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jueves, 24 abril, 2025
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El curso de la historia

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Por: DANIEL SALAZAR M. •

El capital financiero internacional tiene postrada a la humanidad entera, respaldándose –además del dólar y la milicia– en una campaña profesional de inteligencia, con desinformación e intoxicación de la opinión pública, suministrando fatalismo y desmoralización.

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Gracias a eso, por sobre el individuo y sus actos, en el mundo de hoy prevalece la idea fantástica de un “destino” –como fuerza preestablecida dominante– ajeno a la voluntad del hombre y causante del acontecer universal. Las clases gobernantes que la promueven, respaldan su versión con fuentes ideológicas diversas. Una de ellas es la escuela alemana “Schelling”, para quienes la historia está escrita antes de ser representada por los hombres en un juego preestablecido de antemano y que prácticamente nos convierte en marionetas de sus designios.

Para Marx, en cambio, el curso y resultados de la historia, resultan siempre de la actividad (histórica) de los hombres, por lo que, remover la venda de resignación y fatalidad, pareciera ser el mayor desafío que la humanidad tiene hoy frente a sus opresores.

Karel Kosik ajeno al fatalismo idealista, aborda el papel activo del individuo, para distinguirlo de aquel otro que simplemente es “aplastado por la historia”. Un individuo –“el gran individuo” -dice- puede acelerar el proceso histórico y añadirle una particularidad al periodo, de tal forma que la relación de la historia y el individuo ya no se expresa bajo una forma antinómica, sino más bien como un movimiento en el que se constituye en unidad interna. “En la historia, forman parte todos -dice-: las masas y los individuos, las clases y las naciones, las grandes personalidades y los individuos mediocres”.

Para Marx, la historia es un drama real: su resultado, la victoria de la razón o de lo irracional, de la libertad o de la esclavitud, del progreso o del oscurantismo, no se adquiere nunca por anticipado o fuera de la historia, sino únicamente en la historia y en el desarrollo de ésta. La historia inacabada –dice- confiere al presente su significación en tanto que momento de elección y decisión; devuelve a cada individuo su responsabilidad ante ella.

Querer reducir al individuo a un simple objeto de la historia, es vaciarla de todo contenido humano para convertirla en un esquema abstracto, metafísico. El individuo, producto de la historia es, al mismo tiempo, potencialmente creador de ella; todo dependerá de su marco de referencia y condiciones concretas; el individuo no podrá transformar el mundo que le rodea más que en colaboración y en relación con los otros…

Aquí los intelectuales pueden jugar un papel importante, siempre y cuando interroguen y cuestionen al poder citado que intoxica la opinión pública y suministra a la humanidad fatalismo y desmoralización. Para ello, sería necesario preservar la perspectiva internacionalista e intervenir comprometidamente en el espacio de la vida pública. Ya Carlos Marx en su Onceava Tesis sobre Feuerbach advertía: “Hasta ahora los filósofos se han limitado a interpretar el mundo de diversos modos, pero de lo que se trata es de transformarlo”….

Pero la gran mayoría de los “expertos” son, desafortunadamente, estudiosos al servicio del poder que han renunciado a su autonomía crítica y que no cuestionan ya más la estructura del capitalismo ni las formas de su dominación. En décadas pasadas, el intelectual parecía capaz no solamente de explicar el mundo sino también de transformarlo; gustaba de dar forma y coherencia a la imaginación y actividad colectivas. Eso ha cambiado.

Después de las derrotas de las revoluciones del Siglo Veinte, del descrédito estalinismo y de todo lo que significó la caída del Muro de Berlín,  la imagen del intelectual comprometido se vino abajo. Pero, con todo, el horizonte no está cerrado pese al regreso al capitalismo de los Estados Obreros. El supuesto fin de la historia después de la caída del “socialismo real”, no puede promulgar –como la panacea– a un capitalismo en el que, según las propias Naciones Unidas, más de mil millones de seres humanos viven con menos de un dólar por día; 2.800 millones de personas, es decir, cerca de la mitad de la población mundial, viven con menos de 2 dólares por día; 448 millones de niños sufren de bajo peso; 876 millones de adultos son analfabetos y de los cuales dos terceras partes son mujeres; 30.000 niños menores de cinco años mueren cada día de enfermedades que podrían haber sido evitadas; más de mil millones de personas no tienen acceso al agua potable y, el 20% de la población mundial, posee el 90% de las riquezas.

Será necesario entonces resistir, nadar contra corriente y mantener de pie el pensamiento crítico. El capitalismo no tendrá jamás “rostro humano”, ni el “Estado de bienestar” regresará  toda vez que ya no existe una Revolución Rusa que fuerce a ello. Cada vez más insaciable y autodestructivo, el capital y no el “espíritu universal”, ha puesto en serio riesgo la existencia misma de la humanidad. ■

Fuente: El individuo y la historia / El intelectual… (Enzo Traverso)

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