El necesario “balance” en torno a la derrota -capitulación- del Gobierno de Alex Tsipras, no puede ser realizado solamente en términos morales, limitándonos a calificarlo como una traición de Tsipras, o culpando únicamente a la contraparte. Como sabemos, después del resultado del histórico referéndum, donde triunfó el NO (OXI) con una contundente mayoría del 61%, el gobierno griego fue inmediatamente castigado, debido a su intolerable “desobediencia” consistente en recurrir a una decisión democrática soberana, que enfureció a la Troika. Políticamente han sido humillados, mediante la amenaza de algo aún peor, a plegarse a un acuerdo infame, para así, poder mostrarlos como el más vivo ejemplo, ante los otros países que anunciaban la posibilidad de seguir por el mismo camino, cuestionando el neoliberalismo (esa clave del dominio de las finanzas sobre el mundo). “Obligados” entonces a firmar un acuerdo aún peor que el ofrecido antes de referéndum, lo que revela la calaña criminal de ese 1% de las elites financieras europeas (“esos monstruos, nuestros dueños”), capaces de condenar a la miseria a una proporción muy alta de la población griega, con tal de continuar con el saqueo de la riqueza presente y futura del país helénico.
Pero también, por otro lado, este particular decurso seguido por las negociaciones, ha evidenciado problemas en la estrategia seguida por el gobierno de Tsipras, como lo han revelado, no sin cierta ambigüedad (no tenían –aún- un plan consistente), las declaraciones del ex ministro de finanzas, Yannis Varoufakis, así como la división generada dentro del gobierno de Syriza.
Siguiendo a Thedoros Karyotis, me parece que entre los errores políticos capitales del gobierno de Tsipras, se encuentra, en primer lugar, el haber jugado de principio a fin, como un agente con una óptica estadocéntrica, desmovilizando –paradójicamente- a la verdadera oposición, la de la “sociedad en movimiento”, cegando los procesos constituyentes, y los contrapoderes concomitantes, en donde anclar efectivamente los procesos de subjetivización y las condiciones materiales que lo hacen posible, la constitución de sujetos sociales y políticos capaces de vencer al neoliberalismo. En su lugar, es necesaria una experimentación política activa con otras prácticas que eviten las derivas estadocéntricas que únicamente se limitan a reeditar las periclitadas formas de representación política, regímenes oligárquicos liberales y sociedades a la deriva (… “dicen que es democracia pero no lo es”).
Un segundo problema ha sido el de mantener la ilusión de que es posible regresar al “estado de bienestar” sin explorar ir más allá del capitalismo, sin ensayar sistemáticamente “otras” prácticas económicas alternativas al sistema, que ya están presentes en múltiples iniciativas generadas desde abajo, a lo largo de años de lucha contra la gestión neoliberal de la crisis.
Estos dos puntos, son parte de las principales enseñanzas que se pueden extraer de la elucidación sobre el fracaso del gobierno de Alex Tsipras. La situación en Grecia, y en la Unión Europea, gracias a la lucha llevada adelante por la oposición griega contra las políticas de ajuste, ha alcanzado un punto de inflexión, desde el cual Karyotis considera posible, el que pueda tejerse una renovada alianza de fuerzas sociales, capaces de tejer un “Plan C”, para impulsar nuevas formas de autogobierno descentralizado, nuevas formas de apoyo mutuo, colaboración y cooperación social, y nuevas formas de gestión de los bienes comunes.
La política impuesta por la Troika a Grecia, es el canto del cisne de la democracia, y del proyecto social que prometía la Unión Europea. El neoliberalismo ha revelado toda su atroz inhumanidad. Abriendo peligrosamente la puerta para el asalto de las fuerzas neofascistas en los distintos países europeos, donde se encuentran en franco ascenso, apoyadas -subrepticia o abiertamente- por esas mismas elites, que los ven como herramientas políticas útiles, sin importar las implicaciones, potencialmente muy graves, para el presente y el futuro inmediatos -europeos y mundiales-, en la medida en que implican la entronización del caos, la violencia y el crimen institucionalizado, y la destrucción de un horizonte en donde podríamos -todavía- construir un mundo común (México dixit).
De ahí, el imperativo de ir más allá del ámbito político-electoral, que puede tener su importancia para combinar estrategias de intersección entre ciertos tipos de verticalismo y de horizontalismo. Aunque es imposible soslayar que el grueso de las experiencias estadocéntricas, para abreviar-, enfrentan graves problemas, tanto en Latinoamérica –gobiernos “progresistas”-, como en Europa, junto a otras restauraciones autoritarias.
Se abre un campo inmenso para la reinvención democrática, mediante la creación y fortalecimiento de comunidades auto-organizadas desde lo local, generando nuevos tipos de vínculos a diversas escalas entre ellas. Capaces –también- de constituirse como plataformas desde donde sea posible ir generando el poder constituyente –prácticas instituyentes cotidianas- que puedan satisfacer nuestras necesidades de autodefensa y de vida plena, comenzando en el aquí y ahora: desde lo común. ■
Ver: https://www.diagonalperiodico.net/panorama/27337-syriza-se-ha-rendido-es-momento-reforzar-resistencias-populares.html