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lunes, 21 abril, 2025
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Los premios, de Julio Cortázar

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Por: Miguel Ángel De Ávila González •

La Gualdra 644 / Cortázar / Libros

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Nos encontramos con una serie de personajes inconexos o con vínculos mínimos entre ellos, que han ganado en una lotería un crucero en un viejo barco llamado Malcom. El nombre y la apariencia del barco son un misterio, pues la única instrucción que han recibido es estar una tarde concreta en un café cercano con el equipaje listo para embarcarse.

El viaje de placer empieza en medio de una confusión de falta de información que se irá condensando en lo sucesivo. No están claras las motivaciones de quienes han dado el premio, ni por qué algunas zonas del barco están prohibidas, ni cómo algunos momentos del pasado de los pasajeros nos son contados y contienen toda su historia. 

La primera nota característica del grupo de viajeros es su heterogeneidad. Están conformados por personas típicas de la sociedad porteña. Conforman grupos sociales definidos por su origen barrial, por su trabajo, por su nivel cultural. 

Están los Presutti, ruidosos desinhibidos, Los Trejo, de clase media. El doctor Rostelli, Lucio y Nora, quienes viven una relación amorosa. López, Medrano y Claudia, universitarios, conocen los libros de moda y son aficionados a la música de vanguardia. Paula, Lavalle y Raúl Costa.

Los paseantes comienzan a sospechar por la actitud de una tripulación que no quiere comunicarse con sus viajeros y que si lo hacen usan un lenguaje reservado, casi incomprensible. 

Cuando Raúl y López descubren que el acceso a la popa está vedado, la certidumbre de que los premiados están siendo víctimas de una mala jugada acaba de afirmarse. Serán entonces los rebeldes, los románticos, quienes emprendan la búsqueda del acceso a través de un laberinto de pasillos de la embarcación.

Hay también un conjunto de conformistas que niegan la existencia de hechos sospechosos y prefieren hacer oídos sordos a las anomalías. Construyen una alianza negándose a la exploración, al conocimiento, permaneciendo cómodamente instalados. Unidos en una persecución de la tranquilidad que anule los problemas, dados a la defensa de sus pequeñas seguridades, se quedan en la proa, en el bar, en las confortables cabinas del barco.

Los aventureros quieren llegar a la popa a cualquier precio. Una popa ignorada que se le presenta como una suerte de fortaleza a conquistar, que tiene una carga de lo misterioso y también de lo ominoso.

La muerte de Medrano, que pone fin al crucero al llegar al tercer día de navegación, reintegra a los viajeros a la monotonía, el tedio y a la inautenticidad de sus vidas.

En la popa no había nada, salvo la muerte que estaba esperando al mejor de los personajes: Medrano. 

Lo insólito se da en porcentajes bajísimos. No hay ningún héroe, ningún atormentado a gran escala, ningún caso interesante y las situaciones que consideran irracionales tan solo son fruto de la falta de información.

Los personajes más interesantes introducen reflexiones sobre el amor, las relaciones de pareja, las jerarquías, las clases sociales, el tiempo y su aprovechamiento, 

La novela carece de situaciones más drásticas y giros inesperados. Puede observarse también la presencia de estereotipos de género y clase en el comportamiento de los personajes.

No obstante, esta novela sigue siendo una obra maestra del canon literario cortazariano. Su planteamiento enigmático y su exploración de temas universales la convierten en lectura obligada para quienes buscan profundizar en la naturaleza humana, la verdad y el poder del lenguaje, ha pasado desapercibida, aun así, es muy recomendable. 

 

***

Julio Cortázar, Los premios, Editorial Sudamericana, decimosegunda edición, Buenos Aires, 1972.

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