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martes, 22 abril, 2025
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Muerte caracol

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Por: ÓSCAR GARDUÑO NÁJERA •

Lees una historia, pero lees a un hombre que a su vez lee otra historia, y te ves a ti leyendo la novela que a su vez ha escrito Ivonne Reyes Chiquete. Y ese hombre, a su vez, se inventa, o al menos lo intenta, lo piensa, lo deja ver, otra vida durante esa vida que lee dentro de la historia policiaca que tiene entre sus manos. Y como nos lo hace saber nos convierte en sus cómplices: nosotros también leemos lo que él piensa y seguimos sus pasos porque a partir de este momento somos unos detectives que dejarán de serlo en cuanto finalice la novela. Todo lo anterior parece una locura. Y lo es. Pero es una locura que se deja leer, que tiene forma, que se presenta de una acertada forma narrativa en “Muerte caracol” (Universidad Autónoma de Nuevo León, Círculo Editorial Azteca, 2023), la novela de Ivonne Reyes Chiquete. 

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Hay novelas que parten de una propuesta estructural (recordando a la vieja escuela checoslovaca) y esta sin duda lo es: vamos, no es nada nuevo lo que hace Ivonne con su escritura, y ahora mismo se me vienen a la mente trabajos de Vargas Llosa o de Cortázar, por mencionar el lado latinoamericano, quienes a su vez ya lo habían leído de autores europeos, franceses sobre todo, a mediados de la década de los ochenta, eso de trabajar con la estructura de la novela y a partir de ahí ofrecer una propuesta que en esos momentos sí era novedosa, sin embargo, Ivonne Reyes se atreve (en literatura este verbo cuenta mucho) y no lo hace tan mal, le sale porque su novela es breve y mide bien el peso de las dos historias que mezcla. 

Yo la leí en blanco y negro porque para mí hay novelas que cuando las empiezo a leer me imponen una tonalidad, y “Muerte caracol” se me impuso como una película del cine de oro mexicano donde un Ernesto Alonso hace de Carlos Sobera, y esto, lo confieso, son meras cuestiones personales de un procedimiento de lectura que nada tiene que ver con la apreciación objetiva de la novela, sin embargo, quizás a ustedes les ocurra lo mismo cuando empiecen a leer “Muerte caracol” y las tonalidades sepias se les impongan para las dos historias que Ivonne hábilmente nos narra, entreteje, veamos: por un lado tenemos la historia principal de Carlos Sobera, un hombre que de tan común y corriente asistimos al descubrimiento de lo que todos tenemos: su lado más oscuro, ese que se construye una vez que te fastidias de la cotidianidad de la vida y de lo vulgar del mundo que te rodea, Carlos Sobera parece, a simple vista, una persona de esas que se le llaman comunes y corrientes, no obstante, algo esconde, y ese “algo” es lo que se va descubriendo, iluminando, conforme avanzamos en “Muerte caracol”. 

En ese “algo”, Carlos Sobera realmente se da el privilegio de ser quien quiere ser y es entonces cuando, a través de sus pensamientos (un recurso muy valioso que nos da la narrativa), nos enteramos de lo buen narrador que él mismo es, se fija en los detalles, en las personas, es obsesivo, cuando cierra la novela que carga consigo y donde se desarrolla la segunda historia, la de un macabro feminicida que comete un feroz y sanguinario crimen recién comenzada la novela. 

Vamos a otro punto que es efectivo en “Muerte caracol” y que, sin temor a equivocarme, puedo asegurar se lo debemos, al menos en Hispanoamérica, a Miguel de Cervantes y su enorme Quijote: el perspectivismo literario, ese admirar un mismo punto a través de distintos personajes para que cada uno de ellos pueda proporcionar su muy variado punto de vista y así proporcionar al lector una distorsión subjetiva de la ficción sin que realmente se sepa lo que ocurre. Miguel de Cervantes lo emplea en muchos pasajes del Quijote e ignoro si Verónica lo sabe, pero ella lo aplica empleando distintas voces narrativas que proporcionan al lector un muy buen juego de perspectivas alrededor de un mismo hecho, eso le da, a la vez, una agilidad a tu narración y la vuelve mucho más emocionante, pues no es lo mismo que sea un solo narrador el que cuente la historia a que sean dos o tres y desde distintas perspectivas, es un muy buen punto de Verónica en “Muerte caracol” y debido a eso nos podemos enterar de lo que piensa Carlos Sobera, pero también de lo que piensa el feminicida o la amiga de la víctima justo minutos antes de dar con el cuerpo. 

Tengo un problema con algunos de los diálogos que Ivonne presenta en “Muerte caracol” y me parece que es un punto que debería tallerear, tanto los que se dan de personaje a personaje, como los que el personaje piensa en una supuesta “voz alta”, no digo que todos, pero algunos de ellos me parecen acartonados, faltos de tonalidad, si tuviese a la autora de frente le recomendaría leer y estudiar los diálogos y el oído de Ricardo Garibay, de Jorge Ibargüengoitia y, por supuesto, de Josefina Vicens y de Rosario Castellanos, porque para construir diálogos se necesita tener mucho oído, y no digo que Ivonne no lo tenga, pero me parece que lo puede perfeccionar, que puede despojar de lo acartonado muchos de sus diálogos, aunque, por otra parte, ignoro si esa es la intención, que suenen así. 

“Muerte caracol” es una novela donde se juega con las emociones y con la parte oscura que todos llevamos dentro, tiene una musicalidad oscura y coloca al lector en planteamientos morales que tienen que ver con los feminicidios, por supuesto, pero también con el odio que todos guardamos dentro hacia una sociedad que también está enferma, que parece devorarnos al mismo tiempo que nosotros nos devoramos o devoramos a nuestro vecino de enfrente (sí, si me lo dicen, muy a lo Dostoievski), Ivonne navega en las zonas turbias de la condición humana y nos deja al filo del abismo de lo que realmente somos, porque eso que se descubre al final no es sino una parte de nosotros mismos, ¿será el caso?, averígüenlo, consigan la novela, entren a la página: editorialuniversitaria.uanl.mx, pídanla, léanla y me comentan si sí es parte de nosotros mismos o no…         

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