Desde hace décadas, específicamente desde el salinismo, nuestra clase política dejó de ver lo público como una herramienta para cambiar la realidad de nuestro país y comenzó a verla como una vía para beneficiarse a si misma, a su grupo político, allegados y familiares, convirtiendo a la administración pública en una herramienta para corromper y generar entre los políticos una cultura huesera, es decir, nuestra clase política, en su gran mayoría, vio en lo público y político una forma de cambiar su estatus social y económico.
Esta clase política emanada del modelo neoliberal, convirtió a los partidos políticos en cotos de poder en los que una cúpula o élite (según ellos) política se ha repartido entre unos cuantos, las candidaturas, desde regidores, diputados locales, presidentes municipales, gobiernos de los estados y hasta la Presidencia de la República, como lo hicieron PRI y PAN al simular una transición política por primera vez en México al entregar la Presidencia a Vicente Fox para dos sexenios después, recuperarla con Peña Nieto, sin que en ninguno de estos tres sexenios, hubiera investigaciones por hechos de corrupción.
Esto que señalamos queda evidenciado con la publicación que realizó en diversas redes sociales el presidente nacional del PAN, Marko Cortés, en la que exhibe un documento firmado por él, el entonces candidato a gobernador de Coahuila, el dirigente nacional del PRI Alito Moreno y otros actores políticos de ambos partidos, en el que pactan entregarle la candidatura al priista y éste a su vez se comprometía a entregar a los panistas una cantidad de notarías públicas, Secretarías de Estado, direcciones, el Instituto de Transparencia y hasta una ratificación de un magistrado.
Este hecho demuestra que nuestra clase política fue formada bajo una cultura huesera, en la que se pone a lo político y lo público como una rebanada de un pastel que pueden repartirse para beneficio propio mientras que los mexicanos pagamos las consecuencias de ser gobernados por ineptos que llegan a los encargos por “acuerdos políticos”.
Esta cultura no es meramente característica de los actores de derecha, en todos los partidos políticos ha habido actores que perciben de esta forma el quehacer político y público en el país y gracias a esta cultura es que han existido desvíos de recursos que han quedado impunes durante décadas, actos de corrupción e incluso vínculos de políticos con grupos criminales que participan en todos los ámbitos.
Esta forma de percibir lo público nos ha gobernado durante décadas, trayendo político millonarios y millones de mexicanos viviendo en condiciones de pobreza, injusticia, impunidad y un país sumido en la violencia, todo esto consecuencia de pactos y acuerdos entre grupos de políticos incrustados en lo más alto de los partidos políticos que han designado a nuestros candidatos sin considerar a las bases militantes o ciudadanos en general.
La medicina para ello es continuar con la transformación del país y profundizarla al grado de reformar nuestro sistema de partidos para que deje de ser una herramienta de unos cuantos para repartir candidaturas sin ningún método democrático que involucre a las bases y ciudadanos en general, arrebatarles a las cúpulas partidistas la toma de decisiones, arrebatarle a los legisladores y ejecutivos (incluyendo los estatales) la facultad para designar a ministros y magistrados en el Poder Judicial y de los Estados para poner en las manos de los mexicanos la facultad para decidir quiénes los representan.
La democracia en nuestro país no puede seguir siendo simulada, mucho menos debe continuar un sistema en el que unos cuantos eligen a quienes serán los candidatos para que luego los mexicanos tengamos que elegir entre sus opciones, debe pesar la decisión de los mexicanos y de las bases partidistas, deben elegirse a impartidores de justicia según los intereses de los mexicanos, según uno de los derechos más valiosos de los mismos: La justicia.
El país de unos cuantos está quedando atrás, la democracia simulada comenzó su fin con el triunfo de la 4T, aún así, para que esta pueda ser profundizada, deben impulsarse una serie de reformas que ponga en las manos de los mexicanos el verdadero poder para decidir el rumbo de su país, reformas pendientes que serán una realidad logando el plan C de la 4T.