El fidget spinner fue creado hace ya varios años en Estados Unidos como un instrumento terapéutico, pero fue hace algunos meses que se convirtió en un boom entre los jóvenes, ahora son muchos los que lo usan y venden, se fabrica de diversos materiales y colores; se presenta como un instrumento anti-estrés. Desde que dicho objeto saltó a la fama se han hecho diversidad de interpretaciones. Desde el pastor protestante que lo sataniza o el sacerdote católico que lo usa para explicar el misterio de la Trinidad hasta aquellos que lo presentan como un instrumento de alto riesgo causante de accidentes fatales. La mayoría de los youtubers han dedicado tiempo en sus videos para tomar postura y subirse al tren del mame, que les permita seguir sintiéndose parte de la sociedad.
No es mi intención tomar postura, ni a favor ni en contra, simplemente me parece que más allá del objetivo en sí está el fenómeno que le rodea y es ahí donde descubro que el fidget spinner es sólo un síntoma más de nuestro actual estilo de vida. Deseo expresar básicamente dos ideas en torno al fenómeno del spinner.
En primer lugar llama la atención el éxito inesperado de este sencillo objeto. Una de las razones de este éxito es el fenómeno de las redes sociales. Si quieres que alguien se entere de algo publícalo en las redes. Da like, publica, comparte, twitea, retwitea, esa es la clave del éxito. No importa ya la verdad, bondad o belleza de las cosas, lo que realmente importa es que lo haya dicho Facebook o Twiter, para la mayoría de los jóvenes los youtubers son los nuevos sacerdotes de su religión virtual y mediática, es a ellos a quienes hay que escuchar y seguir.
El spinner se hizo viral, se puso de moda, en una abrir y cerrar de ojos todas las tiendas ofrecían el nuevo y maravilloso producto, quien no lo tuviera corría el riesgo de ser excluido, de ya no estar a la moda, de no ser actual. Hoy más que nunca vivimos sumergidos en una vorágine de modas, las cosas surgen y desaparecen, alcanzan el éxito y luego están destinadas a desaparecer, nada es para siempre, no puede serlo; hay que actualizarse, vivir al día, disfrutar al máximo el presente. Las noticias se vuelven tendencia hoy para desaparecer mañana.
El spinner sólo es un síntoma de la superficialidad en la que somos empujados a vivir, de la lógica del descarte, del úsese y tírese, de lo nuevo y novedoso, de la tendencia, de la moda, de lo que todos usan. Si quieres encajar, pertenecer, ese es el camino, no hay otro, la generación y no espera; o migramos a su mundo o nos quedamos fuera, o aprendemos a nadar en esta sociedad líquida o nos veremos irremediablemente excluidos.
En segundo lugar sorprende el hecho de que el spinner se venda como un juguete anti-estrés. Estrés es la palabra de moda, es la enfermedad de nuestro siglo, es la tendencia en temas de salud. Si este estilo de vida es tan perfecto y maravilloso ¿por qué es tan estresante? Si contamos con tantos instrumentos que hacen más fácil nuestra vida ¿por qué nos estresamos? ¿Por qué un niño o un adolescente necesita un objeto anti-estrés? ¿Cuáles son sus preocupaciones o responsabilidades? ¿Qué es lo que nos está enfermando?
El estrés es el monstruo de mil cabezas que juntos hemos creado y alimentamos día con día, es la consecuencia de la inmediatez en la que vivimos, es el resultado de haber optado por un estilo de vida cómodo. El estrés ha provocado que surjan las nuevas catedrales en donde se da culto al cuerpo: los gimnasios, el spa, el temazcal, el vapor y el sauna. Lugares todos en donde la persona se relaja, se desestreza, se desintoxica, reencuentra su yo interior. La búsqueda de salud mental y espiritual es el gran negocio de nuestro tiempo.
A este propósito recuerdo una frase que en algún lugar leí y llamó fuertemente mi atención: “Algo está mal en una sociedad que va en coche al gimnasio para montarse en una bicicleta fija”.