La Gualdra 280 / Río de palabras
Flotan entre las pertenencias ajenas
con la precisión de una katana en las manos de un samurái
entran, permanecen y huyen de la escena
en leves minutos
sin hacer siquiera un movimiento en falso
son como el actor de la película
que aparece apenas en el guión -diríamos-
de forma, aleatoria
pero, su intervención posibilita la trama,
hace la historia:
ni el príncipe salva a ninguna princesa,
ni el asesino en serie es atrapado
por el experimentado agente
en el último vagón del tren en marcha,
ni el héroe americano mirada tipo Gatsby
salva al mundo de una amenaza cósmica
las mucamas, son esa parte de nuestro guión:
son indispensables sin saberlo
sigilosas incluso con la mirada,
al cruzarla con algún huésped,
descienden las pestañas de rímel barato
convirtiéndola en la ceniza
que cae del cigarro de la boca
de una mujer que comprende,
que la vida se le irá en besos
y en despedidas
flotan, entran, permanecen y huyen de la escena
como lo hace el asesino o el amante perfecto
dejan la herida, pero, de preferencia, nunca la sangre,
dejan todo como estaba:
cada calcetín y cada recuerdo
donde deben estar,
la cicatriz perenne del tiempo
en el rincón,
en espera del siguiente huésped
modifican hasta el último átomo
habitado y deshabitado hasta el infinito
por seres que van, vienen y nunca están
seguirán haciéndolo hasta que la última nube
se precipite para dar agua a los árboles,
o charcos
para que salten los niños en verano.
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