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jueves, 28 marzo, 2024
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La pandemia acarreó problemas de salud por el sedentarismo, como el aumento de peso

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Por: MARTÍN CATALÁN LERMA •

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■ Tercera y última parte

■ Con la educación en línea noté que me dolían los ojos y había malestares físicos como dolores de espalda, de cuello, pero nada severo: Sofía Arellano Chávez, estudiante de Artes

■ El estudiante transfiere el cansancio y desgaste a su familia, principalmente porque se desvela en exceso y afecta la dinámica de los papás o mamás: Federico Guzmán López

■ En mi casa hay dos docentes y dos personas que toman clases; la búsqueda de espacios propios se volvió algo complicado: Felipe Ángeles, estudiante de la BUAZ

■ “Ha pasado un año y ya veo a los maestros cansados y desmotivados y últimamente, en este semestre, es cuando se ha notado más”

■ Independientemente de la modalidad de educación a distancia, “los docentes estamos mayormente expuestos a sufrir desgaste, cansancio emocional y estrés laboral”: Sonia Villagrán, investigadora

 

La pandemia por Covid-19 implicó medidas restrictivas en todos los espacios de recreación y convivencia social, entre ellos todos los espacios deportivos o donde, de alguna manera u otra, las personas o las familias podían realizar actividades de esparcimiento.

En marzo de 2020, las autoridades a nivel federal y estatal llamaron a una “cuarentena” a la ciudadanía, evitar lo más posible que la población saliera de casa y así evitar la propagación del virus.

Durante varios meses, entonces, las personas se vieron imposibilitadas para llevar a cabo las actividades cotidianas que realizaban para ejercitarse o recrearse, desde caminar para acudir a algún lugar, hasta practicar alguna diciplina deportiva. En consecuencia, se presentaron o se acentuaron problemas de salud físicos por el sedentarismo, entre ellos el más común, el incremento de peso.

Felipe Ángeles, estudiante de la BUAZ, expone que “afortunadamente, no he tenido problemas de salud y en mi familia no ha habido contagios, pero no por ello significa que todos los estudiantes estén a salvo. He sabido de compañeros que se han contagiado y con otros problemas derivados del sedentarismo. Por ejemplo, muchos me han dicho que han subido de peso y que han tenido problemas por estar sentados tanto tiempo”.

“En mi caso yo no he tenido problemas en este sentido, pero quiero pienso que sí ha provocado muchos problemas de salud en los jóvenes como subir de peso o no poder dormir bien”.

Por su parte, Sofía Arellano Chávez, estudiante de Artes, comenta que “con la educación en línea noté que me dolían los ojos y había malestares físicos como dolores de espalda, de cuello, pero nada severo. En el caso de mis compañeros sí me han comentado problemas por el sedentarismo, de que subieron de peso”.

“Todos buscamos
nuestro espacio”:
el desgaste en la
dinámica familiar
La dinámica familiar se encuentra en situación de vulnerabilidad, por el temor o riesgo latente de ser contagiado por el Covid-19 o por la pérdida de empleos y de fuentes de ingresos de los padres y madres de familia; o en el peor de los casos, cuando ya se registraron casos de estudiantes contagiados de Covid-19 o alguno de sus familiares en su hogar, o que incluso ya hayan tenido pérdida de vidas humanas de familiares a consecuencia de dicha enfermedad.

De acuerdo con el académico Federico Guzmán López, a lo anterior se le suma el hecho de que el estudiante transfiere el cansancio y desgaste a su familia, principalmente porque los estudiantes que se desvelan en exceso afectan la dinámica familiar de los papás o mamás que al día siguiente tienen que salir a trabajar.

“Sobre todo, como sociedad deberíamos ser sensibles, acerca de lo que está pasando con la triple jornada de las madres jefas de familia, me refiero al caso de aquellas mujeres que: 1. Salen a trabajar, 2. Regresan a las labores cotidianas del hogar y 3. Ayudan o supervisan las tareas de sus hijos estudiantes”, añade.

En este punto, Felipe expone que “es un punto clave. En mi casa hay dos docentes y dos personas que toman clases, mi hermana y yo. Entonces, la búsqueda de espacios propios se volvió algo complicado”.

“En los primeros meses de la pandemia me pasó que era bien chido encontrarse con la familia, platicar, juegos de mesa, pero pasó el tiempo y ahora cada uno busca su espacio. Eso modifica totalmente la dinámica familiar e impacta en cómo estás”.

