De un cúmulo de señalamientos algo más que plausibles ha sido receptor el licenciado Peña Nieto desde sus tiempos felices de gober precioso; entre otros autoritario, ignorante, represor, corrupto, corruptor, prohijador de monopolios y otras lindezas; empero habrá que decirlo, difícilmente podrá calificársele de hipócrita, a partir sobre todo de su alocución de la semana pasada al inaugurar la XIX Asamblea General de la Federación Iberoamericana del Ombudsman, en la que a propósito del asesinato en el Estado de México de 21 civiles, desarmados y sometidos, a manos de efectivos del ejército, tras afirmar que “la Secretaría de Defensa Nacional ha prestado colaboración irrestricta para que la autoridad competente determine la verdad jurídica del caso e inició una propia investigación con el objeto de garantizar la eficacia plena de los derechos humanos”, con lo que confirmó la estimulante vigencia de esa aportación mexicana al acerbo jurídico universal que a la letra dice: “primero ajusílenlos y después viriguan”, dijo: “ el Ejército mexicano ha refrendado su compromiso con el Estado de derecho y la justicia”; lo que si bien se mira es una verdad ya no digamos como un templo, sino la Basílica de San Pedro.
Y a propósito del Ombudsman se contradice don Luis de la Barreda, ex-titular de esa institución en el Distrito Federal, quien afirma no es aquel enemigo del poder sino de los abusos del poder; términos que como nuestra cotidiana experiencia invariablemente dicta no pueden ser sino sinónimos.
En lo que va del año ha ejercido el Instituto Nacional del Empleo cerca de dos millones de pesos, informa la prensa local, lo que no puede resultar sino estimulante y alentador; ya que haciendo cuentas cada colocación conseguida por la prócer institución cuesta a los contribuyentes menos de cien mil pesos, cantidad que los agraciados tardan menos de diez años en ganar.
A los puritanos que se rasgan las vestiduras por la propensión del titular del ejecutivo estatal por la coronación cotidiana de todo tipo de reinas, y las juergas subsiguientes, resultaría sumamente útil apreciar las imágenes difundidas por un medio local, de una báquica y multitudinaria reunión, en que algo desfajado y luciendo un vientre en consonancia con la imagen del charro mexicano actual, con el que intenta exitosamente identificarse, a invitación de una animadora entrada en carnes acepta un entusiasta gobernador se vuelque sobre su cabeza una cubeta de agua helada, si bien algo menor por tratarse de un recipiente para enfriar bebidas espirituosas, lo que forma parte de una campaña de combate a una terrible enfermedad, con lo que se patentizó habiendo vocación hasta en el curso de las farras más infames se puede servir a la humanidad.