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lunes, 7 julio, 2025
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Los transgénicos, la otra ignominia

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Por: ERNESTO MCKENCIE •

En materia de transgénicos hay una barbarie “eficientista” científico tecnológica que está provocando un desastre en los cultivos milenarios. No es sólo la presunta productividad de los organismos genéticamente modificados, OGM, lo que está provocando este desastre de dimensiones impredecibles. Productividad no demostrada.

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Es, entre otros factores gravísimos el control por emporios trasnacionales del universo genético de las semillas y la imposición, uniforme, de especies o subespecies “selectas” por otras a cultivar. Lo han dicho una y mil veces que los transgénicos resolverán el problema del hambre en el mundo. Falso. Hay suficiente producción alimentaria para darle de comer a los más de mil millones de personas que carecen de los mínimos básicos. En México andamios como por ¡53 millones de personas que no tienen acceso a los mínimos básicos!

No sólo de maíz: divina planta. No. El problema no es de producción. Es de distribución. De monopolios alimentarios que controlan los mercados. Los transgénicos son la forma más monstruosa de control alimentario desde las trasnacionales, Monsanto, al cuyo principal objetivo No es el suministro de alimentos a las poblaciones más desfavorecidas: es la ganancia que ofrecen las patentes por sus cultivos. Cultivos que además requieren de una inmensa cadena de agroquímicos, tóxicos, para beneficio de las compañías adjuntas (Chemical Ltd… etc).

La biotecnología, la ingeniería genética se han sofisticado tanto, que por ejemplo las megaempresas trasnacionales, con sede en gringolandia, pretenden imponer un mercado de consumo uniforme. Uniformemente controlado por ellos.

Tienen los bancos de semillas más grandes del mundo. No sólo de maíz. Y eligen qué, cuándo y dónde se siembra el tipo de maíz que ellos decidan. Evidentemente esto atenta contra la cultura milenaria que de generación en generación los pueblos de México han cultivado.

Y allí en esa mercadería están las instituciones, los individuos perfectamente sujetos de Semarnat, Sagarpa, Cofepris, Gobierno Federal, Bolsa de valores, amigous soscious gringous y un largo etcétera que juegan a meter el mercado de semillas transgénicas, (cultivos, cosechas, producto, distribución, mercado, a las bolsas de valores para ganar a costa de un mercado impuesto a punta de salvajismo).

En cambio… La sabiduría de los pueblos no tiene precio alguno en los mercados, sea Wall Street, La City, Bruselas, Tokyo o Singapur.

Sus patentes sí. Y pretenden imponer una semiesclavitud agrícola a pagar de semillas cuyo origen es México; sus pueblos; la cultura de los campesinos, indígenas que le han cultivado durante siglos y han transformado a esa gramínea en una delicia de cientos, si no es que miles de formas gastronómicas de ingerir.

Estos desequilibrios en un mundo regido por los mercados financieros, especuladores, mercenarios jode, extingue, desvaloriza la cultura de los pueblos; les precariza. Y los somete a un vertiginoso mercado donde los monopolios científico-tecnológicos resultan ganones. Los pueblos se amuelan.

Es como cuándo convierten deuda externa por ecología; por protección ecológica de los recursos naturales de América Latina, África, etc. Por cierto, hace un día me enteré que esta lacra de FECAL, con un ex director del Banco Mundial, crearon su equivalente a la OCDE -la de Gurría y Salinas- para hacer negocios híper millonarios a costa del cambio climático.

Los descubrimientos científico-tecnológicos deprendidos de la manipulación de genes de semillas es otro rostro del atraco, las atrocidades que pretenden imponer los megaempresarios gringous a los pueblos del mundo.

A mí me gusta el huitlacoche, con epazote, porfis y en kekas hechas a mano. ■

 

No jodan.

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