“Antes había horarios establecidos. Por ejemplo, para trabajar era de 10 a 3, y entonces de 3 a 5 era la comida, pero ahora ya no existe eso y cada quién come y al mismo tiempo está trabajando o haciendo algo”, expuso.

En el caso de Sofía, “la dinámica en mi familia cambió mucho. Mi papá estaba acostumbrado a poner música y ahorita le dio que no lo haga porque entraré en clase. Es decir, limitamos las cosas que a ellos les gustaba hacer por nosotros estar en clases”.

“También sucede que mi hermana y yo estamos en la mesa y estamos con la computadora o con el celular y mi mamá se molesta porque estamos demasiado tiempo en los dispositivos, pero nuestra vida ya es así”.

“Además, no nos queda mucho tiempo para cumplir con ciertas responsabilidades y mi mamá debe hacer más cosas de las que a ella le toca. Eso lo hemos platicado mi hermana y yo y nos genera un poco de culpa no poder cumplir con todo”.

“No estaban preparados
para esto”: transferencia
de cansancio y saturación
de los profesores a
los estudiantes
La transición de los procesos de enseñanza y aprendizaje presenciales a la educación virtual y a distancia no fue sencilla y las autoridades modificaron y crearon contenidos de educación básica para ser impartidos mediante clases en línea o televisión y, para las regiones donde no hay accesibilidad a la tecnología, distribución de cuadernillos.

En la educación media superior y superior, los subsistemas e instituciones definieron esquemas de trabajo a distancia o de manera virtual, lo que implicó una ardua labor del docente para convertir los contenidos de sus asignaturas a estas nuevas modalidades.

Sin embargo, la adaptación del docente a la educación a distancia y virtual no fue homogénea, algunos lo hicieron más rápido que otros, y paulatinamente derivó en un desgaste y cansancio que transfirió a los alumnos.

Felipe comenta que en los últimos meses con clases en línea, “se nota que los alumnos estamos cada vez más cansados por este exceso de trabajo y no nada más por el exceso de trabajo, sino también por falta de motivación, por ver a los profesores también agotados”.

“Se puede entender que ellos no estaban preparados para algo así, pero te hace entrar en una dinámica donde no ves motivación de la otra parte, donde ves que la otra parte está venida a menos y tú también lo recibes porque a fin de cuentas es tu maestro”.

“Tengo un par de maestras que a mí me parecen las mejores que he tenido, pero ahorita las veo cansadas y eso también hace que uno no sienta la misma motivación. No es por echarles la culpa, sino que es parte de cómo son las cosas y de cómo ha hecho que la educación venga a menos”.

Por su parte, Sofía expone: “he comentado el ejemplo de una maestra y no es por denostarla, pero este semestre hubo ocasiones en que lloró en clase. De pronto estaba hablando de manzanas y al minuto de cocodrilos; de pronto no conectaba sus ideas y llegó al punto en que lloró frente a nosotros y nos decía que se sentía mal”.

“Cada que yo terminaba con esa clase salía emocionalmente mal por ver a mi maestra así, pero también por el hecho de que cuestionar cómo me estaba formando una persona que la estaba pasando mal”.

“Ver a mis maestros que tenían familiares que estaban falleciendo por Covid, o que estaban contagiados, además del trabajo a distancia, también impactó en nosotros porque dejaban de darnos clases o se sentían mal o solo dejaban más trabajo solo para cumplir con su trabajo”.

“Ha pasado un año y ya veo a los maestros cansados y desmotivados y últimamente, en este semestre, es cuando se ha notado más, al grado de que algunos se han deslindado de sus responsabilidades y avisaron que habría clase una vez cada 15 días”, enfatizó.

Desde la perspectiva del secretario académico de la BUAZ, Hans Hiram Pacheco García, el mayor impacto de la educación a distancia se presentó en el proceso de enseñanza y aprendizaje, en específico en el rubro de la convivencia social.

“Estamos convencidos que la universidad, como cualquier otro espacio educativo, no solamente tiene el objetivo de transmitir un conocimiento o la formación de un recurso humano, sino también crear ciudadanía, lazo social y sujetos que puedan trabajar y convivir en equipo”.

