La impresión y tentativa difusión de los textos para educación básica en nuestro país ha desarrollado un sinfín de comentarios en los medios de comunicación y, de forma particular, en redes sociales desatando toda clase de memes y opiniones que no dejan de extra polar y ejemplificar el terreno político electoral y social. Ante ello, es necesario generar cuatro reflexiones de importancia que se enmarcan en este hecho:
La primera de ellas es entender que cada uno de los gobiernos y la ideología que enarbolan, imprimen un sello propio a las dinámicas educativas, su visión de concebir al Estado, construcciones diferenciadas de la historia y, tal vez por ello, en el terreno de los políticos se recrea la frase “la historia la escriben los vencedores”. En este caso debido a la algidez electoral, hemos sido testigo de diferentes “verdades históricas” en relativamente poco tiempo.
Un ejemplo claro lo encontramos hace cerca de 85 años, bajo el gobierno presidencial del General Lázaro quien, aún en este momento es reconocido, con mucho, como el mejor Presidente de la época postrevolucionaria. Recordemos que en su tiempo la educación era: laica, gratuita, obligatoria y socialista, lo que derivó en una serie de enfrentamientos entre el gobierno y la iglesia católica, en el contexto de grandes secuelas por los conflictos cristeros. Algunas maestras y maestros pagaron con su sangre tal visión. Esta visión socialista fue mermándose en la presidencia de Ávila Camacho y sobre todo de Miguel Alemán, ante el previsible conflicto de la llamada Guerra Fría, y donde dicha visión política y tinte formativo, resultó insostenible.
En segunda instancia, se observa que es legítimo impregnar la visión de la clase gobernante en el proceso formativo de sus ciudadanos, misma que es la base del gobierno del Presidente López Obrador, la cual se ha consolidado a través de la Nueva Escuela Mexicana (NEM). Entre otras temáticas; busca dotar a la ciudadanía de capacidades que los orienten en la necesidad de participar en la vida política con una mayor calidad de elementos, ya sea para una elección popular, una consulta, o un plebiscito. Esto con la finalidad de concientizar que mientras más personas se integren a los modelos de participación política, de más alta calidad será tanto los procesos democráticos como los servicios y derechos que pudieran incentivar los gobiernos surgidos de la vida electoral.
Un tercer punto es el debate social generado. Si bien no es la única ocasión en la época contemporánea que se ha derivado el debate social, sí ha sido una de las más álgidas sobre los materiales que se utilizan para la enseñanza básica. Creo, en buena medida, que se está potenciado por la politización que existe en torno al ejercicio gubernamental del Presidente, bien si es el caso, pero independientemente como sociedad, debemos de prestar igual importancia a los contenidos que se imparten en la escuela pública (la formación privada es otro debate), y sobre todo en la formación básica y media, que si bien se describen como “contenidos guías” serán en buena medida la formación base de un conglomerado de mexicanas y mexicanos que apenas concluyen su educación secundaria con 9.7 años de educación promedio, es decir, durante estas etapas buena parte de las mexicanas y mexicanos recibirán el 100% de recursos de la educación escolarizada.
Una cuarta reflexión está abocada a la polarización de los debates. Hay quienes en defensa a la ultranza de las acciones del gobierno del Presidente Andrés Manuel, suelen contrarrestar la distribución de los libros con publicaciones o imágenes que reproducen contenidos como: “mejor vigilen los contenidos que sus hijos ven en la tele o en los celulares”, nada más erróneo. Veámoslo así, distingamos entre las acciones públicas y libertades personales. Desde hace un par de años y orientado en gran medida por los Objetivos del Desarrollo Sostenible, el acceso al internet y a la recreación (Derechos Económicos, Sociales y Culturales) son derechos que en ocasiones están ligados a la capacidad de consumo y que al Estado le debería de corresponder cumplirlos, con la dificultad que ello conlleva. Sin embargo, la educación (al menos en niveles iniciales y medio superior) es laica, gratuita y OBLIGATORIA, es decir, el Estado bien pudiera poner en marcha iniciativas para que las o los jefes de familia estén más al pendiente de lo que sus hijos consumen, sería un ideal, pero lo que sí es una obligación y atribución del Estado, es ofrecer educación de la más alta CALIDAD posible, dado que buena parte de la población mexicana carece de los recursos necesarios para ingresar a una educación privada.
Hoy quienes respaldamos la visión de la Cuarta Transformación debemos asumir que de darse la continuidad para el próximo periodo presidencial del 2024-2030, se deberán fortalecer elementos como la “autocritica”, el presente Gobierno en buena medida a carecido de ella, porque electoralmente no le es tan necesaria; pero debemos tomar en cuenta que, en cualquier organización, sea política, empresarial, religiosa, etc. Es un ejercicio necesario que previene la autodestrucción o el autosabotaje, esto bajo la perspectiva de seguir consolidando una visión de Estado en donde prevalezca el: “primero los pobres”.