En cada guerra, cada batalla y enfrentamiento entre grupos armados a lo largo de la historia, los civiles son los realmente afectados de los choques entre estos para imponer sus condiciones a otro.
Un civil es, por oposición a un militar, una persona que no es miembro de un ejército o un grupo armado. De una manera general, el término civil designa todo lo que se refiere a los no-armados en general a los ciudadanos en particular, por lo que no pueden imponer autoridad ni dar órdenes a otro grupo mediante la fuerza.
Los civiles son las víctimas de los enfrentamientos entre diferentes grupos, pues ellos sufren el destino de estar en el lugar equivocado, esto, muchas veces provocado por situaciones socio económicas, pues están atados a territorio y no pueden escapar por falta de oportunidades. La fatalidad de la pobreza los condena a estar como espectadores y posible blanco de una guerra que no les corresponde. Es bastante corriente que los civiles sean víctimas de guerra o daños colaterales, como eufemísticamente les gusta decirles.
En Zacatecas se libra la batalla por el control en el trasiego de drogas y armas que libran células de los cárteles del Golfo (CDG), del Pacífico, el Jalisco Nueva Generación (CJNG) y Los Talibanes, lo que ha llevado a un incremento en el número de víctimas de homicidio en 255.4%, durante los primeros semestres de 2019 y 2021.
El primer semestre de 2021, el informe del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP) indicó que en Zacatecas fueron asesinadas 746 personas, lo que significa un aumento de 255.4% en comparación con 2019 y de 161.8% en relación con 2020. La entidad, escenario de una disputa cada vez más sangrienta, registró tan sólo esta semana 33 ejecuciones, siendo el pasado jueves 12 de agosto el día con más asesinatos (12).
En esa fecha, las autoridades reportaron el hallazgo de seis cuerpos sin vida, todos ellos suspendidos del puente vehicular conocido como El Orito. El titular de la SSP ha dicho que por el modus operandi de los criminales podría deducirse que se trata de sicarios del Cártel de Sinaloa, quienes actuaron en contra de sus rivales del CJNG.
Mientras estos grupos criminales se enfrentan en nuestras calles, carreteras, comunidades y ciudades, nuestra gente sólo tiene la opción de esperar no encontrarse con ellos, o refugiarse en su casa, donde escondidos, esperan lo mejor.
Zacatecas, al igual que buena parte del país, está tomada por el poder de fuego de los cárteles, los cuales retan sin ningún empacho a las policías estatales, municipales e incluso al ejército. Su fuerza los ha empoderado a tal nivel salen a la luz de las calles y a las redes sociales, diseñando imágenes corporativas que los identifican. Publican sus actividades y abandonaron las sombras para tomar el poder.
Actúan, todos, como ejércitos en expansión, toman rehenes, establecen nuevas fronteras, defendiéndolas y perdiéndolas mientras el pueblo sólo puede esconderse entregando su espacio a cambio de su vida. Mientras los gobiernos estatales y municipales sólo son espectadores (en el mejor de los casos, sino que hasta actores) de hechos que los rebasan.
El miedo se respira mientras los números de ejecutados crece.
Nos heredaron un México donde el narco profundizó sus raíces desde los años 70, infectando los sistemas de seguridad, bursátiles, económicos y políticos de corrupción y sangre. La Cuarta Transformación, encabezada por Andrés Manuel López Obrador trabaja sin descanso para detener en unos cuantos años, lo que ha tardado más de 50 años en infectar a México, mientras la ha fortalecido buena parte de las fortunas de los dueños de las grandes fortunas nacionales cimentadas en la corrupción.
La 4T está enfrentando el poder corruptor y de fuego del narco tratando de atender las causas sociales que lanzan a los jóvenes sin oportunidades a buscar las oportunidades de empleo que da el crimen organizado. Queremos una juventud que sepa que puede contar con un futuro cimentado en la seguridad y la educación. Queremos que los mexicanos vivan sin miedo por una guerra que no es suya y que provoca que la muerte sea parte de la cotidianidad de una realidad que nos aplasta. ■