Si la educación fuera un asunto de transmitir conocimiento, explicó, al alumno se le puede mandar material y desde su casa y, aislado, podría trabajar, aprender y obtener conocimiento, pero se descuidaría la convivencia social que es una de las características de la vida universitaria.

“Lo que quiero decir es que es necesaria la interacción y la convivencia social porque es uno de los objetivos de la educación, pero no solamente por una cuestión de crear una civilidad, sino también de lo que tiene que ver con la multidisciplina que es a lo que aspira el Plan de Desarrollo Institucional de la BUAZ”, agregó.

Entonces, Pacheco García dijo que el principal rubro en que la educación a distancia ha afectado a los estudiantes es que no tienen convivencia, que no pueden interactuar, lo cual es importante no por un asunto de socialización, sino porque es necesario en su formación como ciudadanos.

El docente frente a la
educación a distancia: el
desgaste y estrés aumentó
10% en la pandemia
La educación a distancia tuvo un impacto desfavorable en todos los niveles educativos y, desde la perspectiva docente, también ha provocado un desgaste físico, mental y emocional, al grado que ha derivado en más casos del Síndrome de Burnout o “Síndrome del Trabajador Quemado” que hace referencia a la cronificación del estrés laboral.

Sonia Villagrán Rueda, investigadora de la Unidad Académica de Psicología de la Benemérita Universidad Autónoma de Zacatecas (BUAZ), expone que, independientemente de la modalidad de educación a distancia, “los docentes estamos mayor expuestos a sufrir este desgaste, cansancio emocional y estrés laboral debido a que tenemos mayor trato con diferentes personalidades al trabajar con tantos estudiantes”.

“En el semestre pasado yo atendí 165 estudiantes en clases, asesorías y demás, pero antes de la pandemia ya había ese desgaste y la actividad docente ya estaba catalogada como una de las principales ocupaciones afectadas por el Síndrome de Burnout”.

Luego de iniciarse la pandemia, informa que han surgido investigaciones que han demostrado que ese desgaste emocional ha aumentado un 10 por ciento en todos los niveles, desde educación básica hasta superior.

En el nivel superior, la actividad docente no solamente implica impartir clases, sino también cumplir con la figura de investigador, lo que contempla asesorar productos terminales para la obtención de grado, entre otras actividades.

Con la implementación de la educación en línea y a distancia, Villagrán Rueda dice que los docentes no fueron eximidos de cumplir con la impartición de clases, con la formación de recursos humanos, con la gestión académica para la acreditación o reestructuración de programas académicos, con la investigación y con la vinculación social mediante talleres o conferencias.
“¿Cómo podemos descubrir cuando una persona sufre el Síndrome del Trabajador Quemado? Lo descubrimos cuando esta persona está manifestando en su conducta un desgaste excesivo por cargas y jornadas laborales excesivas”.

Comenta que, cuando se observa al otro con cansancio, con falta de atención, con jaquecas frecuentes y otros factores, es la manera en que se puede identificar que alguien sufre de un desgaste emocional que, si no es atendido, se puede convertir en un factor de riesgo psicosocial y puede llegar al “Karoshi”, concepto de origen japonés que alude a la muerte por exceso de trabajo.

En la actualidad, México se encuentra en el primer sitio a nivel mundial en Karoshi, pues se han registrado numerosos casos de personas que fallecieron por infartos, luego de tener una rutina de trabajo de 14 horas al día, sin aplicar la psicología del ocio.

Con la pandemia y la educación a distancia, Villagrán Rueda detalla que este fenómeno del Síndrome de Burnout en los docentes se incrementó, lo que se refleja en los indicadores de las instituciones de salud, ya que han reportado mayor incidencia de enfermedades relacionadas al estrés laboral, entre ellas diabetes y cáncer.

“Antes ya éramos víctimas del desgaste, ahora lo somos más porque todas las actividades laborales, familiares, académicas y demás las realizas en tu casa, cuando tu casa debe ser el espacio para descansar y relajarse”.

En el caso de la BUAZ, refiere que muchos docentes han manifestado cansancio con la educación en línea y a distancia, lo que muestra que “esta pandemia nos está consumiendo laboralmente y eso también se refleja en nuestra salud mental”.

Desde su perspectiva, el sistema educativo no estaba preparado para una pandemia, en ninguno de sus niveles y los docentes tuvieron diferentes niveles de dificultad para adaptar su material de apoyo a las plataformas virtuales y a las clases en línea.

