Alrededor de 1926 Alfred Lotka se propuso determinar la ley que regula la producción de artículos científicos. Para ello utilizó los índices acumulativos de varios años de algunas revistas científicas. Los resultados aparecieron en “The Frequency Distribution of Scientific Productivity” (Journal of the Washington Academy of Sciences, v16 (1926) p. 317). La conclusión es que el número n(N) de autores que publican N artículos es proporcional a 1/N2. Así, si la población es de 1000 científicos en un campo de estudio, habrá 1000 capaces de producir 1, 10 capaces de producir 10, 2.5 capaces de producir 20, 1.1 capaces de producir 30 etc. Esta “ley de Lotka” es una ley de extinción que predice que, dada una población inicial de científicos que producen “ciencia” en algún campo, en el curso del tiempo la producción decaerá, llegando su número a cero. Mantenerla requerirá mucho esfuerzo porque también es una ley de selección: en cualquier población habrá muy pocos científicos capaces de producir un alto número de artículos así que lograr que no decaiga la producción requiere que se formen muchos científicos, de los cuales no todos podrán hacer más nada que producir un artículo. Las condiciones de validez de la ley son las que imponen los requisitos de publicación en revistas norteamericanas, requisitos vigentes en México gracias a los esfuerzos del SNI. Si aplicamos la ley de Lotka a la población de científicos en el SNI la inevitable conclusión es que la mayoría de los que ingresan no podrán mantenerse ahí por mucho tiempo. Pero también es inevitable concluir que todos los que ingresan quieren permanecer ahí indefinidamente debido a los beneficios económicos y políticos de que gozan. El resultado de estas dos dinámicas conflictivas es la corrupción académica. De esta manera se puede explicar el plagio de manera legaliforme; i.e. “científica”; porque sus condiciones de aparición remiten a una ley y a la respuesta a un estímulo. Así que los investigadores del SNI que han sido castigados por caer en la corrupción académica no lo han hecho porque les agrade el mal por el mal mismo, sino porque la vida a la que aspiran exige cierto nivel de ingresos y reconocimiento público que la ley de Lotka indica no podrán durar, así que deciden incrementar sus probabilidades mediante la estrategia de la corrupción. Estrategia que si se descubre les depara el oprobio. El punto es que la mayoría están sometidos a esas condiciones, por lo que la pertenencia al SNI se revela “trágica” en el sentido griego: luchan contra un destino inevitable trazado por la ley de Lotka. No sabemos si la ley de Lotka tiene validez fuera de las condiciones enunciadas, pero supongamos que vale incluso en el caso general de la producción académica, es decir, en el caso de los estudiantes que para titularse deben escribir una tesis. Si es así la ley predice que la mayoría de las tesis son plagiadas porque la mayoría de la población estudiantil no tiene la capacidad de hacerla. Pero podemos obtener más: si la ley es valida en general la abundancia de reprobados no es resultado de las “condiciones sociales precarias” de los estudiantes, sino un resultado estadístico que exige una teoría que explique el “mecanismo” detallado de su funcionamiento, que bien podría residir en una teoría del aprendizaje. Pero esto son especulaciones que todos aquellos que aceptan que los fenómenos sociales son cualitativamente diferentes de los fenómenos naturales podrían “refutar” mediante el fácil recurso de la irreductibilidad de lo social a lo natural, para sostener a continuación que la productividad científica tiene que ver con los buenos maestros, la motivación adecuada, la tecnología educativa, las universidades de la “Ivy League”, el nacionalismo revolucionario, el compromiso con el pueblo o cualquier otra entidad fantasmal. Ahora bien, debido a que la fantasiosa idea de la excelencia académica es ya la moneda corriente de los diseñadores de políticas universitarias, y a que esa calidad tiene como parte de su definición el fetiche de los títulos académicos y la pertenencia al SNI; i.e. la producción académica en sentido lato, que incluye tesis de licenciatura, de maestría, de doctorado, patentes, vinculaciones con la industria, libros etc.; resulta sencillo combinar la ley de Lotka con la dinámica de los grupos universitarios. Un grupo universitario se legitima mediante sus logros académicos (no hay de otros en las universidades) y cuando llega a la administración de la universidad esos logros son los logros de los docentes universitarios que presume como resultado de sus políticas. Pero como ya hemos visto la pertenencia al SNI es efímera, la producción académica tendencialmente nula, y si los problemas financieros plagan a la institución es claro que habrá corrupción académica generalizada, que ahora se manifestará en falsedades sobre el estado de la institución, negando cualquier deterioro. Y eso porque la idea del grupo universitario es mantener su legitimidad mediante sus logros; que son los logros de otros. Así que no podrá aceptar ni su ineptitud ni la realidad. Nuevamente tenemos una condición trágica. Como hemos visto utilizando la ley de Lotka podemos explicar muchas cosas, aunque quizá no podamos solucionar ninguna. ■
La máquina de escribir no tiene comillas (II)
