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jueves, 18 abril, 2024
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Con la ley en la mano: contra la apología del delito

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Por: Federico Anaya-Gallardo •

Hace ya muchos años, mi maestro de Derecho Romano Guillermo F. Margadant nos recordaba que los primeros abogados de la tradición romanista eran una especie de sacerdotes en los templos adonde los litigantes acudían para dirimir sus diferencias ante los dioses. Fieles a esa antigua raíz, los practicantes del Derecho siguen siendo peligrosos ritualistas. Los abogados mexicanos tienen especial devoción por San Juan Kelsen, perdón, quiero decir por Hans Kelsen –el gran exponente del positivismo jurídico de los años 1930s. La ritualización del Derecho es peligrosa porque saca de la realidad social los derechos y deberes que tenemos los seres humanos en nuestras comunidades. Para compensar el (falso) kelsenianismo de la práctica jurídica mexicana sería bueno leer y estudiar seriamente a otro abogado alemán, quien hizo su fama como sociólogo y filósofo de la complejidad, Niklas Luhmann (1927-1998).
Luhmann es un autor difícil pero yo tuve la suerte de conocerlo a través de un tomito de ensayos publicados en inglés como Essays on Self-Reference por la Universidad de Columbia de Nueva York en 1990. Dos de sus capítulos son relevantes para mi reflexión aquí. Uno, que en castellano se titularía “La Auto-Reproducción de la Ley y sus límites” (pp. 227-245 del tomito que cito), recupera la vieja idea de la pirámide normativa de Kelsen pero retoma el problema de los cambios en la punta de la pirámide: ¿qué ocurre cuando la constitución cambia? Para entender estos cambios hay que revisar otro capítulo, “El ‘Estado’ del Sistema Político” (pp. 165-174) en el cual Luhmann describe cómo lo político se va transformando a partir de la confrontación de grupos y clases sociales. Los resultados, siempre transitorios, de estas luchas, se codifican en la constitución. Así, la constitución es el resultado histórico y sociológico, siempre cambiante, de la lucha política (sistema político) pero al mismo tiempo el fundamento normativo supremo del Derecho (sistema jurídico).
La visión de Luhmann es compleja, pero tiene la virtud de desafiar la ritualización. Nos recuerda que el Derecho es siempre el resultado de correlaciones de fuerzas sociales y que, por lo mismo, se transforma permanentemente. Dicho ésto, veamos un caso concreto que ha causado un gravísimo escándalo en nuestra sociedad justo en estos días y cuya dimensión sólo puede apreciarse analizando las correlaciones de fuerza que existen alrededor del protagonista del escándalo.
Primer hecho. Ricardo Alemán es un famoso periodista mexicano que colabora en televisión con Televisa, Milenio TV o Canal Once (la TV del IPN), cuenta al menos con una columna de opinión en un periódico nacional (Milenio) y sostiene por sí mismo espacios periodísticos en la www como La Otra Opinión. En la red social Twitter cuenta con 158 mil seguidores y sus 203 mil tweets han recibido 4,580 likes. (https://twitter.com/RicardoAlemanMx consultado el 6 de mayo, 2018 23:36 pm) Se puede asumir que las posiciones y propuestas generadas por esta persona influyen fuertemente en el espacio público y que tienen impacto grande en la opinión pública.
Segundo hecho. El día 5 de mayo de 2018, después de las 15:00 pm hora del centro de México, desde su cuenta de Twitter Ricardo Alemán escribió (tuiteó) o reprodujo (retuiteó) el siguiente mensaje: “A John Lennon lo mato un fan / A Versace lo mató un fan / A Selena la mató una fan / A ver a qué hora, chairos”. En el retuiteo, Ricardo Alemán reproduce ese texto en una imagen y agregó él mismo el mensaje “Les hablan!!!” (Ver imágenes).
Tercer hecho. Ricardo Alemán reconoce haber re-posteado (reproducido, retuiteado) la imagen con el mensaje que empieza con “A John Lennon…” y termina con “A ver a qué hora, chairos”. Esto corresponde sin duda a la segunda imagen que se agrega aquí. Este hecho no está en disputa, pues el mismo Ricardo Alemán lo reconoció durante la tarde-noche del mismo 5 de mayo.
Cuarto hecho. Ricardo Alemán señaló que él sólo re-tuiteó, pero el problema es que no hace esa aclaración y es claro que sólo agregó a la imagen dos palabras: “Les hablan!!!”. Este hecho tampoco está en disputa, pues el mismo Ricardo Alemán lo reconoció. De hecho, al aclarar la cuestión también reconoció que la expresión “Les hablan!!!” llamaba a confusión y podía mal interpretarse. Esto último es relevante: en su cuenta de Twitter Ricardo Alemán reconoce indirectamente que es posible la interpretación de que su mensaje invitase a un asesinato –aunque aclara que él no deseaba eso.
