Hace unos días, el politólogo José Antonio Crespo hacía referencia en una de sus columnas al compromiso que deben mostrar los actores políticos para que funcione y se consolide una democracia. En ella menciona dos posturas divergentes o, como él las llama, “apuestas antagónicas”. Cualquiera que adopte cada partido político tendrá un impacto en el devenir democrático de un
país.
De acuerdo con Crespo, estas dos apuestas son la democrática, en oposición a una “añeja ideología revolucionaria de inspiración marxista”. La primera juega a lograr acuerdos sobre puntos en común. En ella, los actores están conscientes de las deficiencias institucionales, pero muestran una disposición proactiva de reforma y mejora continua, siempre con acato a la ley. La revolucionaria busca lograr objetivos para transformar a la sociedad, aunque para esto llegue a utilizar recursos fuera de la legalidad y de desacato institucional.
Para justificarse emplea la búsqueda de igualdad social, situación que, según sus convicciones, jamás se lograría a través del ejercicio de la democracia y en la que participa de modo meramente pragmático y temporal. Señala el autor que esta postura deja de lado el evidente fracaso del socialismo real del siglo 20 y menosprecia el éxito de equidad social logrado en lugares como Japón y los países escandinavos por la vía democrática.
En este sentido, vale la pena analizar las posturas de los principales actores políticos de nuestro país y que, seguramente, serán cruciales para que cumplan los compromisos adquiridos ante la sociedad. El “Pacto por México” representa un claro ejemplo de las posturas que puede adoptar cada uno de los partidos integrantes e, incluso, muestra las divergencias al interior de cada uno de ellos.
Hace unos días se anunció por parte del Ejecutivo federal la iniciativa de “Reforma financiera”, como parte de los compromisos pactados en enero por las principales fuerzas políticas del país. Con este acuerdo, dichos actores buscan las reformas necesarias para darle a México la (muy ansiada) oportunidad de entrar y mantenerse dentro del terreno económico internacional, por demás competido.
Un día antes se había firmado un adéndum al pacto, que establece el compromiso de blindar los programas sociales de usos electoreros. Pero, ¿en qué parte se refleja la postura revolucionaria o democrática de cada uno de los actores?
En el evento de presentación de la reforma financiera, los integrantes del pacto tuvieron la oportunidad de exponer sus posturas, incluyendo al Ejecutivo. Las diferencias en las formas y mecanismos para llegar a los determinados objetivos de cada uno de los partidos se reflejó en los discursos de sus voceros.
Como era de esperarse, el discurso del Ejecutivo, a cargo del titular de la Secretaría de Hacienda, así como del mismo Presidente de la República, se centró en puntualizar los beneficios que se obtendrían con esta reforma. Asimismo, enfatizaron el compromiso que hicieron como partido político en la campaña. Ahora bien, los discursos del Partido de la Revolución Democrática (PRD) y del Partido Acción Nacional (PAN) se enfocaron en alinear los beneficios y motivos de dicha iniciativa de reforma financiera con los postulados e ideales de cada uno. El PAN se dijo abierto al diálogo, externó su apoyo y cooperación para el logro de los acuerdos y resaltó el compromiso de humanismo y de cohesión que, como partido, busca para el logro del bien común. Resaltó el beneficio que conllevaría dicha reforma y prometió revisar a detalle su contenido para procurar ser congruente con su misión institucional.
De igual manera, el PRD, haciendo alusión a sus ideales, también externó su apoyo hacia la propuesta de reforma financiera. Como partido de izquierda expuso su inconformidad ante lo que ellos consideran como una práctica “agiotista” por parte de la banca (pública y privada) en nuestro país. Asimismo, hizo alusión a la supuesta indiferencia del Banco Central (Banxico) para corregir y ordenar dichas prácticas de la banca comercial. No obstante, y aún con las diferencias en sus posturas, todos los integrantes firmaron el pacto.
Quizá pueda sonar a pragmatismo puro, o incluso al logro de “acuerdos en lo oscurito” entre las cúpulas partidistas (no se tiene la suficiente información para afirmar o desmentir una u otra posibilidad) pero, pese a las diferencias ideológicas, se pone de manifiesto una forma de diálogo democrático.
En este contexto hubiera sido preocupante que los discursos vertidos por cada partido político hubieran imitado al del Ejecutivo (o partido en el poder), lo cual se hubiera reflejado en la limitación de su libertad de expresión. Es evidente que no es así. Por el contrario, cada partido expresó sus desacuerdos y diferencias, y desde su muy particular perspectiva, busca sacar provecho de cada logro, según el marco de sus propios dogmas.
En las democracias avanzadas, se requiere de consensos entre la diversidad de ideologías (partidos políticos) a fin de lograr acuerdos sobre puntos en común. Lo anterior no significa ceder por completo en todo ni el abandono de intereses propios. Mucho menos significa un “entreguismo” político y sí, muy por el contrario, visión política en pro de los propios ideales, pero a favor de la sociedad. ■