En un entorno hostil y de resistencia, las reformas impuestas por el Poder Ejecutivo, abaladas y solapadas por las Cámaras de Diputados, tanto federales como estatales y de senadores, avanzan sin miramientos ni recato; sin la más mínima contemplación sobre la falta de estructura, con carencia de vigilancia, mucha displicencia y la corrupción que esto genera, las enmiendas constitucionales que se supone, traerían beneficios a toda la población, se han convertido en el pandemónium para los afectados, como es el caso de los trabajadores de la Educación, pues en el panorama ideal que planteaban, situaciones tan controvertidas como el ingreso al trabajo y la promoción en el mismo, serían más transparentes y se evitaría por ende cuestiones tan controversiales como la venta de plazas o la concesión de las mismas a cambio de ciertos favores.
Sin embargo, lejos de perseguir el saneamiento de un sistema por demás utilizado para lograr fines muy oscuros y lejanos a la labor educativa, se ha gestado un campo fértil para quienes con malicia y aprovechando el momento, forman círculos de poder, en los que el compadrazgo y el nepotismo posicionan tanto en puestos estratégicos y hasta en los más comunes a personas “fieles”, o bien convenientemente simpatizantes de políticos y funcionarios de gobierno que aspiran a serlo, con la nefanda intención de mantenerse en el puesto o lograr uno mejor, pasando por encima de las enmiendas constitucionales, dándose así la contratación de personal sin perfil afín a la labor educativa o bien fuera de tiempo, sin hacer el examen correspondiente para la obtención de una plaza y por el contrario a quien lo presenta, mantenerlo en lista de espera, con subcontratos de quince días, en los cuales les es imposible generar derechos, si es que aún existen o peor aún, situándolos en las comunidades más remotas, en donde más que acceder a un beneficio con el empleo al que se ingresa, literalmente, se vuelve al pasado, hasta aquel apostolado del magisterio durante el porfiriato, en el que los docentes y educadores tenían la loable tarea de llevar la educación a los rincones más aislados del territorio nacional, empero, con la mínima protección del Estado, con salarios semestrales, si bien les iba e incluso anuales, además de la constante zozobra de llegar a territorios hostiles, abundantes en cuatreros y asaltantes, curiosa y terroríficamente similares a los que hoy, en el territorio zacatecano existen y que obviamente, la gente cercana a las autoridades educativas y políticas del Estado desconocen y desconocerán por completo, igual que la lucha para acceder a una plaza de docente y un lugar de base por los que los normalistas y estudiantes de las escuelas, dispuestas por el mismo gobierno para la formación de profesores, estudian mínimo durante cuatro años de formación profesional.
No obstante, y aunque suene a burla, el gobierno del estado en cada oportunidad dice estar comprometido con el magisterio, cercano a su causa y labor, repitiendo la fórmula mediática del Ejecutivo nacional, incluso con la negativa a recibir a las representaciones magisteriales durante el paro de octubre de 2013, haciendo uso de emisarios y secretarios que se comprometieran en aquel proceso, en su nombre, a respetar la labor y derechos de los maestros, firmando minutas, las cuales hoy en día han sido ignoradas y desconocidas, cuestión que además de evidenciar que las palabras, aún firmadas ante notario, se las lleva el viento, dejan claro que la soberanía de los estados ha sido remplazada por el centralismo que imperara en los tiempos de López Portillo, en el que cualquier movimiento o ingreso en la cadena de mando y laboral, debía ser promovido y aprobado por la administración central, es decir el Poder Ejecutivo y su camarilla, resultando de este modo en el refuerzo de las políticas neoliberales del Estado mexicano, con muchas leyes, pero respetadas solamente por las bases y demostrando que para las autoridades, todo es posible con tal de “mover a México”, obviamente que para donde ellos quieren y en beneficio de muy pocos.
La suerte para el magisterio zacatecano y nacional está echada, con la anuencia del sindicato oficial, el panorama más que tornarse más claro, se vislumbra desolador, poco prometedor y con la ley de excepción, ya que no es posible llamarla de otra manera, el ingreso al sistema por parte de los estudiantes normalistas zacatecanos aspirantes a docentes es y será cada día más inaccesible y sus opciones de trabajo nulas. ■
Y nos siguen faltando 43.
*Profesor de primaria y disidente.