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jueves, 28 marzo, 2024
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La sustentabilidad en el combate a la pobreza

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Por: MARCOS IBARRA INFANTE •

El agotamiento de los recursos naturales, la alteración de los ciclos agrícolas, los desastres naturales derivados del calentamiento global, el incremento de los índices de pobreza y la desigualdad en la distribución del ingreso son algunos de los elementos que en las últimas décadas han puesto al centro del debate mundial la necesidad del diseño, desarrollo e implementación de medidas de Desarrollo Sustentable que busquen restablecer los equilibrios a nivel ambiental, social y económico entre las actividades productivas y su entorno. Este equilibrio es de la mayor relevancia porque esta en juego el futuro de la humanidad, ya que como lo señala el Informe Brundtland, de la ONU: “El desarrollo sustentable hace referencia a la capacidad que haya desarrollado el sistema humano para satisfacer las necesidades de las generaciones actuales sin comprometer los recursos y oportunidades para el crecimiento y desarrollo de las generaciones futuras”.

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Esta búsqueda por generar sustentabilidad se ha institucionalizado a nivel mundial a través de prácticas, políticas públicas y programas que establecen estados y regiones para generar mejores condiciones de vida para sus habitantes, sin embargo, la mayoría de los esfuerzos se han enfocado al tema ambiental y a su vinculación con el sector empresarial, quedando mucho camino por recorrer en lo que se refiere al impacto que tiene la sustentabilidad y la ausencia de ésta en las personas más desprotegidas.

De entrada, son las personas en pobreza y pobreza extrema las que más sufren la ausencia de prácticas de sustentabilidad en su entorno. Si la contaminación afecta sus pequeñas parcelas, el río donde beben agua, el bosque donde recolectan comida, la ausencia de recursos les impedirá cambiar de actividades o les será imposible cambiar de residencia, es decir, a su pobreza se le cargará también el costo de prácticas ambientales nocivas hechas por las empresas o por otras personas. Un ejemplo muy claro lo tenemos con las sequías en las zonas serranas tarahumaras, que ante la afectación de sus ciclos de lluvia, por el efecto invernadero, han sufrido al grado de no tener comida suficiente para su sobrevivencia. Son también los más pobres los que tienen mayores problemas para abandonar actividades económicas poco sustentables. Es decir, actividades como la tala (a pequeña escala), la cacería furtiva, las ladrilleras, entre otras, significan para muchas personas en pobreza extrema la única o casi la única actividad a la que pueden dedicarse ante sus problemas de movilidad, de cercanía a otras fuentes de empleo, o la posibilidad de adquirir el equipo básico para dedicarse a otra cosa. El tejido social entre los más pobres sufre una degradación más acelerada, ya que las carencias y necesidades se conjugan con resentimiento y desconfianza de las múltiples promesas incumplidas.

Bajo este contexto, abordar el tema de la pobreza desde la óptica de la sustentabilidad cobra enorme relevancia porque permite hacer acciones con un enfoque de largo plazo (“sin comprometer los recursos y oportunidades para el crecimiento y desarrollo de las generaciones futuras”), y porque considera no sólo aspectos ambientales sino también económicos y sociales, es decir, un enfoque integral e integrado. Si las políticas públicas de atención a la pobreza y pobreza extrema se enfocan de manera sustentable, significa que deben trabajar de manera coordinada y equilibrada en sus tres dimensiones: económica, ambiental y social. Por ejemplo, si queremos apoyar con fuentes de empleo a una población objetivo, para apoyar su economía, se debe cuidar que dichas actividades no dañen el medio ambiente y, en la medida de lo posible, fortalezcan la convivencia social y comunitaria. Si generamos restricciones y cuidados ambientales en una zona boscosa, de la que viven familias en extrema pobreza, de manera inmediata debemos garantizar el sustento económico, pues en caso contario las medidas de cuidado ambiental no durarán mucho tiempo ni las familias pobres tampoco.

En suma, de ahora en adelante es fundamental que todas las acciones de organizaciones públicas y privadas tengan siempre en mente, al momento de realizar cualquier actividad, que se debe guardar siempre equilibrio entre las dimensiones económica, social y ambiental. ■

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