■ Comentarios Libres
Con motivo del festejo del Día del Maestro en México, quiero señalar que pueden atribuirse elogios y críticas a ese personaje que ha sido guía de las generaciones que saben leer y escribir, y son quienes han preparado a las personas que, en diferentes ámbitos de la vida política, social y económica del país, ocupan los cargos más importantes aunque su desempeño sea en algunos casos, deficiente. Profesionistas o no, todos han acudido a las aulas bajo la responsabilidad de los maestros.
Lamentablemente, no todos merecen el festejo que hoy debería distinguirlos. Pero en fin…
Andrés Henestrosa escribió un fragmento denominado: El maestro: sembrador de auroras.
Dice así:
“….De mi niñez quiero de rememorar a uno de mis pocos maestros que tuve, en las pocas veces que hubo escuela en Ixhuatán.
Se llamaba Ricardo Alonso y le decían Ricardo Yoncho. No era del pueblo, sino que había llegado de lejos, aunque entonces lejanía y cercanía fueran cosas parecidas o no existieran. No era de ahí, no hablaba lengua india, pero tampoco de la lengua española de que también era profesor. En su habla, el artículo estaba en singular y el sustantivo en plural, el número y género opuestos, las palabras a medias. Pero ése era el profesor, el maestro, el instructor como entonces aún se decía.
Así era Ricardo Alonso. Recuerdo ahora que mi último maestro se apellidaba como el primero: Dámaso Alonso. Si mi primer maestro de lengua castellana Ricardo, nada sabía de ella, el último, Dámaso, lo sabía todo.
Alumno de la escuela propiamente no lo fui. Mis pocos años no lo permitirían; aquello fue una suerte de jardín de niños, el primero que hubiera en mi pueblo. Todo lo recuerdo, sin embargo. La escuela era una tejavana (sic) o tejaván, como tal vez fuera mejor decirlo. Cada niño llevaba una silla, porque pupitres la escuela no los tenía. Pueblo aquel, y todos, que en su afán de saber no hay dificultad que nos arrastre, y venza. Bajo un árbol aprendió Domingo Faustino Sarmiento a leer, mientras Paula Albarracín, tejía anascote. Con los años, el niño que tuvo por aulas la sombra de la higuera, levantó escuelas y bibliotecas que poblaron como de cien higueras la tierra argentina.
Uno o dos de los alumnos de Ricardo Alonso, llegaron a saber lo que su maestro no. Pero fue él quien arrojó al surco abierto, que es el alma del niño, la primera simiente. Tan sabio es el que enseña la primera letra, como el que el abecedario entero.
De esto hace muchos, muchísimos años y todavía a México le hacen falta maestros como aquel de mi pueblo, de mi todavía lejana Ixhuatán. Hacen falta profesores que enseñen a leer y escribir, a cantar, a recitar, a memorizar lecciones. Todavía no es la lengua de todos el español, como no lo era del profesor del que os vengo hablando. Con todo, Ricardo Alonso enseñó el alfabeto, ¿cómo negarle un recuerdo? Porque lo fue, a la manera vieja y es vocación, sacrificio, apostolado.
Como llegó se fue del pueblo Ricardo Yoncho, descalzo, el morral al hombro ¿Qué te hiciste Ricardo Alonso? ¿Dónde rendiste la jornada? ¿En qué trabajabas cuando te sobrevino el último día?
Nada sabía pero enseñó el alfabeto que lo es todo. Sembró auroras. Puso en alguno de sus alumnos el primer rayo de luz, la primera nota de un arpegio, la primera letra de un canto, el inicial amor a aquella mano que arrojó en su mente y corazón la palabra que luego iba a bregar porque diera a luz otras palabras.
En ti, olvidado hasta hoy, Ricardo Alonso, saludo y bendigo a todos los profesores de México…”: Andrés Henestrosa.
Para reflexionar el fragmento de Henestrosa. Las nuevas generaciones de profesores en nuestro país, ni por equivocación realizan una labor como la referida por el autor de este fragmento. Las pocas comunidades que cuentan con maestros, por lo general sufren deficiencias. Hay muchos docentes que no llegan a laborar el día lunes, sino hasta el martes, luego, por determinada razón, el jueves deben regresar por lo que prácticamente en algunos casos, entiéndase bien en algunos casos, no es toda la semana laborable.
Otro problema que se aprecia en México acerca de la educación, es que, muchos docentes, también en algunos casos, aprecie bien, en algunos casos, solicitan permanentemente permiso para ausentarse de sus labores. Los motivos son variados, pero el caso es que existen justificaciones para salir de la escuela.
Con motivo de la evaluación por parte del Instituto Nacional para la Evaluación Docente (INEE), que se aplica a los docentes con el objeto de conocer su grado de preparación para la asignación de plazas, ha quedado en evidencia que falta mucho aún por atender este problema en beneficio de la niñez mexicana y del propio docente.
No significa que el resultado de evaluación del INEE amerite el despido del maestro, pero sí que debe estar actualizado para transmitir los conocimientos mínimos que requieren a la actual generación mexicana. ■