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miércoles, 14 mayo, 2025
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Desde el espacio exterior

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Por: ALBERTO VÉLEZ RODRÍGUEZ • ROLANDO ALVARADO •

El 9 de enero, en la revista “Rolling Stone”, aparece una entrevista que el director de cine, actor y activista, Sean Penn, le hizo al narcotraficante Joaquín “El Chapo” Guzmán. En ella se nos recuerda lo que innumerables “narcomantas” han diseminado a lo largo de todo el país: el Cártel de Sinaloa está formado por “hombres de negocios” que recurren a la violencia en caso de necesidad, no de manera sistemática para propalar el terror, como hacen sus oponentes. También se reconoce el valor de la actriz de telenovelas, Kate Del Castillo, por haber facilitado la realización de la entrevista, ya que, al parecer, el líder narco se comunica con ella mediante cartas para trazar los planes de una película acerca de su vida. Comunicación que se mantuvo incluso después de julio de 2015. No hubiera estado mal que, como Rigo Tovar, Guzmán Loera fuera el principal actor de la cinta, así que es una lástima que en la próxima película sobre la fuga del Chapo el actor será Irineo Álvarez, que podría resultar mejor “Chapo” que el “Chapo”, como ocurrió con Sofía Espinoza, que salió mejor Gloria Trevi que la mismísima Trevi.  Se supone que, haciendo uso de alta tecnología y de ingenieros entrenados en Alemania (Penn dixit), los secuaces del Chapo lograron construir un túnel equipado con oxígeno, rieles, trenecito y luz eléctrica por debajo de la prisión de “máxima seguridad” de Almoloya sin que nadie se diera cuenta. La versión es inverosímil, pero quién se tragó “Escape de Alcatraz” con Clint Eastwood se puede tragar eso y más. Sin embargo, el que sea inverosímil no implica que todo haya sido un montaje. Por lo tanto a partir de julio de 2015 El Chapo volvía a ser lo que usualmente era: un prófugo de la ley. El Gobierno Federal, por supuesto, no escatimaría recursos ni esfuerzos, sacrificio e inteligencia para lograr recapturarlo.

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Los que se pusieron felices fueron los teóricos de la conspiración, porque todo parecía indicar lo que ellos han sostenido siempre: estamos presenciando una parodia desarrollada por el gobierno mexicano, el nefasto gobierno norteamericano, Hollywood, Televisa y Tv Azteca para desviar la atención del remate del petróleo, de la destrucción de los contratos colectivos de Pemex y el magisterio, y de una posible devaluación. Pues bien, pasó todo eso: el petróleo pasó a manos privadas, el contrato colectivo de Pemex fue modificado y el magisterio tuvo que hacer sus exámenes de evaluación con operativos de seis mil policías a su lado. Y por supuesto, el dólar cuesta 18 pesos y podría llegar a 20. Todo esto no implica, sin embargo, la existencia de un plan diseñado que está siendo llevado a cabo. Thomas Reid, en sus “Lectures on Natural Theology” de 1780, sostenía que si un hombre arrojaba una moneda 400 veces, y las 400 veces aparecía águila, no podía haber ninguna influencia del azar, sino que algo debía estar provocando ese comportamiento. Según él y sus muchos sucesores y antecesores, aquello que tiene una probabilidad muy pequeña de ocurrir no ocurre, a menos que algo provoque esa ocurrencia. Los teóricos de la conspiración razonan de esa manera, porque para ellos los eventos revelan un diseño, la acción de una inteligencia que está manipulando las cosas de acuerdo a un plan. Por eso cuando se captura al Chapo Guzmán y, a la vez, ocurre una devaluación y se caen los precios del petróleo, no conciben que eso sea una coincidencia, debe ser parte de un procedimiento para distraer la atención del pueblo de las maniobras en su contra que está perpetrando el mal gobierno. Veamos, sin embargo, a dónde nos lleva ese método de razonamiento. Supongamos que, después de todo, sí hay una inteligencia ejecutando un plan. Pero tal vez  no tenga nada que ver con el pueblo y sus aspiraciones, sino con el entramado cultural de nuestra sociedad de consumo, al que los narcos no son ajenos. Podríamos pensar que todo el asunto del Chapo se basó, efectivamente, en un montaje, pero ese montaje consistió en el twit que Kate Del Castillo escribió solicitándole al Chapo que trafique con amor, y en la posterior amistad que desarrolló con el criminal. En el interés que Sean Penn mostró en conocer al traficante  y en toda la parafernalia alrededor de la entrevista. Que tal es el auténtico plan, consistente en utilizar a los actores y actrices como operativos encubiertos para capturar no únicamente criminales conocidos, sino políticos, intelectuales, activistas y aspirantes a redentores al explotar el gusto de todos ellos por las queridas y la farándula, es lo que podría parecer más improbable, pero también más inquietante.

Hay una gordísima novela de Daniel Sada, en la que todo acontece en un pueblucho polvoriento, que de tan olvidado y cargado de cadáveres bien podría ser Mazapil, con cuyo título podemos resumir nuestra condición: “Porque parece mentira la verdad nunca se sabe”. ■

 

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