La Gualdra 254 / Río de palabras
Es que dio justo con el dedo en la llaga. Me dice con la voz entrecortada y con las lágrimas asomándosele a los ojos. Y eso que ya me lo esperaba pero no le hice caso a mis presentimientos, preferí esperar guardar silencio. Ahora que lo pienso no debí dejar que llegara hasta este momento, pero es que uno de mujer siempre guarda un resto de esperanza en uno de los pliegues del corazón. Sí, eso duele bastante, pienso, que le maten a uno la esperanza, estoy a punto de decírselo, cuando suelta el llanto. Es que me duele, me duele tanto, por ser tan tonta y por dejar que me manejara a su antojo, como si fuera su carro, ese último modelo que trae paseando por las calles apantallando gente, haciéndose el carita con las chavas. Si ni siquiera lo ha pagado, lo sacó en abonos porque de otra manera no puede. Tal vez es, eso pienso, lo económico, lo que le pesa, o también el orgullo. El orgullo es más canijo pienso, y estoy a punto de decírselo cuando de pronto cambia el tono. Pero ahora sí no vuelvo y es que lo que me hizo no se le hace a nadie, me pegó fuerte en la llaga, como sólo él sabe hacerlo, me lo dijo tres veces: no te quiero porque estás gorda, gorda, gorda. Agarra el pedazo de pizza que chorrea de grasa entre sus manos, yo ya mejor no le digo nada, para qué le aumento la pena, para qué le doy otra vez con el dedo en la llaga. La verdad no creo le interesen mis consejos.