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lunes, 21 abril, 2025
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Entre la continuidad y el cambio

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

Se abre un sexenio y con él las incógnitas: ¿Qué puede esperarse de Claudia Sheinbaum?, ¿Cuánto tardará en culpar de todo lo que salga mal a su antecesor como dicta la tradición política?, ¿cuándo se desmarcará del movimiento lópezobradorista?, ¿Con quién tenderá puentes donde antes hubo muros, o viceversa?

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Aunque siempre hay margen de error, no hay mejor manera de conocer a un político, y a cualquiera en general, que su propia trayectoria. La de Claudia Sheinbaum está a la vista, hace 25 años que es un personaje político al que hemos visto ser gobierno, oposición, activista, dialogar en el Congreso, tomar las calles y hasta repartir volantes. 

Y sin embargo la incógnita permanece en muchos porque se le atribuye que su actuar político en más de dos décadas estuvo siempre a la sombra de una figura hegemónica que poco reflector dejaba a su alrededor. 

El fenómeno es casi natural, es lo lógico ante el protagonismo de un personaje tan relevante como López Obrador, pero también está aderezado por una resistencia psicológica, cultural y machista que hace difícil reconocer a las mujeres la posibilidad de actuar por convicción y motu propio. 

A menos de una semana de gobernar, Claudia ya dejó unas pinceladas que permiten vislumbrar lo que de ella puede esperarse. 

Una de las primeras señales estuvo en aquella famosa fotografía que mereció la crítica del propio López Obrador en la que podía verse a Claudio X González (padre) en la viva imagen de la derrota. 

Solo, en un sillón y en la espera de una reunión privada con Claudia Sheinbaum que al final no sucedió, el empresario protagonizó involuntariamente el mensaje de que el poder económico y el político deberían de permanecer divorciados tanto cuanto sea posible, porque visto está que en un sistema económico como el que vivimos eso es más complejo que una determinación ideológica. 

Otra señal más está a la vista de todos con la no-invitación a Felipe de Borbón a la toma de protesta de la presidenta Claudia Sheinbaum.

El pretexto está en un asunto casi olvidado para la opinión pública, en algo que ocurrió hace casi seis años y que ni siquiera Andrés Manuel López Obrador había retomado. 

Me refiero a lo ocurrido ante el primer acercamiento del entonces presidente mexicano en busca de una disculpa pública conjunta (España y México) a los pueblos originarios por los abusos y atrocidades sucedidos durante la conquista. No obstante, la respuesta de la monarquía española fue ignorar la carta privada enviada en aquél entonces, y además filtrarla. 

El tema tenía suficiente tiempo de haber sucedido como para pasar inadvertido si se hubiera optado por haberlo olvidado. Sin embargo, Sheinbaum lo reavivó, y con ello provocó también un debate público bastante menor en México comparado con el ocurrido en España. 

Desde allá cinco partidos políticos enviaron representantes a pesar de la falta de invitación al rey, y se abrió la discusión sobre el rol de éste en el tejido de las relaciones diplomáticas de España. Luego, pasado el evento, Borbón Felipe Sexto estira la mano y llama al diálogo desde el respeto y con franqueza para atender las discrepancias. 

No queda de otra, la importancia geopolítica y económica de México no permite el trato de otros tiempos, y además visto está que el “descafeinamiento cuatroteista” al que muchos apostaban, no está ocurriendo. 

No significa que no haya matices y diferencias. Las hay; pero la línea queda clara con la permanencia y ampliación de todos los programas sociales, la continua reivindicación de las luchas de izquierda, la reedición de los grandes símbolos del día de la toma de protesta como las ceremonias de los pueblos originarios, el mensaje en el zócalo, y hasta la continuación de las mañaneras como herramienta de la llamada revolución de las conciencias. 

También hay trazos que vislumbran el sentido del cambio, uno de ellos en el perfil de quienes acompañan a Claudia en el gobierno, muchos de ellos técnicos y académicos altamente especializados con poca vida política. Pero también en los cien puntos con los que dibujó su plan de gobierno, en el que además de la búsqueda de bienestar, destacan los proyectos tecnológicos con miras a lograr soberanía nacional en ese terreno, como el lanzamiento de un auto eléctrico nacional, un satélite, la tecnificación del campo, etcétera.

Ya se verá, por lo pronto se camina equilibradamente entre esa paradoja de la continuidad con cambio, pero, sobre todo, se escapa bien de la tentación adolescente de cambiar de rumbo por mera reafirmación del sello personal. Esa actitud de sensatez y madurez política demuestra fortaleza de carácter y no como sus contrarios piensan, debilidad. 

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