El problema radical, en el sentido de “ir a la raíz”, “hasta el fondo”, de cualquier movimiento de huelga en una universidad es su profundo desprecio por el significado de la institución educativa. Esta representa un triunfo contra las ideologías políticas porque se asume como una comunidad que, entre otras cosas, busca la verdad como “ideal regulativo”. Esto implica la crítica, la discusión abierta de los problemas y el rechazo de aquello que no convence por estar mal argumentado, por imponerse como dogma, por responder a las necesidades del “verticalismo” partidista. Por otro lado, una organización política, y un sindicato lo es (en la tradición marxista estructuralista es un “aparato ideológico del Estado”) ha de plegarse a una “línea central”, a la dirección de un líder o un grupo de mando. Por tanto, nada más ajeno a la idea de universidad que un sindicato, pues este está obligado a simular o buscar unidad, aunque no la tenga y no la pueda tener. Incluso el Sindicato del Personal Académico de la Universidad Autónoma de Zacatecas (SPAUAZ) en sus principios básicos vindica la necesidad de la crítica pues en estos establece que las minorías pueden en todo momento tratar de convencer de su punto de vista a las mayorías. Sin embargo, con el comité ejecutivo que entró en funciones en mayo del año 2023 se recrudeció una tendencia ínsita a las organizaciones políticas: la persecución de disidentes. Para nadie es un secreto, y mucho menos para el grupo de asesores de la Dra. Jenny González Arenas, que el SPAUAZ está desorganizado. Los grupos universitarios logran aglutinar una parte de los agremiados, pero alrededor de un tercio queda fuera. ¿Qué significa, en términos políticos, esa situación? Relacionado al sindicato implica la atomización del gremio, que es el elemento clave para la implantación de la “polarización” tanto en el discurso como en lo operativo. Tal estrategia separa a los “míos” de los “tuyos” y en el SPAUAZ asume la forma de los “apatronados” contra los “sindicalistas”. Si se quieren utilizar palabras fatales se puede decir que el advenimiento del comité ejecutivo 2023-2026 inició un periodo “fascista” en el sindicato. Por lo regular la palabra “fascista” significa “una ideología que enfatiza la nación, la raza o alguna distinción particular de un grupo como “comunidad orgánica” que trasciende toda otra lealtad y enfatiza una fantasía de renacimiento tras un periodo de oscuridad”. No otra cosa se observa en el tipo de organización que pretende la presente dirigencia del SPAUAZ. Para estas personas sólo quienes aceptan sus ideas son sindicalistas, cualquier crítica se tacha de “apatronamiento”, cualquier desviación de la “lealtad” hacia esos líderes es “apatronamiento”. Inventan su “comunidad orgánica” para la que exigen lealtad, y quien no la tenga: queda fuera del padrón, no recibe prestamos de la fundación, no puede solicitar informes acerca del manejo de su dinero, es víctima de burlas y golpes. Por ende, es figura que mencionan en sus alegatos: el “sindicato” es, no una pluralidad de personas, grupos e ideas, sino un simulacro “racializado” del conjunto de los sindicalizados. Y por tanto es un obstáculo para la defensa efectiva de derechos de los docentes, a la vez que oculta la violencia y beligerancia extrema contra las expresiones críticas. Una respuesta a ese clima violento y corrompido es la aparición de las “Delegaciones sindicales democráticas” como forma de organización para la defensa de los derechos de los sindicalizados no ante el patrón, sino ante el sindicato mismo. Uno de los puntos extremos de la política fascista de la dirigencia del SPAUAZ es la huelga que concluyó el día jueves 13 de marzo de 2025. Los números con los que se levantó la huelga muestran el fracaso de una política sindical. Por un lado, no pudieron confrontar a la universidad con el gobierno del Estado, y por el otro, la dispersión de la base de agremiados comenzó a minar la capacidad de sostener una huelga. Sí, dicen que “estamos fuertes y podemos continuar”, pero no se vio, no se refrendó esa supuesta fortaleza, esa tal unidad predicada. Por el contrario, hubo menos votos a la hora de levantar que al momento de definir el estallamiento. ¿Por qué alrededor de 300 docentes no acudieron a votar y otros tantos se sumaron a quienes no querían huelga desde el principio? Si estaban insatisfechos con los ofrecimientos patronales lo coherente era continuar la huelga, ir a votar por no levantarla. Sin embargo, no fue así. ¿Explicación? Lo natural: se dejó de creer en la capacidad de la dirigencia de proveer soluciones a los problemas. Si se leyó la declaratoria de huelga como una “pérdida de credibilidad” en el rector, el levantamiento señala la presencia ineludible de un desencanto con una conducción que pasó de errática y equivoca a suicida. Si durante la huelga no se logró presionar lo suficiente para reinstaurar ciertas prestaciones, fuera del ambiente de huelga es una mentira vil decir que se va a conseguir. O que ya se consiguió. A los agremiados no se les derrotó, pues por el solo hecho de estar desorganizados carecen de medios para siquiera disputar sus posiciones. Fueron derrotados otros. Quienes como prometen una cosa prometen otra.
El SPAUAZ en su laberinto. El millón de pesos.
