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martes, 13 mayo, 2025
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La FIL: El ejercicio de la egolatría

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Por: CITLALY AGUILAR SÁNCHEZ •

  • Inercia

Diciembre inicia cada año con las festividades de lectura en la Feria Internacional del Libro en Guadalajara, lugar donde se dan cita escritores de todas las latitudes, en teoría, a exponer sus obras y proponer lecturas. En la práctica es un evento en el que quedan manifiestos los egos de aquellos que, en el mundo de las letras, han logrado consolidarse como buenos vendedores.

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Parece que el arte literario no puede ser reconocido si su producción no es una inversión para las editoriales; en ese sentido, la literatura cobra un sentido que va más allá de la expresión metafísica del escritor, sino en una astucia para lograr colocarse en el stand de una librería de prestigio y a su vez en un objeto cuantificable para el lector.

Entra aquí la duda de, si entonces, en un país donde la pobreza es un factor que nos priva de adquirir productos de la canasta básica para subsistir el día a día, el ejercicio literario es una actividad elitista, exclusiva sólo de aquellos que tienen el suficiente dinero para darse tales lujos. La FIL es, para muchos, un lujo que sólo algunos se pueden dar y en ese tenor se convierte en un factor de división de estratos sociales.

 

Tres puntos… suspensivos

En primer lugar, la FIL se realiza en una ciudad, que si bien ofrece diversas opciones al turismo, también implica inversión, pues el traslado a ella, desde cualquier rincón del país, involucra un esfuerzo monetario. Quienes tienen la oportunidad de asistir suelen ahorrar desde meses antes, vislumbrando no sólo el transporte sino hospedaje y alimentación; en promedio, quien quiera asistir a esta Feria contempla un aproximado de 2 mil pesos por persona, los cuales no incluyen los gastos que se lleven en la adquisición de libros.

En segundo lugar, claro está, es lo que se puede comprar en este recinto. Desde luego que hay ejemplares de todos los precios; sin embargo, entre mayor capital cultural hay en el lector, mayor es la exigencia editorial. Un lector avezado en la literatura exige ediciones de archivo, facsimilares o comentadas; éstas no suelen tener un costo excesivo, pues generalmente son ofrecidas por universidades.

No obstante, hay un tipo de lector peculiar, muy experto en el arte de la presunción, que busca mayormente textos “bonitos” para colocarlos en su librero, como un adorno más de su imaginario intelectual. Estos lectores consiguen, principalmente, ediciones carísimas, como las de Anagrama o Alfaguara; pues para ellos, los libros no sólo tienen un objetivo intelectual sino también una distinción social, es decir, una separación invisible respecto a aquellos que no pueden acceder a tales materiales.

En tercer lugar y también muy importante es el elemento de la valoración de las actividades que se realizan. Cierto es que, se puede tener un acercamiento interesante con los escritores presentes, pero ¿En qué forma nos acercamos a ellos? ¿Como súbditos culturales, con un sumiso sentimiento de inferioridad? ¿Como curiosos extraterrestres que rinden reverencia a un ser “nunca antes visto”?

Esta Feria es entonces, un lugar en el que quedan manifiestas las diferencias culturales que nos caracterizan, mismas que nos unen y separan, mismas que prevalecen de manera profunda en la idiosincrasia mexicana.

 

¿Dónde están los zacatecanos?

Es interesante observar que, en estas fechas y en nuestro estado, también hay una feria de libros; está ahí, ubicada en la Avenida Hidalgo, justo en el Portal de Rosales. Libreros de la ciudad están ahí tendidos con sus múltiples títulos ofertando literatura y otros temas igual de interesantes. Y por infortunio, la participación de la ciudadanía no es tan evidente… Faltan los reflectores de las cámaras de televisión y de todos los medios impresos, falta la presencia de los autores que como flechas signan sus nombres en las primeras hojas del libro…

Y es entonces cuando hay que preguntarse ¿Dónde están los autores zacatecanos? ¿Quiénes los leen? Y también es momento de responder que éstos, por lo general, se encuentran radicando en nuestra ciudad pero pocos se dan el tiempo de leerlos. Esto se debe no sólo a la ineludible necesidad de comparar nuestra feria con la de Guadalajara, sino también a los autores de origen local con los internacionales… Comparación innecesaria desde el punto de vista literario, pues la literatura no tiene fronteras; tiene lenguajes, pero el mensaje prevalece aún en las traducciones.

Por infortunio hay un mayor interés en demostrar ante los otros que somos personas cultas y leídas, que podemos ir y venir a otra ciudad sin problema, que conocemos escritores de todo el mundo; queremos la foto con el autor de moda, queremos su ardiente autógrafo quemando nuestras hojas, queremos ser partícipes de la elite letrada…

Y todo eso está bien; lo que realmente resulta preocupante es que sigamos fomentando la idea de que hay “buena” y “mala” literatura; que hagamos distinciones de tipo económico entre los cultos y los incultos; que nos sintamos superiores sobre los que no pueden presenciar la FIL y que veamos en la FIL y los libros sólo otro pretexto para sacar nuestro egocentrismo y con ello evidenciar nuestra verdadera ignorancia. ■

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