I.-Stendhal -alias Henri Beyle (1783-1842)-, en una anotación al margen de Rojo y negro, aceptó la formulación que le hiciera Destutt de Tracy respecto al destino de la verdad de las cosas humanas: se alcanzará en las novelas o se perderá. Y en sus novelas Stendhal aspiró a una verdad directa, áspera, sin ornamentos. Rojo y negro aún más que la novelesca Cartuja de Parma es un documento escrupuloso, o eso nos quiere hacer creer Stendhal, de las costumbres y la conducta moral en la Francia del siglo 19; de ahí el subtítulo: Crónica del siglo XIX, que aplicado a una novela resulta un despropósito si se ignora el contexto del autor. Porque las novelas son pura invención, y el historiador aspira, mediante el documento, el vestigio y la huella, a la verdad de los acontecimientos que plasma en crónicas y tratados rigurosos. Sin embargo la verdad de las cosas humanas que quería transmitir Stendhal no era la de los grandes ritmos y ciclos de larga duración del movimiento histórico, cuyos actores son las masas y los líderes iluminados, sino la manera en que dentro de esos ciclos se debatía el corazón de los hombres simples perdidos en la multitud, pero no ajenos a los cambios que acontecían a su alrededor, sino que eran la materia misma de esos cambios. Así Rojo y negro es la versión novelada del cambio que la revolución política de 1830 en Francia –retratada por Víctor Hugo en Los miserables– trajo a las costumbres y la cultura. En cierta medida, para Stendhal la industrialización y la democracia confluían para eliminar la alegría y traer la pesadumbre del aburrimiento a todos los habitantes del planeta, y había ya dos modelos claros: los Estados Unidos de América e Inglaterra. La Francia libertina y alegre cedería ante la Francia moral, las pasiones más variadas desaparecerán y quedará la única pasión que enseñan los utilitaristas: la pasión por el dinero.
II.- Con todas las objeciones, e interjecciones, que podamos hacer, es claro que parece vislumbrarse un cambio en la política sindical del Spauaz: movido por los gritos deletéreos de las masas que comanda, o los innombrables acuerdos de los líderes de facciones universitarias, ha cambiado el estilo de negociación que mantuvo inalterable desde 2005, fecha en que accedió a la dirigencia José Francisco Román Gutiérrez, hasta 2013, el segundo año de Antonio Guzmán Fernández. Dicho estilo consistió, básicamente, en la procaz sumisión a las determinaciones del patrón contenidas en documentos infamantes que eran aprobados sin discusión por las instancias sindicales, que de inmediato se desistían de la huelga. Esta política fue con mucho la causante de los desastres económicos de la UAZ, pero también del desastre intelectual que implicó la supresión de toda crítica y participación de los universitarios en la toma de decisiones. Aunado a ello es necesario hacer notar que ese período de irrelevancia sindical coincidió con el control, por parte del mismo grupo de universitarios, del Spauaz y de la Rectoría, y que el cambio en el estilo de negociación se vio, en 2014, enturbiado por el desesperado intento de ese grupo de derrocar al Rector con una huelga. Sin embargo el intento fracasó y la huelga se instaló, de nuevo, en el imaginario de los universitarios como algo que ellos mismos provocan en su propio beneficio y no como el garrote de un grupo que manipula desde las sombras las conciencias mediante la manipulación de las cargas de trabajo e hipotecando con ello la Universidad.
De tal manera que el sindicato está, de nuevo, a la ofensiva, y no es el único: otros sindicatos universitarios a lo largo del país estallan huelgas después de mucho tiempo de haber estado impasibles, y aunque permanecen como ofensivas aisladas son, como en las novelas de Stendhal, alegoría de cosas que han de pasar y que permanecen oscuras en el presente. Por lo pronto, lo que sí aparece ante nosotros es la voluntad del Spauaz de no conformarse con ofrecimientos ambiguos, en muchos casos tramposos, que la Rectoría ofrece sin garantía de nada. Y también queda claro que la pasión por el dinero que suele rondar las negociaciones sobre la deuda con el ISSSTE se ve modulada por la aparición de vindicaciones de índole moral, como lo son la instalación de la comisión bilateral de fiscalización para garantizar la transparencia en el manejo de los recursos. Podemos apreciar, entonces, que la UAZ libertina, la que se inventó entre 2004 y 2012, y quedó de legado al actual Rector, está en retroceso. Una gran liviandad en el manejo de la UAZ es lo que produce sus crisis recurrentes, hoy se cree que una mayor rigidez es necesaria, sobre todo para cuidar el dinero y mejorar la reputación ante la opinión pública.
III.- Cerramos con una cita de Stendhal: “El inconveniente del imperio de la opinión pública, que por lo demás procura la libertad, es que aquélla se inmiscuye en lo que no le concierne; por ejemplo: la vida privada. A ello obedece la tristeza de América y de Inglaterra”. ■