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miércoles, 16 abril, 2025
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Enrique Dussel y La producción teórica de Marx

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Por: JAIME ORTEGA •

En los últimos tiempos se ha generalizado el acto de rememoración de la aparición de ciertas obras que resultaron importantes para determinados ámbitos de la cultura. Miradas con la justeza que sólo el tiempo puede brindar, se valoran producciones que desde hace cuatro o cinco décadas siguen impactando de manera intensa en debates académicos o políticos. A pesar de que este tipo de configuraciones celebratorias son constantes, en realidad son pocas las obras que alcanzan esta distinción, es decir, el del reconocimiento de comunidades de lectores que las evocan porque hay un antes y un después de ellas. En nuestro caso, recordamos la aparición La producción teórica de Marx, publicada por Enrique Dussel en 1985. No es posible olvidar que aquella propuesta fue posible, en buena medida, por las opciones que brindaba México, país en donde el marxismo gozó de respetable salud hasta muy avanzada la década de 1980.

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Dussel tuvo un largo recorrido por el mundo antes de aterrizar definitivamente en la Ciudad de México. En el periodo inmediato, el filósofo fue involucrándose con la construcción de un entramado categorial original, deudor de diversas fuentes y autores. Políticamente, su compromiso con el populismo argentino y las variantes revolucionarias de éste era especialmente sensible. Este cruce, sin embargo, hacía excluyente el diálogo con la obra de Marx. Las primeras formulaciones de la filosofía de la liberación de 1969 estaban marcadas por este alejamiento de la perspectiva marxista.

Sin embargo, la obra de Dussel se transformó radicalmente cuando dejó finalmente Argentina y aterrizó en México en 1975. A diferencia del país sureño y de buena parte de América Latina, en México existían revistas que en ese momento daban cuenta de la cultura marxista – Historia y Sociedad, Dialéctica, Cuadernos Políticos y la primera época de Nexos–, y las ciencias sociales y humanidades mantenían espacios de aprendizaje sobre la obra de Marx y, en general, dicha corriente era parte del mundo intelectual.

Una posibilidad que habría tenido Dussel era la de sumarse a los grupos o líneas que ya se desarrollaban: la lectura estética, la lectura de El capital o la teoría del Estado. Sin embargo, optó por algo distinto. Trabajando en un seminario de filosofía política, emprendió la lectura de los Grundrisse, cuya traducción al español, publicación y popularización se dio en la segunda mitad del siglo XX. Dussel comentó aquellos manuscritos inacabados, atendiendo a la cronología de su redacción y mirando en ello la construcción de la categoría de plusvalor, misma que sería el corazón de la teoría de la explotación en El capital. Si en el Manifiesto comunista o en los Manuscritos de 1844 se exponen grandes intuiciones políticas o filosóficas, es preciso señalar que en ellas no estaba aún formulada la noción de explotación entendida como producción y apropiación de un valor excedente, ni mucho menos el origen de éste.

Dussel, sin embargo, imprimió su propia interpretación de aquellos trabajos de Marx, esencialmente leyéndolo con el prisma de los conceptos de Emmanuel Levinas. Para Dussel, lo más importante de los Grundrisse es el andamiaje construido no sobre la noción de totalidad, sino de la de exterioridad. Ello implica comprender que el trabajo asalariado es una determinación constitutiva del capital y no su opuesto.

Ambas concepciones cargaban con importantes consecuencias teóricas y políticas. A escala epistemológica la totalidad había sido la categoría por excelencia del marxismo occidental y Dussel rompía con ese consenso aludiendo que la posibilidad de existencia del capital provenía de algo que no era él mismo y que, de hecho, no podía subsumir. A ese elemento lo designó exterioridad. A partir de esa base ejerció entonces una trasmutación entre el liberacionismo y el marxismo, atendiendo a comprender la acción revolucionaria no desde las formas diversas del trabajo asalariado –una determinación o parte de la totalidad– sino desde las premisas comunitarias del trabajo vivo.

Dussel encontró en México un lugar donde el marxismo no era marginal, emprendiendo el diálogo con dicha corriente y aportando, no sólo uno de los primeros comentarios globales a los Grundrisse, sino una manera de comprender globalmente el aporte de Marx, misma que profundizó en los años siguientes. Cuatro décadas después, la puntillosa y sistemática aproximación a los manuscritos, sigue siendo la más original producida en nuestro continente y sigue a la espera una crítica de sus efectos en el campo teórico.

*Investigador UAM

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