coincidieron en denominar las condiciones de los jornaleros indígenas como una esclavitud moderna.

Se nos hace espantoso hablar de esclavitud, pero es la realidad, mientras que las autoridades son cómplices al tolerar, quizás sean las grandes empresas quienes frenan al gobierno para que intervenga, porque si lo hacen se van y dejan sin trabajo a la gente de las comunidades, agregó Zamudio.

En tanto, Jiménez opina que el fenómeno de la migración jornalera es algo de lo que nadie quiere responsabilizarse y si bien existe en el país un programa gubernamental para exigir a los productores que les den condiciones mínimas de trabajo, no opera en Zacatecas.

De modo que aquí, por increíble que pareciera, ser indígena marca la diferencia entre ganar mejor y estar protegidos por la ley  o estar en el abandono.

 

STPS no tiene a quién exigir mejores condiciones

A pesar del trabajo infantil, las precarias condiciones laborales, la carencia de prestaciones de ley y seguridad social, la STPS la mayoría de las veces desconoce los datos precisos del patrón, por el hermetismo que hay, ya que saben que una vez entrando a revisar la Secretaría, serán sujetos de sanción igual que cualquier giro económico, tenemos por tanto un asunto escurridizo porque quienes contratan no dan información precisa, comenta el delegado, Gilberto Zapata.

Aunque en cierta medida justificó que hay poca colaboración de las autoridades locales y comunitarias, quienes no fluyen la información oportuna. Se hace por tanto el esfuerzo para cruzar datos y de esa forma poder actuar.

La reciente reforma laboral, establece multas que van de los 250 a los mil salarios mínimos y prisión de uno a cuatro años a las empresas contraten niños fuera del entorno familiar. Nosotros promovemos que los patrones se puedan disuadir de ocupar a menores de 14 años, sin embargo, a la fecha ninguna en Fresnillo ha obtenido el distinto de Empresa Agrícola Libre de Trabajo Infantil y que se sujete a las prestaciones de ley, puesto que eso es voluntario.

Anteriormente, agrega, la secretaría realizaba jornadas de difusión sobre los derechos de los trabajadores, estamos al pendiente de que esto se vaya regularizando cada vez más.

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Jornaleros mestizos

En los campos de Fresnillo también son comunes los jornaleros mestizos originarios de Zacatecas, aunque muchos de ellos a diferencia del indígena, tienen seguridad social y un salario fijo de 150 pesos diarios.

María Castillo García, de 25 años y madre de tres hijos, originaria de Sain Alto trabaja para la empresa fresnillense de Los Rancheros, la cual generalmente no contrata migrantes. María entra a las 7 horas y sale a las 16 horas, hay un camión que la recoge y la regresa a su casa, por lo que no tiene necesidad de arrendar.

A ella como a José de Jesús Flores de 26 años, también jornalero de Sain Alto le parece muy pesado su trabajo, sin embargo, están conscientes de que no hay más opciones y su futuro es continuar ahí.

Durante sus horas de trabajo, su jefa, una mujer que le dicen la güera les cuida para que cumplan con las tareas asignadas, vigila además que no digan malas palabras, de lo contrario serán sancionados y no les pagan el día. A la güera le deben pedir permiso para ir al baño y tomar agua, se les prohíbe ir con celular y las féminas no deben tener uñas pintadas ni portar aretes, sino se les suspenderá.

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