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sábado, 10 mayo, 2025
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Por: JORGE A. VÁZQUEZ VALDEZ •

Peña Nieto en la ONU, el llamado a la servidumbre diplomática

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La participación de Enrique Peña Nieto en el segmento de alto nivel del debate de la Asamblea General de la ONU, en Nueva York, donde anunció la incorporación de México a misiones de paz, asistencia humanitaria y de seguridad, contrasta con la presente situación del país, en la que la descomposición social alcanza amplios segmentos sociales y está vertebrada por la inseguridad pública, alimentaria, educativa y laboral.

El hecho podría reducirse al viejo refrán de ser “candil de la calle y oscuridad de su casa”, pero al analizar los entretelones es evidente que la medida en realidad se corresponde con el proyecto intervencionista que Estados Unidos ha desplegado durante décadas en diversas regiones del planeta, ya sea pasando por encima del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, o valiéndose del mismo para dar cauce a su retórica de libertad y democracia. Estados Unidos ha influido en términos diplomáticos lo mismo que ha propiciado guerras “legítimas” o guerras irregulares para desestabilizar gobiernos, particularmente los que se han resistido a ser parte del proyecto neoliberal, respaldar los intereses y proyectos de los grandes corporativos internacionales, o alinearse al esquema que permite la sobreexplotación de recursos naturales y humanos en beneficio del hegemón estadounidense y países aliados.

En este sentido nuestro vecino del norte cuenta con un negro historial, el cual ha crecido gracias a la complicidad de actores de las naciones ocupadas, tales como el ejército, partidos de derecha o el clero. Botones de muestra al respecto son el golpe de Estado en Chile (uno de los más emblemáticos por lo que representa); la intervención en Irán en 1953 para derrocar a Mossadegh y reemplazarlo con el Sha; el golpe de Estado en Guatemala de 1954, que tuvo como motivo las demandas de la United Fruit Company para actuar contra el gobierno de Jacobo Arbenz debido a su intención de expropiarle tierras; su intrusión en Brasil en 1964, donde el gobierno militar recortó los programas destinados a favorecer a la población vulnerable y abrió sus puertas a la inversión extranjera, al tiempo que ejerció una extensa brutalidad que incluyó las desapariciones forzadas y los asesinatos, todo con la intención de actuar bajo los preceptos de libre mercado que Milton Friedman diseminaba desde Estados Unidos.

De igual forma propició el golpe de Estado de 1965 contra Sukarno, quien al frente de Indonesia prácticamente echó del país al Fondo Monetario Internacional y al Banco Mundial, y tras la imposibilidad de que la CIA lo eliminara fue sustituido por Suharto, y destacan las listas de ejecuciones que entre la CIA y Suharto generaron para cazar y asesinar a miles de izquierdistas afines a Sukarno; el golpe militar de Uruguay en 1973, donde a su notable avance en materia económica y educativa le siguió la aplicación de los dictados de la Escuela de Chicago comandada por Friedman, y por tanto la caída de los salarios y la aparición de cientos de mendigos por las calles de Montevideo. Son más conocidos los casos recientes de Afganistán, Siria o Irak, pero el común denominador sigue siendo el intervencionismo estadounidense.

Sin medir consecuencias sobre lo anterior hoy México da su respaldo a Estados Unidos (vía los cascos azules) no por la calidad de sus efectivos militares o la ayuda que le pueda proporcionar a éste en materia de seguridad, pues su subordinación a EU en este tema es clara con la Iniciativa Mérida (IN) y la Alianza para la Seguridad para América del Norte (Aspan), así como por las onerosas asesorías que debemos pagar a E.U. por adiestramientos como el de contrainsurgencia que imparte el Comando Norte en Florida a elementos del Ejército Mexicano. Lo que en realidad está haciendo Peña Nieto es dar un respaldo político implícito al gobierno de Barack Obama para las nuevas maniobras que realiza en Medio Oriente, y la irresponsabilidad de ello supera incluso a ex presidentes como Vicente Fox, que al menos forcejeó un poco antes de ceder a la presión internacional para no protestar por la invasión y posterior desmantelamiento de Irak.

El alcance de lo que en estos momentos atestiguamos tendrá que ser dimensionado y valorado  por la historia, pero hoy es posible afirmar que la decisión peñanietista se suma a un proceso de vulneración de la soberanía nacional que tiene como antecedentes el modelo neoliberal adoptado por México a principios de la década de los ochentas; acuerdos internacionales como el Tratado de Libre Comercio (TLC), que en los hechos ha resultado una auténtica camisa de fuerza para el desarrollo nacional; las reformas estructurales que ya comienzan a corroer al país mediante la pobreza y el despojo, y el esquema de seguridad que México adoptó en el marco de la Guerra contra el narco, el cual está alineado de facto a los preceptos de seguridad nacional de Estados Unidos.

Estas decisiones y convenios representan puntos de inflexión de los que México difícilmente se liberará, y por si fuera poco, el desprecio que millones de mexicanos sienten por Enrique Peña Nieto ahora amenaza con generarse más allá de las fronteras, pues el “servicio diplomático” que éste acaba de hacer a Obama contribuye a legitimar la vocación expansionista estadounidense, la cual es una amenaza para diversos países.

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