En 1997 Cuauhtémoc Cárdenas fue electo el primer jefe de gobierno del Distrito Federal. Ese mismo año, Andrés Manuel López Obrador era el presidente nacional del Partido de la Revolución Democrática y en una de tantas reuniones con un grupo empresarial comentó que su programa buscaba quitarle las aristas más filosas al modelo neoliberal. Eso fue hace 22 años, pero bien podría ser una declaración realizada por el ahora presidente en la mañanera de hoy o en una entrevista con algún medio especializado en finanzas internacionales.
El punto es que si algo hay que reconocerle a AMLO es que se trata de alguien con una ideología que ha sido consistente. Ha sido también, casi siempre, coherente con sus acciones, al menos durante sus años como oposición. Es cierto, hay que recordar, que durante su última campaña a la presidencia el mismo AMLO se acercó a las mismas aristas que buscaba retirar al relajar su posición frente a empresarios agrupados al Consejo Coordinador Empresarial y otros sindicatos empresariales. Muchos entendieron este acercamiento al empresariado como una contradicción a sus postulados, pero para él se trataba de mandar un mensaje; voy a gobernar para todos.
Podríamos decir, siguiendo a Rodríguez Araujo, que desde 1982 hasta el año 2000 dos regímenes políticos convivieron en México. El más antiguo era el que surgió en los años posteriores a la revolución mexicana descrito por algunos como populista, autoritario y estatista. Ese régimen, que además era nacionalista, empezó a enfrentarse con el régimen tecnócrata neoliberal, también autoritario, desde 1976 con el inicio de la administración de López Portillo y tomarían mucha fuerza con la llegada a la presidencia de Carlos Salinas. Para 1997 cuando el PRI perdió la mayoría en la Cámara de Diputados el régimen neoliberal acabó de enterrar al régimen posrevolucionario al ser la opción bajo la cual se alinearon todos aquellos que querían mantener el poder.
Las elecciones de 2000, cuando Fox llegó a la presidencia no marcaron el inicio de un nuevo régimen político sino la continuidad del régimen neoliberal tecnocrático. Ese mismo año AMLO llegó a la jefatura de gobierno del Distrito Federal siendo probablemente el único líder que con claridad de postulados manifestaba una ideología de izquierda contraria al régimen. Gobernar el DF no es cosa menor, es el centro de gravedad económico e ideológico del país por lo que AMLO y sus ideas empezaron a tomar cada vez más fuerza. Tanta que algunos empresarios lo declararon como un peligro para México. Sería bueno matizar que estos empresarios se referían a un México muy específico, a aquel en el que se pudieron hacer ricos a costa del presupuesto y el favoritismo.
La preocupación de la élite empresarial, abanderada claramente por Fox, respecto al crecimiento y expansión de las ideas de AMLO, dinamitadas por los pobres resultados del régimen, los llevó a tomar la medida absurda y extrema de desaforar a AMLO como jefe de gobierno. Durante el discurso que pronunció en la Cámara de Diputados como defensa a su desafuero pronunció una frase que hasta hoy podría bien ser identificada como el eje rector de sus acciones y de sus postulados. Palabras más, palabras menos, López Obrador dijo que la clase empresarial que promovió el desafuero había por mucho tiempo socializado las pérdidas y privatizado las ganancias.
La socialización de las perdidas, más que ser un discurso figurado, es una realidad que los mexicanos hemos vivido durante décadas. El Fobaproa, las privatizaciones entre amigos, las grandes ganancias de la corrupción son solo algunos ejemplos de ello. El desafuero, contrario a lo que pensaba Fox, fue el primer signo de resistencia de la derecha que buscaba a toda costa impedir que AMLO siguiera creciendo. Se equivocaron, un año después el PRD estuvo a punto de ganar la elección, quizás la ganó, nunca lo sabremos a ciencia cierta. Pero la batalla constante contra la socialización de las perdidas llevaría a AMLO a la presidencia en 2018, dándole la posibilidad real de quitarle las aristas más filosas al neoliberalismo.
Sería un error pensar que la llegada de AMLO a la presidencia marcó el fin del régimen neoliberal tecnócrata, de hecho, aún no conocemos del todo el tipo de régimen que AMLO busca implementar. Sin duda alguna busca recuperar algunas ideas del régimen posrevolucionario, especialmente el populismo, no con el sentido peyorativo que ha adquirido sino orientado a la atención de las necesidades de la población. Probablemente también busque recuperar el sentido nacionalista de antes, en donde el desarrollo colectivo y no solamente el individual vuelve a tomar importancia. Sea como sea, la llegada de Andrés al poder marca el inicio a una nueva forma de gobernar con cambios importantes al régimen precedente. Este primer año de gobierno ha demostrado que la tecnocracia neoliberal sin duda impondrá resistencia, tendremos que esperar para ver si el estoicismo ideológico de AMLO se mantiene o sede frente a esta resistencia. ■