■ Recibirá el músico la Medalla al Mérito Musical Candelario Huízar 2014, este viernes
“Es muy bonito no negar la cruz de tu parroquia, de dónde eres. Y llevar en tu alma y en tu corazón la música de tu estado siempre a donde vayas”. Es el mensaje que Rubén Esparza Oliva quiere dejar para sus paisanos, motivado por la distinción que este 7 de febrero recibirá a las 12 horas del día en el Teatro Hinojosa de Jerez, la Medalla al Mérito Musical Candelario Huízar 2014.
El guitarrista nacido en Tacoaleche, Guadalupe, el 23 de septiembre de 1936, ha participado en la musicalización de más de 200 películas del cine mexicano y maneja un repertorio “más o menos”, de 3 mil canciones populares del país, entre las que siempre destacan las de los compositores zacatecanos.
“Con mucha suerte”, una expresión que repite durante la entrevista, refiere como se han dado algunos pasajes de su vida que lo llevaron, tras perder la vista en una accidente a la edad de 9 años, a recibir su primera guitarra, luego a ganar concursos infantiles de interpretación locales organizados por la XELK.
Y en 1952 a buscar nuevos horizontes en la Ciudad de México, que derivaron gracias al sonido de su “guitarra lloroncita mexicana” con la que evoca la melancolía de una campiña zacatecana que lleva en la memoria, además de participar en la industria fílmica nacional, a departir en los círculos más altos del poder político y el espectáculo del país.
Era continuamente llamado por los integrantes del que denomina el Grupo de los 13, que incluía a personajes como Mario Vázquez Raña y Carlos Hank González. Fue maestro de guitarra de Miguel Alemán Velasco y de Ezequiel Padilla, ambos, hijos de quienes contendieran en 1946 por la Presidencia de la República.
Acompañante a la guitarra de Kiki Herrera Calles, nieta de Plutarco Elías Calles. Y por 15 años amenizó las comidas que todos los miércoles Irma Serrano La Tigresa, ofrecía en su casa del Pedregal para gente de la farándula y la política, y a las que asistieron varios presidentes del país.
Jacobo Zabludovsky le habría dicho hace poco, -“maestro Esparza si usted escribiera un libro y dijera todo lo que sabe, en dos días se hacía rico o en dos días lo mataban”. -“Mejor ahí la dejamos”, sentencia.
Pero con una sonrisa añade que el libro ya estaba muy aventajado pero alguien se lo robó. Esto no finaliza el proyecto, “hay que empezarlo otra vez”.
No hay lamentaciones en la vida de Rubén Esparza Oliva, su vida antes del accidente en Tacoaleche era, desde los seis años de edad, la siembra en el campo al lado de su padre, el cuidado de las vacas y las borregas acompañado de su perro El cónsul y su caballo El árabe. En el campo hay muchos problemas dice, se trabaja todo el día “de sol a sol” y se padece a veces sed y hambre.
Alguna vez le contestó en entrevista a Héctor Martínez Serrano, una de las voces emblemáticas de la XEW y amigo personal, que el cambio de la vida del campo a la que le ofreció la Ciudad de México sí fue muy grande.
“Allá cuidaba vacas y borregas. Y en México llego y al poquito tiempo puras muchachas guapas”. De una borrega a Rosa Gloria Chayogán, Lucía Méndez o Maribel Guardia, bromea, sí hay cambio.
Todas ellas dice, “empezaron conmigo tocando puertas” para iniciar sus carreras. Fueron sus alumnas de guitarra y canto.
Recuerda un equipo de futbol femenil que integraba entre otras, a Lucia Méndez y Verónica Castro a las que iba a ver jugar porque “terminando el partido seguía la chorcha”.
Cuando venían las concentraciones para los partidos le llamaban las deportistas para que introdujera en el estuche de la guitarra “dos botellas de Bacardí, coca colas y tehuacanes. Y al día siguiente perdían”, ríe tras el relato.
Esparza Oliva también fue productor de cine integrado a una empresa cooperativa que después de haber rodado 12 películas sucumbió porque “ya ve que en las cooperativas no falta quien…alguien se llevo la lana”. De esta experiencia recuerda el tema El lanchero que compuso para la cinta Muelles rojos.
Considera la rúbrica de su participación en la industria fílmica como musicalizador los temas que compuso para Cruces sobre yelmo (Alberto Mariscal, 1965), pero trabajó con prácticamente todos los productores del país.
Especialmente recuerda a quien se convirtió en el hombre que le abrió las puertas al mundo del cine, Ernesto Cortázar. Mismos que conoció porque tocando en el Bar El León, que se ubicaba en el Centro Histórico de la Ciudad de México, Antonio Matouk, representante de Pedro Infante escuchó el sonido de su guitarra y lo invitó para intervenir en dos películas que habrían de rodarse.
La época del cine en que tuvo su participación terminó por otros cambios provenientes esta vez, de las políticas que al respecto de esta industria implementó Carlos Salinas de Gortari, dice.
Rubén Esparza Oliva dice amar la música de Manuel M. Ponce e interpretar de continuo en sus presentaciones los repertorios de Tomás Méndez, de quien también fue guitarrista, o los temas de Benjamín Sánchez Mota. Las canciones de Ernesto Juárez, su amigo, también forman parte de sus interpretaciones. Y siempre la Marcha de Zacatecas.
En el año 2013 fue homenajeado en la Ciudad de México por el delegado de Tlalpan, Higinio Chávez por sus vínculos con esta demarcación en la que ha trabajado por décadas en el famoso Restaurante Arroyo, El Burladero y El Enríquez, estos dos últimos conocidos bares.
Le nombró La guitarra de México, “no porque yo sea el mejor sino porque toco toda la República Mexicana. Un día nos pusimos a contar, dos, tres, cuatro días y más o menos yo andaba tocando como 3 mil canciones”.
La charla, la termina expresando a los zacatecanos su gratitud por “oírme y apoyarme y soy su servidor. Yo recibo paisanos que van a México a buscar nuevos horizontes y trato de orientarlos porque lo que yo batallé no quiero que batallen ellos. Pero no batalle mucho, ¿Eh?”