De acuerdo con Villagrán Rueda, “esa falta de gestión del cambio llevó a poner barreras tanto en los docentes como en los alumnos. En una clase presencial, estaba acostumbrada a ver si me entendían solo con observar sus caras o sus gestos, pero ahora solo veo cámaras apagadas o una foto y así es difícil”

En consecuencia, “esta generación va a salir con muchas deficiencias académicas porque el proceso de enseñanza y aprendizaje, aunque el docente quiera dar el 110 por ciento, ahora no se puede. Hay una gran limitante que es esa pantalla”.

Necesarias, políticas
que mitiguen la
precarización del estudiante
Guzmán López señala que la precarización del estudiante en la nueva normalidad va más allá de que los alumnos tengan fallas en la señal de internet cuando están en clases o enviando sus tareas, o cuando no tienen dinero para contratar datos móviles para acceso a internet en su teléfono, sino que se trata de un fenómeno social emergente de alcance global, con repercusiones a nivel regional, nacional y local.

“Por eso sería indispensable que desde la oficina de Delfina Gómez Álvarez, secretaria de Educación Pública federal; de María de Lourdes de la Rosa Vázquez, secretaria de Educación de Zacatecas, y de Rubén Ibarra Reyes, Rector de la Universidad Autónoma de Zacatecas, así como los demás directivos de instituciones educativas públicas y privadas, le tomaran interés a este tema, le dieran mayor visibilidad y sobre todo que se tomaran las medidas necesarias, mediante políticas, programas y proyectos especiales que incorporen acciones de mitigación y adaptación necesarias para detener la dinámica de precarización estudiantil”.

Puntualiza que este fenómeno representa un factor de riesgo potencial para un poco más de tres de cada diez habitantes del estado de Zacatecas y que para el caso de México, la situación de precarización estudiantil es cuantitativamente más grave porque afecta a cuatro de cada 10 mexicanos, lo que se suma a la precarización laboral por la pandemia que padecen cerca de dos millones de profesores del país.

Además, “no perdamos de vista que suficiente tienen las actuales y futuras generaciones de padecer con la precarización laboral y el Homeoffice, que es uno de los signos vitales de las tendencias del capitalismo contemporáneo durante la era neoliberal, como para que padezcan ese fenómeno desde los primeros años de vida de cada ser humano, durante su faceta de estudiante”, expresó Guzmán López.

A manera de conclusión, Felipe considera que “las clases en línea trajeron cosas buenas, no todo ha sido malo. El problema ha sido que esto se ha extendido. Cuando iniciaba todo esto se decía que serían algunas semanas o un mes y ahora ya adoptamos ese desgano o pérdida de la esperanza por no tener seguridad de cuándo va a terminar esto”.
“Lo que tenemos que aprender los estudiantes y los maestros es que en el futuro saquemos provecho de esto. Ya vivimos un año así y sabemos las cosas buenas que se pueden sacar de esto y las cosas que han apretujado a los alumnos y a los docentes”.

“Creo que la educación en línea es una buena herramienta si se sabe llevar y si se le da la seriedad. Siento que antes de la pandemia nunca se consideraron estos dispositivos como instrumentos para la educación y ahora vemos que puede funcionar, porque realmente se ha hecho funcionar, solo que se nos ha cargado la mano a los estudiantes”.

“Lo importante sería estudiar estas posibilidades para que se vuelvan un brazo de la educación y que en el futuro puedan funcionar como complemento de la educación en las aulas”.

“Esperemos que las personas que crean los programas, la secretaría y órganos de educación se pongan serios y puedan hacer que los dispositivos y la educación a distancia sean un buen aliado para las instituciones, los docentes y los estudiantes”.

En ese sentido, Sofía afirma que “la tecnología es buena y todos estamos aprendiendo. Nadie estaba preparado para esto, pero deja un buen antecedente para que en el futuro lo llevemos de menor manera”.

“Me preocupa un poquito que el siguiente semestre también sea en línea, pero confío en que los maestros que me toquen estén más organizados. Siento que hace falta que los docentes tomen talleres o cursos que les permita mejorar y que se aproveche el semestre”.

“Yo hablo desde un punto de comodidad, no vivo la pandemia como lo han hecho otras personas, Muchos son de fuera y tuvieron que dejar la escuela porque no tenían computadora o no tenían señal en los lugares donde viven. Eso los maestros no lo ven”.

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