Hace veinte años entrevisté a Jorge Salmón dentro de su minúscula oficina en la Calle del Deseo. Me resisto a que el olvido se lleve tal pasaje, por eso dejo aquí un testimonio, un homenaje al poeta, universitario, abogado, estudioso, buen papá, pero sobre todo amigo.
Recuerdo que el barbado Jorge sonreía con serenidad, como en pausas. “Escribo para ayudarme a vivir. Mi vocación era la Medicina pero por causas ajenas estudié Derecho. He aprendido a querer esta carrera”, me dijo. “Debo estar escribiendo para ayudarme a vivir. No escribo porque otros vayan a leerme. No me gusta mucho el ambiente de los escritores… Es muy cansado. Prefiero ser gente de banqueta. Creo que aquí, en contacto con la gente, aprendo más cosas que puedo escribir”.
Nació en Ojocaliente pero siempre se consideró de Guadalupe, adonde llegó siendo niño. Estudió en ese mismo municipio aunque enclaustrado, en el Seminario Conciliar de la Purísima, donde fue alumno de Carlos Félix, Jesús María Navarro y Veremundo Carrillo. Ahí aprendió varias lenguas; él solía inclinarse por el portugués. Egresó de Derecho de la UAZ, donde también realizó maestría en Ciencias Sociales. En 1979 obtuvo el Premio Nacional de Poesía de la Revista Punto de partida, de la UNAM.
Docente de la Facultad de Derecho de la Universidad en Zacatecas y coordinador del Consejo Editorial de la misma Facultad, aquella vez en que estuve con él para entrevistarlo emprendió un inventario de grandes tesoros: Efraín Huerta fue uno de los primeros en leer su obra; había cultivado la amistad de José Agustín, Enrique González Rojo y Gabriel Zaid (quien lo antologó en una edición de poesía joven, en Siglo XXI). Además dedicó su Cuaderno de Poesía a Eugenia Revueltas.
Aunque reconocía no ser muy afecto al medio de los escritores y “a andar en sus fiestas”, encontramos en sus poesías y cuentos dedicatorias a Rodríguez Bécquer, al historiador Francisco García González, a Ricardo Reyes Mata, entre otros. Además apoyó a José Enciso Contreras, cronista de la ciudad, en su proyecto de publicar la antología de abogados poetas A la mitad del foro, donde figuró y para la que escribió el prólogo. Entre otras cosas, ahí destacó que “Zacatecas es tierra de poetas. El lapso entre López Velarde y José de Jesús Sampedro ocuparía varios tomos”.
Dentro de su actividad magisterial, Salmón dio clases en la Escuela Preparatoria de la UAZ, dentro del área de Lenguaje y Literatura. Además obtuvo el primer lugar del concurso “Roberto Ramos Dávila” con un trabajo histórico notable. Jorge destacó como abogado. Tradujo textos de derecho y escribió otros tantos.
En cuanto a literatura, algunos de sus libros son Las sillas y otras moradas (UAM), Cuando empieza el cantar (UNAM), y el cuaderno Talismán: Tortuga (Praxis Dosfilos, 1997). En vías de publicación se encontraba entonces Me quedo para siempre, del que saldrían dos ediciones simultáneas: una realizada en México, y otra en Zacatecas, por la Universidad.
La espera fue larga entonces, pero valió la pena. Lo vi bajar del “vocho” rojo con un gesto que diría todo, menos que escribía poesía. No era como aquellos escritores de los que habló en sus escritos, los que “Andan por el día somnolientos. Con andar de torpor. Frases infinitas en los labios. Con ojos semiapagados”. Llegó tranquilo a su oficina, la mirada un poco baja, con andar seguro.
“Uno no debe andar detrás de sus escritos, cuidando que la gente los lea… Hay escritos que se pierden, no vuelven a ser leídos. Son muchos. Pero uno no debe preocuparse por eso. Desde el momento que uno los crea, los textos adquieren una autonomía, son externos, es decir, no son nuestros”.
“Lo más difícil es escribir lo sencillo. Es fácil adornar los escritos, pero lo profundo está en el escribir sencillo, como Rulfo, como Sabines, entre otros. Yo escribía surrealista cuando más joven, pero formación poética como tal, no creo que la haya tenido. Me fui cribando”. Se acomodó los lentes y volvimos a hablar de sus motivaciones. “Necesito escribir en mi trabajo sobre las motivaciones que he tenido para escribir mi obra”.
Me habló del “ayudarse a vivir”, y con una sonrisa reafirmó su postura: “Si me hubieras preguntado hace veinte años, no te hubiera contestado esto. Te hubiera citado lo que dijo Tal o Tal. La verdad nunca me gustó cuando algunos contestaban que escribían porque los motivó Cervantes de Saavedra”.
Así fue Jorge Salmón. Así fue su obra y lo que de ella pensaba. Guardé entonces mis anotaciones sobre esa entrevista y las consigné en un trabajo escolar para la licenciatura en Letras que entonces cursaba. Lo presenté, aprobé el curso, la amistad con Jorge, el aprecio, ambos se fortalecieron. Seguí viéndolo ocasionalmente, casi siempre con sus hijas. La noticia de su muerte nos tomó por sorpresa a muchos. Se fue el 24 de mayo de 2011.
Jorge ya no está entre nosotros pero a manera de herencia retomo estas palabras suyas, con las que cierro ahora este homenaje: “Lo que cuenta es lo que uno escribe. En mis tiempos muchos creían que todo era citar a los autores que habían leído. No hay que decir que uno es escritor: hay que escribir”.