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martes, 22 abril, 2025
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Crónicas hacia Plutón, de Beatriz Pérez Pereda

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Por: Danush Montaño •

La Gualdra 560 / Poesía / Libros

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Cuando pienso en el espacio exterior pienso en la soledad, el frío, la ausencia de luz y materia, lejanía, lo extraterrestre en el sentido más pleno de la palabra. La poesía es, para mí, el género literario que se especializa en decir lo inefable, en comunicar por medio de insinuaciones, lo indirecto que señala lo invisible. En el poemario Crónicas hacia Plutón, Beatriz Pérez Pereda, desafía mis ideas sobre el espacio exterior, logra (de algún modo) poblarlo de humanidad.

Este libro, ganador del Premio Nacional de Poesía Óscar Oliva 2022, editado por el Instituto Tuxtleco de Arte y Cultura en el mismo año, parte del encuentro entre las cenizas de Clyde Tombaugh y el planeta Plutón, mismo que dicho científico descubrió en 1930. El poemario es, en gran parte, un viaje de la psique de Tombaugh a Plutón. En los poemas se adopta una voz en primera persona que ensaya en verso sobre el trayecto, sobre lo que ha dejado en la Tierra, sobre la recategorización de Plutón, el abandono, la soledad y la búsqueda.

Debo confesar que no soy un avezado lector de poesía con temáticas científicas. Al acercarme al libro temí un frío de escalpelo, que su lectura fuera un estar reposado sobre una plancha de acero inoxidable, bajo la luz helada de bombillas fluorescente, que los versos asemejaran las clases que reprobé en secundaria: aquellas que contenían ecuaciones o el mínimo rastro de un número. Por fortuna, mis temores estaban errados (de nuevo: de algún modo). Crónicas hacia Plutón, como ya dejé entrever, es un poemario sumamente pasional en el sentido de que su eje está en las emociones, en lo que suscita la existencia de esa oscuridad inabarcable, la aparente eternidad de la luz de estrellas hace tiempo ya muertas.

Los poemas en voz o persona de Tombaugh no son el único ente que habita la nave que es este libro. El lector se encuentra con algunos poemas que ensayan sobre personajes y circunstancias específicas de la historia de la exploración espacial. Destaco entre ellos los que, en prosa, ahondan en los robots que han sido enviados a recolectar información, fotografiar el paisaje marciano o acumular sustancias para su posterior análisis. Beatriz Pérez Pereda, sin caer en lo meloso o en algún subgénero de la ciencia ficción, evoca sentimientos en estas piezas de tecnología humana. Un ejemplo claro es Curiosity, un rover enviado a Marte, cuya soledad queda retratada en el momento en que se canta a sí mismo Happy Birthday por motivo de su cumpleaños.

Incluso en los versos más “matemáticos” o de datos duros, la poeta dota a la divulgación científica de un cariz poético:

 

“El planeta se inclina 23.5°

menos de lo que puede doblarse una mujer para defender su sangre”

 

Este poemario se apega bien al epígrafe de Carl Sagan que lo inaugura: “Somos polvo de estrellas que piensa acerca de las estrellas.” No solo son los robots o las cenizas de un científico las que piensan y expresan, sino los cuerpos celestes. Llegamos a sentir empatía por Plutón, por su caída en las consideraciones oficiales, con el semblante bajo abandona su puesto en el Sistema Solar, ya no es uno más de los planetas, ya no posará en las fotos junto con los gigantes de Júpiter o Saturno. Como dicen las cenizas de Tombaugh:

 

“Hablo desde el universo que huye de sí mismo

de su paso incandescente

feroz

Universo que se aleja

y sólo se explica en la huida”

 

La expresión poética acontece en la huida, en ese alejarse que es propio de un universo en constante expansión, tanto así que llegará el punto en que alcance su fin, la inevitable entropía. En nuestro andar obtenemos un sentido, pero también encontramos la muerte. Y es ese trayecto el que se capta en el poemario. La sonda espacial que contiene las cenizas de Tombaugh sigue en trayectoria por el cinturón de Kuiper, se desconoce hasta dónde llegue, quizá eso no importe.

 

“La primera regla del viaje es aprender a hablar silencio

como un eco que se repite sólo en nosotros”

 

Lo inefable está en ese silencio hablado, en las insinuaciones que nos hace la poesía, ondas sonoras que repercuten, eco en la cueva de nuestras gargantas, golpean las paredes de lo interior, a manera de ecografía de murciélago; descubrimos las ausencias, una filosofía y teología negativa, del no, soledad que evidencia qué somos por lo que nos falta. En efecto, mis temores previos a la lectura de Crónicas hacia Plutón estaban errados (pero, ahora sí, no del todo), hacía falta una lectura al reverso, poética del eco y no de la palabra: el espacio es una vasta oscuridad de lo que no somos, pero justo por eso nos refleja. En esa vacuidad está nuestra definición, la síntesis en negativo de lo que no somos y, por ende, de lo que somos. Así como a Plutón se le negó su membresía entre los planetas del Sistema Solar, se le expuso por lo que no es, así nosotros, los humanos cuyas cenizas son enviadas a la vastedad de lo ignoto, los que leemos poesía, como la de Beatriz Pérez Pereda, nos exponemos en la búsqueda de entender lo que no nos contiene, para así sentirnos un poquito más comprendidos, menos solitarios.

 

* Danush Montaño nació en Durango y creció en Chihuahua. Es Licenciado en Filosofía y Ciencias Sociales y maestrando en Literatura Mexicana Contemporánea. Ha obtenido las becas de creación de la Fundación para las Letras Mexicanas, FONCA Jóvenes Creadores y PECDA de Durango. Ha publicado cuentos y ensayos en medios como Revista de la Universidad, Tierra Adentro, Este País y pliego16, entre otros. En 2020 ganó el Premio Nacional de Cuento Breve Julio Torri con su libro La Biblia encarnada (FCE, 2022). En ocasiones da clases de filosofía a monjas y es escritor fantasma.

 

https://issuu.com/lajornadazacatecas.com.mx/docs/lagualdra560

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