Para todas las decisiones políticas es esencial la memoria histórica, y la política energética no es la excepción. ¿Es importante apostar por la soberanía energética? Veamos algo de historia: a raíz de la guerra árabe-israelí conocida como ‘la guerra del Yom Kipur’ (el día de la expiación judía), los países árabes decidieron maniobrar para tomar venganza por el apoyo occidental a Israel con los precios del petróleo. Y en poco tiempo se llegó de 2.5 a 38 dólares el barril. La cadena de efectos fue enorme y sorprendente: el largo periodo de éxito económico de occidente producto de los acuerdos de Bretton Woods, que va de 1945 a 1976 llegó a su fin, debido a que la crisis juntó al mismo tiempo algo que era (teóricamente) contradictorio, estancamiento económico con inflación, y se acuñó un nuevo término en la economía denominada “estanflación”. Este periodo inicia un proceso que en América Latina derivó a la crisis de la deuda de los 80’s y, finalmente, dio paso al modelo que hemos conocido como ‘neoliberal’ con el impulso de Thatcher y Reagan. En pocas palabras: la inflación de costos provocado por la subida del petróleo en los 70’s (por encadenamientos casuales) derrumbó los ideales económicos del Estado de Bienestar que llevaba más de 3 décadas funcionando. De ese tamaño es la importancia de la economía de los energéticos en el mundo.
En todas las crisis mundiales ha habido siempre dos causas comunes: precios de los energéticos y movilidad de capitales financieros. La última crisis que sufrimos también tuvo causa en los precios de los energéticos, que también fueron manipulados por causas políticas originadas en el Medio Oriente. Nunca han sido por ‘tendencias naturales’ de los mercados de los energéticos, sino por eventos externos a los mismos, pero de incidencia real en la determinación de los precios del petróleo y sus derivados. Las teorías neoclásicas de la economía son geometrías puras que no toman en cuenta la vida real de la política mundial, por eso recomiendan todo lo contrario a la soberanía energética, y ponen sus dogmas en las bondades de las libres fuerzas del mercado. En las cuales, es más barato importar gasolinas y fertilizantes que producirlos. Y de acuerdo a los cálculos de pura matemática es ‘irracional’ las políticas de soberanía energética. Sin embargo, todo el dogma neoclásico es tonto, llegando a la idiotez crónica, por un detalle: sus cálculos son puros o purificados de…realidad. La realidad es irracional (contradictoria y llena de conflictos políticos), y por ello, la sacan de sus modelos.
En suma, es mejor hacer cálculos de probabilidad atendiendo a la experiencia de la realidad, esto es, de la historia. Poner en la basura los cálculos neoclásicos porque son ahistóricos, puros y perfumados. Tontos. Y la historia nos dice que hay dos cosas en las cuales los países deben ser (lo más posible) soberanos: energéticos y alimentos. En su momento se hicieron las cuentas de por qué era mejor comprar el trigo que producirlo, y después de que Rusia decide guardar su grano, todo mundo se colgaba de los pelos mientras quemaba sus bonitos cálculos pasados. La historia es la maestra de la vida. Por ello, el hecho de que México se enfile a la soberanía de los energéticos está bien, la impura realidad así lo indica. La pobre lógica formal hace una razón purificada de la realidad, y la historia permite conciliar la razón con la realidad. Somos del segundo equipo.