El crecimiento económico por sectores de la economía mexicana en el sexenio de López Obrador muestra los problemas de heterogeneidad estructural. Lo observado en el panorama es que durante el sexenio el sector con el mejor dinamismo (aunque en sí mismo raquítico) es el sector primario (actividades agrícolas y ganaderas), el cual tiene una tasa de crecimiento promedio anual de alrededor de 1.5%. En cambio, la tasa promedio anual del sector servicios fue de apenas el 0.5% anual y el sector secundario de 0.7% anual. Lo anterior contribuye a la explicación de por qué el crecimiento económico durante el actual sexenio fue tan bajo.
El sector terciario representa tres quintas partes del total de la actividad económica del país. Por lo tanto, el desenvolvimiento de este sector determina de manera primordial el ritmo de crecimiento de la economía en su conjunto. A su vez, y para el caso de una economía de desarrollo trunco como la mexicana, el sector secundario es el que puede impulsar de manera más eficiente la productividad y el desarrollo. Lo primero puesto que, por las características de su actividad productiva concreta, es el que de manera más fácil se liga con el empleo formal. El cual en mejor medida se enlaza a altos niveles de preparación técnica, especialización e incremento de la productividad. Lo segundo puesto que expande y diversifica la matriz productiva local, la cual, en un primer momento, atiende las necesidades básicas de la población, con lo cual se limita la dependencia externa de la economía nacional.
Al ser tan magro el crecimiento económico del sector secundario y terciario el crecimiento global de la economía fue más bajo que la tasa histórica del capitalismo mexicano neoliberal (2%). Lo anterior no abona a la creación de empleo y a la generación de fuentes estructurales para sacar a población de la condición de pobreza. Si bien los programas sociales ayudan en este objetivo, el método asistencialista para atenuar las condiciones de pobreza es perecedero. Por lo que sólo la creación de empleo puede generar la palanca sostenible para la erradicación, o atenuación significativa, de la pobreza. Y para la generación de empleos es necesario un alto ritmo de crecimiento económico, lo cual no sucedió durante la actual administración.
Algo peculiar ocurrido en este sexenio fue la contratendencia al derrotero secular de la actividad económica de largo plazo. Puesto que la tendencia en las sociedades capitalistas es hacia la concentración de la producción de riqueza en el sector terciario. Lo anterior debido al incremento de la productividad y la reestructuración de las necesidades sociales. No obstante, lo ocurrido en este sexenio fue el incremento de la participación, tanto del sector primario como el secundario, dentro del PIB nacional. La participación del sector primario pasó de representar 3.29% en 2018 a 3.42% en 2023, mientras que la participación del sector secundario pasó de 32.05% a 32.20%. El incremento de la participación del sector primario es entendible por el incremento de la productividad del sector, el cual, a su vez, está ligado al propio rezago histórico del sector en relación a los otros dos. Sin embargo, en el caso del sector secundario, éste incrementó su participación a pesar de que la productividad del sector se redujo en este sexenio respecto al anterior.
Si tanto el sector primario (en el que aumentó la productividad), como el sector secundario (en el que disminuyó la productividad), aumentaron su participación en el PIB, esto fue posible por la acentuada caída de la productividad en el sector terciario. Lo anterior arroja luz sobre el carácter específico del proceso de terciarización de la actividad productiva en el país, el cual no se debe a un aumento generalizado de la productividad sino a una desindustrialización prematura. La política pública del nuevo gobierno se tendría que orientar hacia la expansión y diversificación de la matriz productiva nacional, a la convergencia técnica de los diferentes ramos productivos y, para lo anterior, el incremento sostenido de la inversión. En donde, para que lo último sea conducido hacia el sendero del desarrollo económico, es necesario el aumento sostenido y progresivo de la inversión pública respecto al PIB.