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miércoles, 14 mayo, 2025
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Las posadas, tradición antigua en Zacatecas

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Por: MARTÍN LETECHIPIA ALVARADO* •

  • Nómada*

La tradición  de las posadas toma su nombre del albergue que buscaban José y María en su recorrido de Nazaret a Belén. El motivo de su viaje era empadronarse, ya que el emperador romano durante  esa época, había ordenado un censo en  todos los territorios conquistados. En México, las posadas llegan como una celebración religiosa en la época colonial y se cree que es en el poblado de San Agustín, Acolman, cerca de Teotihuacán, donde Fray Diego de Soria en 1587, comenzó a celebrar las llamadas misas aguinaldo, del 16 al 24 de diciembre; en estas misas se intercambiaban  pasajes y escenarios del nacimiento de Jesús. Poco a poco se le agregaron villancicos y fuegos artificiales.  En sus inicios las posadas sirvieron a los religiosos para evangelizar pero gustaron tanto al pueblo, que para el siglo XVII eran realizados en los barrios y en el seno familiar. Desde la época de la colonia se adoptó la costumbre de pasear a los santos peregrinos y se dice que fue Fray Juan de Bejar quien más contribuyó a cimentar esta tradición, lo mismo que las monjas concepcionistas. Eugenio del Hoyo, en su libro “ La ciudad en estampas” nos recuerda: En el Zacatecas de los veintes  y  los treinta en aquella ciudad ensimismada y recolecta, se celebran las posaditas lo mismo en los templos que en las casas. Todos los días del  novenario , por la tarde,  acudían al templo los niños del barrio: se rezaba el rosario con sus misterios cantados y al llegar a la letanía – que se cantaba  en latín a y con pretensiones gregorianas: stella matutina, turris ebúrnea, porta coello, Regina apostolorum, cantaba el sacerdote, y los fieles contestaban, ora pronobis– se hacia la procesión, alegre y bullanguera  y un tanto desordenada, en la que mamas , tías o catequistas repartían a diestra y siniestra y con gran generosidad, los discretos y dolorosos pellizcos, para reducir el  orden a los inquietos e irreverentes chiquillos que formaban la procesión llevando velitas de parafina de muy diversos y alegres colores y en forma de diminutas columnas salomónicas humeantes y perfumados pebetes y lo curiosos “pitos de posada” – que no volvían a aparecer n el resto del año- hechos de hojalata, en forma de cono, con una pequeña asa y un tubito con  el que soplaba, llenos de agua que gorgoreaban y gorjeaba con notas agudas y temblorosas. También de hojalata policromada, como los pitos, llevaban los niños unas pequeñísimas regadera, imitando las del  jardín  con las que iban  regando el “agua florida” . La no muy ordenada ni fervorosa  procesión daba la vuelta al interior del templo, siguiendo al “misterio” como se les llamaba también a “ los peregrinos” , o sea las figuras de bulto de san José y la Virgen vistiendo ropas de camino, amplios mantos y sombreros de anchas alas, san José a pie con su largo cayado adornado por un guajito y la Virgen cabalgando en humilde jumento; el misterio era llevado en andas por cuatro de los niños asistentes, seguidos  por el sacerdote revestido con capa pluvial, flanqueado de monaguillos de rojas sotanas portando la Cruz alta , las velas y el incensarios. El paso de la procesión estaba calculando para que durase lo que duraba el canto de la letanía  y terminaba en la puerta del  baptisterio o de la sacristía, detrás de la cual se colocaban parte de las asistentes, quedando afuera los demás, allí era donde se entonaba el canto de las posadas, que en Zacatecas era sobrio y severo, sin las florituras y cambios de compas con que se canta en la Ciudad de México y otros lugares del país. ■

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*Nómada: Espacio patrocinado por la Secretaría de Turismo de Zacatecas. Espacio de difusión de las fiestas y tradiciones zacatecanas del museo Eztcuincle.

 

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