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lunes, 12 mayo, 2025
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El ayudar a otro “sin maniqueísmos”, mensaje del filme Llévate mis amores

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Por: ALMA RÍOS •

■ La cinta relata la historia de Las Patronas, mujeres que apoyan a migrantes que viajan en tren

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■ Karina Aguilar, descendiente de las iniciadoras, se sumó a las actividades de ayuda a los 14 años

“Y en ese momento yo me di cuenta de que tal vez a mis 24 años no había hecho algo tan significante”. Habla Arturo González Villaseñor de su propia participación en la labor que realizan desde hace 20 años en un barrio de Amatlán de Los Reyes, Veracruz, Las patronas, un grupo de mujeres, madres e hijas, ahora sobrinas y nietas, que empezaron a desprenderse de los productos de su despensa para alimentar a los migrantes centroamericanos que viajan en La Bestia, el tren de carga que cruza el país de sur a norte.

Añade a su relato, el de las emociones sentidas “al lanzar esa bolsa llena de comida”, el recuerdo de haber fallado algunas, “pero de repente cuando di la primera bolsa y me dieron las gracias…ahí me di cuenta de lo importante que era compartir algo que no viene trasladado en una cosa material sino en un alimento, en una comida que representa salvar la vida de una persona”.

La narración fue ofrecida para Acentos, el programa de La Jornada Zacatecas TV, a fin de exponer las motivaciones que tuvieron tanto el cineasta como su productora y fotógrafo, para la realización de su ópera prima Llévate mis amores, película que inscrita en la gira de documentales Ambulante, pudo ser vista en Zacatecas la semana anterior.

En la emisión conducida por Carlos Navarrete, jefe de Información de La Jornada Zacatecas, también estuvo presente Karina Aguilar Romero, descendiente de las iniciadoras de este empeño que ahora ya convoca la suma de voluntades desde las universidades y organizaciones de la sociedad civil.

Karina, de 20 años, dijo ser hija de Toña “una de las que salen en el documental”, las otras son sus tías Rosa y Bernarda. Y haber nacido “en ese entorno de apoyo a los migrantes”, al que se sumó a la edad de 14 años en actividades como traer el pan, recolectar botellas para que después de su lavado fueran distribuidas llenas de agua, y más tarde guisando.

Al igual que Arturo Villaseñor refiere el miedo de ver venir un tren en medio de gritos y lleno de desconocidos que se saben hambrientos, “y yo tenía la carretilla con comida (…) y que se las ibas a lanzar…”, Karina refiere que al principio no participaba en la entrega de los víveres porque sus tías sentían riesgo en esa acción.

“Y ya una vez fue que empecé a dar, cuando le bajó el maquinista a un tren, iba muy lleno y no había muchas manos…y había una reja ahí, y pensé, este es mi momento, y empiezo a repartir pan de dulce…te sientes, independientemente de toda la adrenalina que puedes sentir de estar cerca del tren, es algo muy bonito y muy gratificante el poder dar, el poder ayudar”.

La película visibiliza a quienes no están cerca de esas vías ni de otras, ni de la necesidad de los migrantes, parte del fenómeno, pero a la propia Karina integrante de esta familia, le reveló, luego de no entenderla a la primera vista, cómo las matriarcas de su casa “se superan cada una de ellas día con día”.

“Y aparte de esa superación estar apoyando a los migrantes ¿no? La volví a ver y ya me di cuenta (…) pues a veces estas ahí en ese contexto pero cada uno está como en sus cosas y no te das cuenta que tu tía está pasando un mal momento, que tu prima se enfermó  (…) y que no estás ahí para ella… y te das cuenta de tantas cosas que en su momento pasaron y que dices, estaba ahí y no me di cuenta y no pude ayudar en esto…”.

Así dijo, ha interiorizado cosas positivas de una familia luchadora, la suya, expuesta en la participación de sus mujeres, “y sobre todo el empoderamiento que han tenido y que han adquirido a partir de estar ahí en la labor, porque al principio sí tenían como miedo, porque decían que ayudar al migrante era ilegal y de repente dijeron, pues nosotras vamos a seguir apoyándolos”.

