I.- La historia universal.
El fusilamiento del segundo emperador mexicano, Maximiliano de Habsburgo, junto a Tomás Mejía y Miguel Miramón el 19 de junio de 1867 no fue un evento de resonancias mexicanas tan sólo. Leopoldo Zea se conforma con una visión nacional del asunto y lo reduce a la victoria de los liberales sobre los conservadores. No intenta dar una lectura profunda del acontecimiento en la historia del Occidente cristiano, y por ello olvida las varias corrientes de largo aliento que confluyen ahí. Gabino Barreda lo hace mucho mejor en su “Oración cívica”, pues está imbuido del universalismo de la filosofía positiva en oposición al intento de las filosofías románticas de encontrar la singularidad nacional. La oración del médico poblano supera con mucho la categoría de panegírico de Juárez pues entra de lleno en la lucha por la interpretación del sentido de los hechos subyacentes al triunfo del liberalismo en México, que se remontan no sólo a la desintegración del Imperio Español a partir de 1810, sino que incluyen la Revolución francesa de 1848. Derrotar al Antiguo Régimen implica no sólo defenestrar la forma monárquica de gobierno, sino declarar el fin de la Iglesia Cristiana en todas sus vertientes, así como la época cristiana en su totalidad. Y estos son eventos no ya europeos o americanos, sino universales pues afectan a toda la esfera de influencia europea. ¿Cómo se posicionan los liberales mexicanos, triunfantes en la Guerra de los tres años y vencedores de la intervención francesa y el Segundo Imperio, ante esos hechos de la historia del mundo que los involucran hondamente?
II.- El lugar de México en el mundo.
La política mundial ya no se determina en Europa, y un príncipe europeo con apoyo de una potencia europea puede ser fusilado bajo condiciones por completo nuevas. Y esto es así porque el eje de la política mundial se mueve hacia los Estados Unidos de América cuando, en 1865, Ulysses Grant acepta la rendición de Robert E. Lee en Appomattox, Virginia, dando por concluida la Guerra de Secesión y por inaugurada la “esfera de influencia” y el “destino manifiesto” de la nueva potencia mundial. Esto lo da por sentado Barreda en su “Oración” cuando recuerda el apoyo otorgado por Estados Unidos a los liberales contra el Segundo Imperio. Invoca el temor de Napoleón III a una conflagración insostenible con el “águila del Norte”. “Este fue el servicio que México debió a la República vecina”. De esto nada dice Zea, condenado como lo está al recinto de la nación mexicana. Pero en Barreda las percataciones casi proféticas de Alexis de Tocqueville en su “La democracia en América” (de 1853) son evidencias palmarias. Así que el positivismo mexicano, por intercesión de su fundador, coloca a México y a los Estados Unidos contra el orbe entero, como cabezas visibles de la lucha del progreso contra las fuerzas de la reacción.
III.- Crepúsculo del cristianismo.
Declarar la “muerte de Dios” desde la comodidad de la cátedra es sencillo, asumir la labor de desplazar a la cristiandad de las mentes humanas constituye una encomienda casi inalcanzable. Pues, así como se altera la forma de gobierno es necesario emancipar mentalmente a los ciudadanos que habrán de habitar la nueva república democrática liberal. Esto significa, ni más ni menos, que modificar las creencias de la población, extinguir los misterios de la religión que pueblan las cabezas de los mexicanos. Se puede decir de manera más dramática: es comprender que la época cristiana llega a su fin. ¿Por qué? por las irresistibles fuerzas del progreso, codificadas en la fatal ley de los tres estadios. Esto no se podía lograr por la fuerza, pues las ideas se forman mediante la argumentación, no a través de la espada. En esto Barreda fue mucho más sabio que los generales sonorenses, pues no declaró la guerra abierta contra la Iglesia Católica, sino que se propuso educar al pueblo de México en la ciencia, en la razón y la crítica. De esa manera se podría constituir un fondo de verdades comunes capaces de obrar como medio de la construcción de consensos racionales. ¿Qué filosofía tenía la capacidad de llevar a cabo esa labor? ¿qué filosofía podía modernizar al país y hacer a los mexicanos “contemporáneos de todos los hombres? El positivismo de Auguste Comte.
IV.- La dialéctica de la historia
La Revolución mexicana disputó, por la vía de las armas y las filosofías voluntaristas, la interpretación de Barreda, y con su triunfo lo relegó al olvido de la historia. Cambio el optimismo que cree que la tecnología puede cambiar a la humanidad por un pesimismo metafísico misterioso y voluntarista. Se dejó de creer en México como un país cosmopolita para concebirlo como nación de “aquejados de complejo de inferioridad”, “jóvenes introvertidos que estallan en las fiestas” y “pachucos”, todos en busca de identidad. Como ironía de la dialéctica histórica, Octavio Paz colocará al final del laberinto inventado por Antonio Caso y José Vasconcelos la esperanza de ser “hermanos de todos los hombres”. Barreda creyó realizada esa expectativa en algún momento entre el 5 de mayo de 1862 y el 9 de abril de 1865.