■ La Revoltosa
Se han cumplido quince días desde que estalló la huelga en la UAZ. Además de las aulas, las calles y el transporte público vacíos, se va vaciando también de contenido el rectorado, el sindicalismo, la democracia, y el concepto mismo de universidad.
Como miembro de esta institución, es angustiante ver cómo el Rector continúa temeroso ante la toma de decisiones, cómo a todas luces se deja manipular por poderes fácticos e institucionalizados; irrita ver cómo la mayoría de los sindicalizados se dejan manipular por grupos de poder, dígase Femat, Domínguez, Luna Pacheco o Cuauhtémoc; indigna ver a un Consejo Universitario inútil, esperando recibir órdenes de las cúpulas, que hacen cuentas.
Desde que entró en funciones este gobierno universitario, o sea, desde que la crisis en la UAZ se agudizó, varios estudiantes hemos insistido en que la Universidad no debe ni puede continuar con los vicios que ha hecho suyos desde no sé cuándo: la compra y coacción del voto, los amiguismos y clientelismos, la soberbia intelectual, el academicismo, el desinterés por la problemática social, la corrupción, la falta de autocrítica, el ejercicio despótico del poder, la persecución del recurso económico por los investigadores, entre otros. Y no sólo nos hemos limitado a hacer estas denuncias, hemos dado opciones de solución al conflicto desde nuestra perspectiva y conocimiento, como las auditorías, tanto financieras como laborales y académicas, la socialización de los conocimientos tanto entre alumnos de diferentes semestres, entre licenciaturas y entre áreas, la valoración de la pertinencia de incluir la educación técnica en el currículo (ojo: no de crear técnicos), de desentrañar el currículum oculto (¿qué nos enseñan mientras nos enseñan los profesores? La repuesta obvia es obediencia), entre otras. Pero de las cuales, a nuestro parecer, la más importante es la recuperación de la autonomía, tanto de la individual, la colectiva y la institucional.
La autonomía es el valor supremo de la Universidad y de los Universitari@s, sin ella ningún otro valor puede ser vivido dentro de sus muros, ni fuera de ellos: la democracia no puede desarrollarse, la honestidad no es el común de nuestros días, la dignidad se deforma, la academia se hace mediocre, la crítica se extingue y es mal vista, la investigación es autocomplaciente, la autoridad se endiosa; la degradación es vivida. Recuperar la autonomía, volvernos hombres y mujeres libres es, desde nuestro punto de vista, La Tarea.
Los anteriores no pueden ser enunciados abstractos, no deben ser tomados como tal. Hay acciones específicas para lograr este objetivo y hay ejemplos prácticos de su vivencia. Tomaré, de la amplia vida universitaria, dos que creo conocer bien.
Las Asambleas Universitarias:
Desde hace más de dos años, mujeres y hombres de varias unidades académicas hemos intentado organizarnos en asambleas (digo intentado porque es una tarea difícil). Desde el Siglo XXI hasta el Campus II, las prepas y la secundaria. Las asambleas han tratado de tomar acuerdos democráticos, basados en el consenso y en el voto de la mayoría. Algunos vicios del autoritarismo siguen vivos y nos han alcanzado, pero estoy seguro de que lograremos derrotarlos. Las asambleas han rendido frutos: se han hecho públicas prácticas corruptas, se ha evitado el aumento a las cuotas de los comedores y las cuotas de inscripción, se han desenmascarado y en algunos casos erradicado las multas, se han removido profesores autoritarios, se ha protestado en solidaridad con compañer@s que sufren injusticias (los paros en apoyo a la presentación con vida de los Ayotzinapos), se ha volteado a ver la problemática social y se han propuesto soluciones, etc.
A mi juicio, aún falta mucho para la aparición de verdaderas autonomías, tanto individuales como colectivas, pero son pasos precisos, necesarios, para que podamos ser individuos libres.
La UNICALLE
La Universidad a las calles es una idea que ya se había llevado a la práctica en nuestra Universidad, en los setenta. Pero recuperar las ganas y la esperanza de aprender con las personas no fue tarea fácil. Mítines, exposiciones, discursos, grupos de lectura, cooperativas, asesorías, consultas, excursiones, y otras actividades se han llevado a cabo en la Plaza Bicentenario, Gavilanes, Las Colinas, Portales, los jardines Juárez y en otras colonias y en otros municipios del estado, tales como Valparaíso, Monte Escobedo o Fresnillo.
Falta mucho por recorrer en temas de formación y de territorio. Pero se lleva un buen paso. Aún se encuentra gente que reconoce el trabajo de los setenta y que está dispuesta a participar en esta “nueva entrega”. La autonomía también comienza a ser vivida y estas experiencias dejarán en nosotr@s una huella imborrable.
Estos dos ejemplos son una probadita de lo que nace en la Universidad. Hay muchas otras expresiones aisladas como la nuestra que pronto, y de manera “natural”, estoy seguro que estrecharán lazos.
Estos son los verdaderos cambios que se están gestando en la Universidad, y no tienen que ver con cúpulas y con decisiones caprichosas: los profesores y profesoras que generan conciencia, que son humildes porque saben, que dejan el autoritarismo a un lado y se atreven a aprender se sus alumnos y alumnas; los y las estudiantes que saben que no todo es el diez, que hay que ser críticos de lo que dicen l@s profesores y las autoridades, que hacen asambleas en las aulas, que protestan contra la injusticia dentro y fuera de ellas, que se atreven a desafiar.
Esto me da la esperanza de que esta Universidad puede ser otra. ■
*Estudiante de Derecho UAZ