Quienes atendemos noticieros, periódicos y talk shows hemos leído u oído despotricar contra la revista Proceso en innumerables ocasiones; si bien nadie convincentemente a lo largo de una prolongada existencia ha podido refutar aún la veracidad de los reportajes o aseveraciones ahí publicados; y las acciones legales alguna vez intentadas desde lo alto del poder político en su contra terminaron más que en el fracaso en un ridículo estrepitoso.
Me temo sin embargo lo asentado en la portada del número 1970: Michoacán violento; El fracaso del Virrey, no corresponde a la realidad; ya que si bien la violencia en esa entidad continua inalterada, en el mejor de los casos, por inocultable que tal hecho resulte no necesariamente implica el fracaso del comisionado; pues acaso lo sería si su encomienda efectivamente fuera la consecución de la seguridad y el desarrollo del estado de Michoacán; empero hasta donde alcanza la memoria el nombramiento de dicho personaje se produjo NO cuando la violencia criminal se apoderó de dicho estado sino previa campaña de descalificación y difamación cuando en respuesta a tal violencia y ante la pasividad o franca complicidad de las autoridades de todos los niveles aparecieron las autodefensas, y consiguieron éstas desmantelar algunas estructuras criminales; y no se ha ocupado, hasta ahora, el así llamado virrey, de combatir la inseguridad o fomentar el desarrollo sino de neutralizar, dividir y encarcelar a los dirigentes reacios de las dichas autodefensas, y, las cosas así, aunque no haya sido particularmente exitoso tampoco puede decirse, todavía, que haya sido un fracaso.
Quien acaparó los encabezados durante la semana pasada fue, pero como no un gober precioso, esta vez el de Sinaloa, que emitió una ley que sometía a los medios a reglas similares a las del virreinato, sólo para abrogarla en seguida y quedar como paladín de la libre expresión. No cabe la menor duda de que si bien cobran los suyo, cumplen con creces, tan singulares especímenes, con su deber casi único: brindar solaz y sano esparcimiento.
Por falta quizá de una promoción adecuada, o bien el recrudecimiento de la sempiterna crisis económica, o tal vez un desfavorable contraste con el reciente campeonato mundial, o por no haberse definido aún la jurisdicción de cuál de las santas patronas corresponde al equipo; el caso es que según revelan las gráficas de la prensa se ha abstenido, el público pambolero local, de acudir al estadio a apoyar a los Mineros de Zacatecas, sin importar cuán airosos hayan éstos salido ante los Dorados de Sinaloa, los Brujos de Catemaco o los Bailarines de Chalma.
Aprovecho, no sé qué tan indebidamente, la presente entrega para dos propósitos personales: emitir un voto de censura a los jornaleros que procesan mis textos, a los que no les da la gana que las expresiones en lengua extranjera aparezcan en cursivas, o los términos que deseo enfatizar vayan en mayúsculas; y enviar un fraterno saludo al Pato, alias Eduardo Ramírez, único lector certificado de esta humilde pero sincera columna: Ton´s qué mi Patiux. ■