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sábado, 10 mayo, 2025
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Ayotzinapa, no hay palabras que alcancen

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

¿Y qué decir? No tengo palabras, todas quedan cortas, no tengo ningún análisis sesudo qué expresar, ¡ya tanto se ha dicho sobre el sistema neoliberal que de una u otra forma ha provocado la tragedia!, nada nuevo por incluir, ningún dato de inteligencia que posea en exclusiva. Nada. Del tema ya escribieron tantos, y lo hicieron tanto mejor de lo que yo podría hacerlo, que dudaba si valía la pena escribir sobre Ayotzinapa.

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Pocas cosas me enmudecen, esa masacre lo hizo. Pero sería imperdonable obviar el tema.

¿Obviarlo como si fuera normal? ¿Cómo si asumiéramos que por cotidiano tendríamos que perder la capacidad de sorprendernos, de indignarnos? Son tantas las cosas con las que reaccionamos así, el 30 de septiembre fue baleada la casa de un periodista en Zacatecas, en breves espacios y no en todos los medios (al menos en mi percepción) se habló de ello. ¿Dónde quedó la solidaridad de todo un gremio?

¿Es posible la libertad de expresión con medios en esas condiciones? En mis archivos un texto de Mike O’ Connor del Comité para la protección de periodistas (CPJ por sus siglas en inglés) me da la respuesta: “en Zacatecas, los cárteles no tuvieron que asesinar ni a un solo periodista para acallarlos a todos.” La censura se ha interiorizado, algunos medios le evitan la molestia al poder de tener que hacer una llamada, le ahorran la fatiga y el retortijón; ellos solitos, bien aleccionados, saben qué publicar y qué no.

No todos son así, ni lo son siempre. El caso de Margarito Juárez lo demuestra. También el de La Jornada Zacatecas, ¿qué habrá molestado tanto en sus páginas para lanzar un ciberataque en su contra?  ¿Eso tampoco fue nota? ¿Es que ya nada lo es?

Tal vez están como yo, no tienen nada que decir, pero incluso eso debe decirse. Es verdad que no hay más palabras que el grito de justicia. Es cierto, nada describe mejor la tragedia que la fotografía de Julio César Mondragón, muerto, desollado y con las cuencas de los ojos vacías. Recientemente se había convertido en padre y también en estudiante normalista.

Nada habla más de la ineptitud del gobierno que sus propias declaraciones redundantes y huecas. Nada describe mejor el narco-estado que vivimos que el que los policías se hayan llevado a esos jóvenes dejando una sola duda: ¿lo hicieron como servidores públicos o empleados de un cártel? ¿Cómo represión política, o como aniquilación del enemigo?

A los más agudos filósofos puede parecerles incomprensible, para el mexicano de a pie no lo es: puede ser perfectamente coherente decir que a esos muchachos los mataron policías Y delincuentes. La misma entidad, las mismas personas en una de sus dos funciones, o en las dos simultáneamente quizá.

Que si la orden de detenerlos vino del secretario de seguridad, pero la de matarlos vino del Chuky, sicario de guerreros unidos, es coherente. Los bajos salarios, la descomposición social, la monumental corrupción, la ley de plata o plomo, han hecho habitual el multichambismo de las fuerzas policiales. Lo mismo en Ayotzinapa que en Zacatecas, donde los policías estatales han usado sus días libres y sus armas de cargo para asaltar.

Y el multichambismo no sólo es para policías, alcanza también a periodistas, los dos ventaneados en Michoacán dan cuenta de ello, trabajaban para su agencia de noticias uno, para Televisa el otro, y ambos para La Tuta. ¿Tenían opción? Y si no la tenían ¿qué clase de país hemos construido que ni siquiera con esas garantías puedecontar un periodista que al menos tienen un micrófono, o una pluma que los proteja? ¿Qué pueden esperar entonces médicos, contadores, abogados, etcétera?

Por eso el problema no puede reducirse a un presidente municipal, tampoco al gobernador, ni siquiera al partido que los llevó al poder, ni podría achacarse responsabilidad exclusiva al actual Gobierno Federal. Se trata de los resultados de un modelo estructural generador de desigualdad social y corrupción.

Qué pena con usted, amable lector, hoy sólo puedo hablarle de lo que me dejó sin palabras. Si usted tiene algo que decir, o quiere compartir el silencio, dese por invitado a una de las varias convocatorias de eventos para exigir el esclarecimiento de los hechos de Ayotzinapa, justicia para los muertos, seguridad para los sobrevivientes y el regreso a casa de los desparecidos, si es que la esperanza cabe.

Una de esas convocatorias tendrá lugar este miércoles 8 de octubre en plazuela Miguel Auza a las 19 horas, piden llevar veladoras. ■

 

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