La Gualdra 672 / Paisajismo / Arte
La historiografía enfocada en la transición de la Nueva España al México Independiente ha sido fructífera en sus diversos ámbitos de estudio. La magnitud histórica del movimiento insurgente es motivo de análisis en aspectos territoriales, económicos, políticos y sociales para la época. Sin embargo, la realidad espacial del México recién fundado suele tener varios vacíos en la literatura por diferentes circunstancias: el estancamiento de la producción cartográfica, la desintegración territorial profunda emanada de las luchas de poder local y la desigualdad social ante el acaparamiento de herencia virreinal. Los dos motores novohispanos se encontraban en crisis, la ganadería y la minería. Los primeros esfuerzos de reconocimiento y delimitación de fronteras administrativas fueron un lustro después.
Por ello, hoy les cuento otra perspectiva de los estudios territoriales para el México naciente, el paisajismo. Los viajes de Humboldt fueron un parteaguas para el conocimiento científico en el periodo virreinal tardío. A través de su legado, se motivaron diferentes exploraciones europeas con fines académicos y turísticos. Los profesionales europeos recorrieron nuestro país y plasmaron en diarios de viaje, itinerarios, crónicas y la pintura un retrato natural y social de la época. Uno de los alumnos prolíficos del pensamiento Humboltdiano es alemán Moritz Rugendas, quien se encargó no sólo de pintar los paisajes del centro de México, sino, producir descripciones etnográficas las cuales retratan la cotidianeidad de varios sectores de la población.
Rugendas se une a una serie de profesionistas holandeses, ingleses, franceses y alemanes que hicieron levantamientos geológicos, descripciones físicas del entorno y registros botánicos. La mayor parte de estos registros se debió a la incursión de inversión privada en los aprovechamientos metalúrgicos –México se encontraba en crisis económica tras la baja recaudación, el Estado no podía extraer los metales–. Los científicos dispuestos no se limitaron al conocimiento de las condiciones geológicas, también se interesaron en la realidad social.
En este sentido, Rugendas realizó exploraciones en la Amazonia brasileña y África en donde se enfocó en la naturaleza salvaje con una perspectiva científica alemana denominada exotismo y tropicalismo –situado en un lapso marcado por el determinismo geográfico–. En México estuvo en el centro del país, pero, quiero resaltar dos pinturas que hizo del volcán Nevado de Toluca, que desde entonces llamaba la atención a sus visitantes por sus cimas nevadas, un piedemonte con una densa cubierta forestal y el valle fértil –algo que la mayoría de los viajeros comparten, incluso algunos comparándolo con regiones europeas–.
En las crónicas del viaje de Rugendas, sobre sus pinturas relató que era un valle fértil; enfatizó en el manejo hídrico de ríos, arroyos y lagos, que, con diques, hacen riego artificial de los campos de cultivo. Esta infraestructura se complementó con caros acueductos que se extienden por kilómetros. El valle, ahora administrativamente mexicano, no perdió algunas tendencias novohispanas, como la predilección de siembra por trigo y maíz, que son arados por mulas o caballos. El paisaje de magueyales continuó, ya que el pulque se prolongó como la bebida preferida por la población. Los arrieros movían grandes cantidades de éste, en especial para la Ciudad de México. En general, era un cultivo de altos rendimientos, pues la planta no requería cuidado, por lo que se plantaron miles de ejemplares anuales.