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Por: DANIEL SALAZAR M. •

  • Elecciones 2015

El proceso electoral 2015 llega, como sabemos, cargado de problemas en los que las instituciones -facultadas para su organización y conducción- encabezan la larga lista de fraudes, corrupción y descomposición política en México y que las mantiene en entredicho. La sombra de la inseguridad, la desaparición forzada y el narcotráfico en un país militarizado, forman también parte del escenario.

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Sobre este terreno hostil para los pueblos, el nuevo INE hace constantes y desesperados llamados a “renovar autoridades”. En tanto, estados como Michoacán, Oaxaca y Guerrero –que resisten la hostilidad del gobierno y de la delincuencia organizada con acciones de autodefensa, sindicales y por la presentación con vida de los normalistas de Ayotzinapa— están proponiendo algo diferente. Sus contundentes formas de resistencia, pudieron echar abajo la versión de que en el país había aceptación o apatía popular frente a la política de Estado y las reformas neoliberales.

Sin embargo, en medio de todo, hay quienes no han visto (ni quieren ver) que el cambio ocurrido es una oportunidad abierta. Se niegan a reconocer que, pese a lo comentado, la devaluación del peso, la inflación galopante, la depreciación del petróleo y otras tantas calamidades, la voz del –“Vivos los llevaron, vivos los queremos”, “Fue el Estado” y “Fuera Peña”— se mantiene firme, cuestionando el régimen político en su conjunto y que ha trazado una perspectiva distinta.

El Estado –responsable de la desaparición forzada de 43 normalistas— encarna, por si no se ha visto, los organismos que son hoy el centro de la disputa entre los partidos: la Cámara de Diputados y los congresos y gobiernos locales. Eso es precisamente, lo que durante más de seis meses nos ha estado diciendo el movimiento Ayotzinapa quien, consecuentemente, ha trazado un plan de boicot a las elecciones: “No podemos elegir como autoridades a nuestros propios victimarios”.

Ahora bien, puede entenderse “el oído sordo” de la derecha mexicana, pero no así de quienes se reclaman organizaciones de izquierda. Marx decía que las verdaderas tareas de un partido (socialista revolucionario), no son las de componer planes de reorganización de la sociedad, ni las de ocuparse de las prédicas capitalistas. Que la tarea es “organizar la lucha de clases cuyo objetivo final es la conquista del poder político”.

Por eso, llamar en las condiciones actuales a participar en la elección 2015 –donde un Estado seriamente cuestionado pretende renovar sus organismos de dominación– es, a juicio nuestro, contribuir a relegitimar el sistema y dejar solos a “los intransigentes” en la lucha contra el Estado. Por eso el papel de Morena como salvador de las instituciones decadentes y corruptas (las mismas que le han hecho trampa), no tendrá en Guerrero y otras partes la trascendencia que espera.

En resumen, las instituciones del régimen –particularmente las electorales y el sistema de justicia— atraviesan por una seria crisis de legitimidad política que se entrelaza con las medidas impuestas del neoliberalismo, el abandono de todo compromiso social y el excesivo “adelgazamiento” del Estado. Pensar que aún en las condiciones actuales se puede ganar la elección (para que el sistema recupere su funcionamiento) es olvidar lo acontecido. Tal vez y el haber podido tirar al mandatario cuando la voz del “Fuera Peña” detonó por toda la República, pudo (o puede) colocar a los mexicanos en mejores condiciones de elegir a sus autoridades. En México, sólo la Revolución de 1910 pudo derrocar un presidente. Porfirio Díaz, obligado a dejar la “silla” presidencial, hoy ocupa un obscuro lugar en el “Montparnasse” francés.

Es –en el análisis de las condiciones concretas– donde se decide si se participa o no en las elecciones. Esto significa que “no somos abstencionistas, anarquistas, ni zapatistas, pero que tampoco extrapolamos la importancia de las elecciones”, así lo afirma acertadamente Edgard Sánchez. En México si quisiéramos emular las experiencias electorales de Venezuela, Bolivia, Ecuador o, la más reciente en Grecia, tendríamos que remontar la relación de fuerzas que solo los vigorosos movimientos sociales pueden conseguir, así sea tratándose de llegar al gobierno por la vía electoral. Antes de Chávez, Evo o Correa, tuvieron que caer varios presidentes para que pudieran ocupar estos mandatarios los cargos que les dieron proyección y respeto entre las naciones del mundo.

Durante los años 70 –cuando la guerrilla en México, la movilización y el descontento popular obligaron al Estado a impulsar la reforma política– se trataba de defender el derecho de la izquierda a ser reconocida legalmente; bajar de la sierra y salir de la clandestinidad. Hoy, que la discusión es en torno a la llegada al gobierno por medio de las elecciones, hace falta otra relación de fuerzas para imponer esa posibilidad… ■

 

Fuente: Partido Revolucionario de los Trabajadores / Edgard Sánchez / www.prt.org.mx /www. [email protected]

 

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