“Se pusieron” dijo a Carlos Navarrete, no “rebeldes”, pero sí lograron hacer un cambio en ellas y en las demás personas para mejorar la calidad de vida de los migrantes.

Al respecto de la participación de estas mujeres, el jefe de Información de La Jornada Zacatecas, vinculó la mitología vasca sustentada en el arquetipo de la mujer-madre y la observación de Gustavo Esteva, acerca del acompañamiento que ésta da a los más débiles, a diferencia de la competencia que establece la relación padre-hijo.

Ese, reviró Arturo González Villaseñor, es el mensaje de la película. La visión de un tema trascendental como la migración que lleva a conocer a estas mujeres como grupo y “tratar de retratar lo que queda, o lo poco que queda de la palabra humanidad”, el ayudar a otro “sin maniqueísmos”.

Estas mujeres, aunque creyentes, no hacen esta labor por “servirle” a Dios, sino que realmente les nace del alma.

Las protagonistas, agregó, tampoco son glorificadas, pues se retratan en sus conflictos y con sus debilidades, “pero también viven en un entorno en que están muy conectadas con la Tierra y a la naturaleza”.

Acerca de la experiencia de participar en la gira de documentales Ambulante que tiene como eslogan, citó Carlos Navarrete, “descubrir, compartir y transformar”, Arturo González Villaseñor ponderó positivamente la posibilidad que da esta iniciativa de mostrar las películas en plazas “a la gente real”, la de la calle, y que puede conectar con la historia que se muestra a través de la empatía.

“Creo que eso es algo que jamás vamos a volver a experimentar con la película en otros lugares, porque gracias a eso es donde los diálogos con las personas han sido muy enriquecedores”.

Para Karina Aguilar Romero, el recibir abrazos y felicitaciones de la gente luego de ver Llévate mis amores, no puede tener otra respuesta que el agradecimiento, “pero creo que como dice Arturo, te encuentras a la gente que en verdad vale la pena”.

Gente en que se puede generar un cambio y que puede llegar a convertirse en otra persona que ayude a los demás.

En un país donde todos los días hay desaparecidos y el narcotráfico se apodera de los negocios y aún de las familias, y los migrantes son criminalizados por policías y autoridades corruptas sin que las instituciones solucionen nada, pero sí perdiendo cada vez más credibilidad, “al final la película la ven como una fuga de escape, un granito esperanzador”, pues Las Patronas son como Alejandro Solalinde y Raúl Vera, defensoras de los derechos humanos, dijo González Villaseñor.

El apoyo que implica las iniciativas impulsadas por estas personas, proponen que “no todo está perdido y que hay que unirnos para exigir y hacer valer los derechos”.

Los migrantes que ayudan estas mujeres, puntualiza el director, no son todos, están los desaparecidos que han buscado sus madres en caravana desde Centroamérica y los que han sido encarcelados en prisiones mexicanas, pero también aquellos que se encuentran privados de su libertad “encapsulados por narcotraficantes” para realizar labores al modo de un nuevo esclavismo.

Al México de hoy, se le sobrevive, pero expuso Karina, se le sobrevive mejor como sucede en su comunidad “como colectivo, todos juntos”, a fin de luchar por la justicia que queremos.

“Y que podemos cambiar esa perspectiva que tenemos del México que está sangrando, al México que está luchando para que ya no sangre y que eso es lo importante…”.

A pregunta de Carlos Navarrete, contestó la joven, la felicidad para ella sería regresar a su pueblo a respirar la tierra mojada y el aire limpio y ver el resplandor de las cosas verdes que puede haber donde se le ha brindado, “un conocimiento muy grande, el de luchar y salir adelante”.

Por su parte, Arturo Villaseñor propuso su felicidad en el desprendimiento de las cosas materiales que aprendió de Las Patronas, en dar sin pedir nada a cambio “y darte cuenta que con lo que tú estás ayudando, el otro está saliendo adelante, le estás dando una mano para que alcance un sueño”.

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