Se ha preguntado a los abogados si los hechos anteriores constituyen algún tipo de infracción. Indudablemente estamos ante un comentario irresponsable, de graves consecuencias dada la influencia pública que tiene este periodista. A continuación, mi opinión jurídica, que emito a mi leal saber y entender.
Estamos hablando de matar, del delito de homicidio. El mensaje es que, como a Lennon, Versace y Selena les mató un fan, los chairos deberían hacer lo mismo con la persona de quienes ellos son fans. Ahora bien, Ricardo Alemán de manera sistemática y desde hace años ha identificado a los seguidores de Andrés Manuel López Obrador como fanáticos de su líder y como “chairos”. Por lo mismo, él no puede alegar que hay confusión en el significado de las palabras que incluyó en su tweet o retweet. Se entiende perfectamente que el texto llama a los chairos, quienes son fans de AMLO, a realizar lo mismo que hicieron los fans de Lennon, Versace y Selena –matar a quien idolizan. Precisamente es por esto que el mismo Ricardo Alemán reconoció desde el mismo 5 de mayo que podía haber una mala interpretación de su mensaje.
Los hechos ocurrieron en las redes sociales, que usan el espectro radioeléctrico para transmitir sus señales de telecomunicaciones. Este espectro es un espacio público que administra la Federación mexicana a nombre del Pueblo. Por lo mismo, es aplicable el Código Penal Federal, que en su artículo 208 establece lo que sigue: “Al que provoque públicamente a cometer un delito, o haga la apología de éste o de algún vicio, se le aplicarán de diez a ciento ochenta jornadas de trabajo en favor de la comunidad, si el delito no se ejecutare; en caso contrario se aplicará al provocador la sanción que le corresponda por su participación en el delito cometido.” Estamos ante dos posibles escenarios del delito de “provocación de un delito y apología de éste”: (a) que el delito provocado (el homicidio) no se realice y (b) que el delito sí se realice.
Es obvio, por fortuna, que estamos en el escenario (a). Nadie ha atentado contra la vida de Andrés Manuel. Por lo mismo, si el caso llegase a un juez penal, el juzgador sólo podrá imponer como castigo la realización de jornadas de trabajo comunitario. Estas podrían ir desde 10 hasta 80, dependiendo de la gravedad de los hechos. Por eso importa que Ricardo Alemán sea una persona de gran influencia. Tiene gran poder. Debería mostrar gran responsabilidad.
Por lo que explico hasta aquí, el mismo 5 de mayo, el ex fiscal en materia electoral, Santiago Nieto, exigió vía Tweeter que la PGR tomase cartas en el asunto.
Al momento de terminar estas notas, una de las compañías privadas con las que colabora Ricardo Alemán, Televisa, ha decidido terminar su relación laboral con él. Televisa reporta en su Boletín de Prensa C-035 del 6 de mayo de 2018 que rechaza cualquier expresión de violencia y que, como su colaborador difundió un mensaje sin hacer una condena explícita de la violencia, se han visto obligados a dar por terminada la relación con él. Esto tiene mucho sentido tanto por razón legal (el corte de la relación con Alemán aclara que la compañía no acepta ni condona una conducta potencialmente delictiva) como por razón de mercado (la sugerencia de matar es tan poco popular, tan terrible, que desprestigia a la compañía ante sus clientes y consumidores). Tengo entendido que el Canal Once del IPN ha procedido igual.
Calificar los actos de Ricardo Alemán como delitos y cancelar sus programas no constituyen “linchamiento” ni un ataque a la libertad de expresión, como él ha alegado luego de enterarse de las decisiones de las televisoras. Cualquier persona con poder debe saber que sus palabras tienen consecuencias, mismas que su posición de influencia pública multiplica casi al infinito. Quienes tienen el privilegio de ser oídos por millones deben ser responsables. No importa que sean periodistas, altos funcionarios, prelados de venerables iglesias o incluso titulares de la Presidencia. Sus actos deben tener consecuencias. Sólo cuando esto ocurra sistemáticamente todas y todos los poderosos se cuidarán de meditar antes de hablar. Y habrá un poco más de civilización. Para eso hay que debatir, demandar y litigar en serio.
Coda histórica. Luego de la rebelión de Tuxtepec de 1876 (que era la de los liberales populares y radicales contra los demasiado moderados lerdistas), en muchos estados se estableció que los “delitos de prensa y opinión” siempre debían juzgarse por jurado popular en el municipio adonde se hubiese publicado la opinión que se considerase ilícita o dañosa. Esta es una solución al modo estadunidense: los problemas de la democracia se resuelven con más democracia, pues la ciudadanía del lugar podría juzgar con más y mejores elementos la gravedad e impacto de lo publicado. Una idea interesante –porque cada crisis era una oportunidad de evaluar en público y colectivamente la calidad del debate en la prensa escrita. ■

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