Ya era hora que al arrendatario de Los Pinos dejaran de echarle en cara (aunque no del todo) Ayotzinapas y Tlatlayas, así fuese necesario dejara el país que con una pequeña ayuda de sus amigos tan provechosamente gobierna, y en el que nadie, según parece ya cayó en la cuenta, espontáneamente le aplaude; y para magnificar el contraste no serían los pares de los reporteros que aquí le escamotean las palmas los que allende los mares lo vitoreasen, sino fueron la realeza y el gran empresariado británicos los que de pie lo aclamaron.
Y si bien tales encomios fueron aun menos desinteresados que los que televisivamente se le suministran acá, tomando en cuenta han constituido desde siempre los sueños más húmedos del republicano séquito presidido por el estadista de marras, y que no serán sus integrantes quienes paguen su costo inimaginable, desde luego que valieron la pena, en el caso de que alguna hubiera.
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Cuentan los enterados que algunos caballeros y damas de industria lucieron intranquilos tras la renuncia del procurador; empero según estos informantes el alma regresó al cuerpo de los atribulados con el nombramiento de la procuradora; pues lo procurado según parece es la armonía.
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Aconseja algún insensato disminuir los estipendios y privilegios de la burocracia, eliminar duplicidades e instancias innecesarias, deshacerse de la fuerza aérea y otras medidas de corte neoliberal, y remontar así la quiebra de la U.A.Z.; eludiendo la realidad evidente de que una rectoría, secretaría general o dirección sin ayudantes, mínimamente cuatro celulares, frecuentes viajes con viáticos ilimitados y amplias posibilidades de dar empleo o desempleo remunerado a parientes, amig@s y compadres no viene siendo sino una flor sin aroma, un reloj sin manecillas y una lámpara sin luz. ■
