Llegué a tu habitación, oscura y fría,
tu vida se escapaba por segundo
a gritos en tu oído te pedía,
que a donde fueras no iríamos juntos.
Besé a tu rostro, sacudía tu cuerpo
no debías de marcharte, te pedía
no sé cuánto me aferré a tu cuerpo,
pero ya por desgracia no me oías.
Desafié a lo Divino, lo confieso
cuando nadie mi angustia comprendía
donde quedaron mis suplicas, mis rezos
cuando vi que, sin ti, me quedaría.
Y contemplé tu rostro tan querido
fugándome en recuerdos del pasado
y resistía a creer que te habías ido
y que ya no estarías más a mi lado.
Asida de tu mano yerta y fría
cumplí del matrimonio el juramento
que sólo la muerte nos separaría
y con cuánto dolor llegó el momento.
Me resisto a creer que te hayas ido
te espero cada día y a todas horas
resignarme a no verte no he podido
en esta soledad que me devora.
Y en el viaje que hiciste sin regreso
descansa en un lugar, y allí me esperas
que muy pronto seguiré tus pasos
a donde nadie separarnos pueda.
REFLEXIÓN:
Hoy comprendo que nunca me quisiste
al emprender sin retornar el viaje
dejando soledad cuando te fuiste
poniendo lo que soy en tu equipaje.
Autora: Ma. Belem Rodarte Guardado