Con Luigi Mangione no había mucho que entender. El hombre blanco, joven y bien parecido obtuvo apoyo popular inmediato cuando fue detenido por el asesinato de Brian Thompson, director de la empresa United Health care, la mayor aseguradora de Estados Unidos, y líder de ese sector que se ha convertido en el enemigo público de los estadounidenses que cada vez son más conscientes de que en el país de la libertad, la primera prohibición es enfermarse.
La misma simpatía popular está viviendo Doña Carlota, una mujer de 74 años que pistola en mano, de acuerdo a la versión más extendida, llegó hasta su domicilio y disparó contra sus presuntos invasores dejando muertos a padre e hijo de 51 y 19 años respectivamente y dejando herido a un adolescente de 14 años.
Ni siquiera el vídeo, grabado desde la perspectiva de los familiares de los fallecidos (con la narrativa correspondiente), ni el hecho de que éstos se encontraran desarmados, conmovió a la vox populi que da, por cierto -y quizá lo sea- la versión de que doña Carlota tomó tal acción en respuesta a la impotencia y desesperación de ver en riesgo su patrimonio ante unos invasores frente a los que nadie hacía nada.
En redes sociales no son pocas las personas que se dicen identificadas, algunas por casos similares, pero sobre todo por haber padecido la inacción de las autoridades y consecuentemente la impunidad y la indefensión.
Como suele ocurrir en estos casos, ya se organizan las cooperaciones para la fianza, circulan en redes memes elogiosos, y hasta los apodos parecen benevolentes; “abuelita sicaria” le dicen en este caso en particular.
Mientras esto sucede, surge en la discusión pública las sanciones a Los Alegres del Barranco, grupo musical que en su espectáculo en el Auditorio Telmex de la Universidad de Guadalajara exhibió fotografías del Nemesio Oseguera Cervantes “el Mencho”, líder del Cartel Jalisco Nueva Generación (CJNG) lo que fue interpretado como un homenaje.
Por estos hechos, Estados Unidos les revocó las visas, la fiscalía de Jalisco les abrió una carpeta de investigación por apología del delito, el ayuntamiento de Zapopan cobrará una multa, y sobre todo recibieron críticas hasta de la presidenta de la República.
Lo cierto es que el grupo musical no hizo nada nuevo, solamente que quizá lo hizo tarde, cuando el cambio cultural está en curso y comienza a ser políticamente incorrecto estas alusiones que hasta hace poco eran tan normales, particularmente en la música regional mexicana.
Apenas el sexenio pasado con organización gubernamental y presupuesto público se anunciaba el programa de la Feria Nacional de Zacatecas, en donde cantó Gerardo Ortiz, cuyo mayor éxito musical lleva por nombre “Dámaso” y tiene en su letra “Si señor, yo soy Dámaso/ Soy hijo del licenciado”, en claro homenaje (y quizá encargo) al llamado “mini licenciado” a apodo que también menciona la canción.
El “mini lic”, a quien se señala como posible asesino intelectual del periodista Javier Valdez, se entregó hace unos años en Estados Unidos para convertirse en testigo colaborador y hace apenas unos meses fue reaprehendido. De acuerdo a la prensa especializada, su padre, Dámaso López Núñez el “licenciado” ayudó a Joaquín Guzmán Loera a fugarse de Puente Grande en el 2001, cuando laboraba como subdirector del penal, y luego se incorporó a los grupos delictivos de tiempo completo.
“Dámaso” el éxito de Gerardo Ortiz salió a la luz en 2012. Ya tenía sus “añitos en 2019 y 2022 cuando cantó en las ferias de Zacatecas capital primero, y en la de Fresnillo después. Nadie se escandalizó.
¿El problema de Los Alegres del Barranco será haber sido demasiado explícitos? ¿habrá sido acompañar con imágenes lo que tendría que quedar en música nada más?
Les queda -algunos dirán que, como pretexto, y otros como razón-, la justificación/explicación de que esta sociedad tiene una fascinación por los villanos. Casos como el de Diego Santoy que hasta clubs de fans suscitaron, lo comprueban. Pasa en otras sociedades también como demuestra el caso Mangione. Entenderlo o cuando menos pensarlo, permitiría una visión mucho más rica y amplia que aquella que pretende cambiar este estado de cosas con el prohibicionismo simplón hoy de narcocorridos, otrora de videojuegos y a veces hasta de películas de terror.