Fiasco, es la palabra que nos viene a la mente, para tratar de sintetizar los resultados de la Cumbre del Cambio Climático en París -COP21-. La misma palabra, con que el escritor Stanislaw Lem, tituló su gran novela de ciencia ficción (Fiasco) cuyo final transcurre mientras los protagonistas -procedentes del planeta tierra- esperan la hecatombe que destruirá la vida de aquel otro planeta.
Fiasco: es una palabra que nos ayuda a pintar negro sobre blanco, tanto la magnitud de la tragedia -desde el punto de vista de la humanidad- a la que el cambio climático, de claro origen antropogénico, nos lanza, por lo demás, a una creciente velocidad, donde juegan vectores aún difíciles de calcular, como las emisiones de gas metano, producto del deshielo polar. Como también, por el otro lado, nos permite mostrar la “inanidad” de las políticas definidas en la COP21, por los “tomadores de decisiones”, para usar ese horrible término, con que se encubren a las in-educables e incorregibles élites (¿el 1%?), enfrascadas -a nivel global- en una lucha por incrementar y/o mantener el poder que detentan, lo que nos aboca -sin apenas tocar baranda- hacia escenarios terroríficos (¿al 99%?) donde, los primeros afectados son los más desfavorecidos.
Siguiendo la interpretación de la organización de Amigos de la Tierra, los acuerdos no contemplan, entre otros: la falta de reconocimiento para no aumentar la temperatura por debajo de 1,5ºC. También, es relevante, que no se hagan referencias explícitas al conjunto de medidas concretas para mantener la temperatura por debajo de ese umbral. Además, se excluye la mención directa de las herramientas necesarias para lograr ese objetivo, entre ellas la “descarbonización” de la economía -reduciendo las emisiones de CO2-, omitiendo establecer un horizonte temporal para reducir las emisiones a cero, etc. En cuanto a la financiación, que se encuentra presente en los acuerdos, si bien se establecen compromisos explícitos, se trata de la administración a cuentagotas de pequeñas cantidades de dinero de los países más ricos y principales responsables del cambio climático por la cantidad de emisiones emitidas por sus economías y sociedades consumistas, hacia los países más pobres.
En fin, a reserva de los análisis más pormenorizados y precisos a elaborar después de este sábado 12 de diciembre, una vez que se haga público el Acuerdo definitivo de la COP21 (que sustituye a los Protocolos de Kioto), todo permite anticipar que estamos -una vez más- frente a un fiasco, cuyas consecuencias son equivalentes –ahora en “cámara -un poco más- lenta”- al sentido del final de la novela de Stanislaw Lem. Bien resumido en los títulos de diversos artículos aparecidos en los últimos días. El de Maxime Combe, en su texto sobre el “El comercio internacional deberá proseguir sin obstáculos, incluso en un planeta muerto” – O el titulo elocuente de este otro artículo de Enric Llopis, “La Cumbre del Clima entre la represión y la amenaza de “colapso”, entre muchos otros.
La gran bifurcación señalada (parte1/1), entre, por un lado, los Estados policiacos/autoritarios/mediáticos/, etc., formas de totalitarismo al revés, con que se recurrirá a una salvación, impuesta desde arriba, unidimensionalmente tecnológica. Se trata de un “camino sin salida”, que pesará de manera insostenible, en breve tiempo. Es vital, rechazar estas creaciones políticas/social/históricas -perversas-.
El otro escenario –antinómico-: se trata de una alternativa, fruto del debate y experimentación social/política, (para no introducir aquí la larga duración), sintetizada en el twitter del epígrafe de Amigos de la Tierra. Desde esa misma perspectiva, una vez que los Estados han demostrado -en definitiva- ser parte del problema, más que de su solución, son los movimientos ciudadanos “desde abajo”, los que deben emprender la gran transición: del modelo de consumo, mediante el decrecimiento y la economía circular sin residuos; de la producción de energía, mediante su democratización radical; de la alimentación, mediante la agricultura sostenible.
Es utópico esperar una mágica –imposible- solución “desde arriba”. Debemos sortear la parálisis a que puede conducirnos una laxa interpretación del verso de Hölderlin, “Ahí donde crece el peligro crece la salvación”, o del ideograma del I Ching, “crisis significa oportunidad”. Mejor, reinterpretándolos, relancemos la urgencia y el apremio a la acción, repensando la frase de Castoriadis, “Nadie podría salvar a la humanidad de su propia locura, -o del suicidio-“.
El cambio climático, solo puede resolverse reinventando nuestras formas de comprender y de hacer política. Construir “desde abajo” una “sociedad en movimiento”, autoinstituyente, profundamente creativa. En tal horizonte necesitamos, trascender la estrecha visión estadocéntrica, asumiendo la revolución energética, apuntando a reorganizar Zacatecas… en el amor del tiempo. ■
Ver: https://www.youtube.com/watch?v=0Om1Wr8qK7k&feature=youtu.be
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