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martes, 21 mayo, 2024
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El PRI en la agonía

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Por: LUCÍA MEDINA SUÁREZ DEL REAL •

El repertorio es amplio. Serán muchas las imágenes y videos con las que buscará definirse a Xóchitl Gálvez en los próximos meses por ser la candidata presidencial del Frente amplio Por México.

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Estará su imagen en el Senado, disfrazada de botarga en uno de sus histriónicas participaciones o encadenada a un escaño en un pleno solitario.  Pero este momento se entiende mejor con la imagen de Xóchitl eufórica dando de palazos a una piñata representativa del PRI.

Y no es que ella haya vencido al tricolor, por el contrario, en la metáfora sería ella el palo que concretó la auto humillación a la que se expuso ese partido poniéndose a sí mismo como una piñata que amenizaría (legitimaría) la fiesta (“democrática”) a costa de hacerse trizas. 

En ello poco importó sacrificar la dignidad y trayectoria de una de sus expresidentas y figuras más relevantes, ni dejar “colgados de la brocha” a quienes participarían en la consulta que simulaba un proceso democrático de supuesta competencia fraterna.

Pero no sólo se trata del “cómo”, sino también es digno de análisis el “qué”, a pesar de que el resultado estaba “cantado” hace dos meses. 

No es menor que el PRI, otrora dominante, no presente candidato presidencial propio por primera vez en su historia, pero es comprensible si no hay necesidad de tener una candidatura propia que defienda un proyecto y unas ideas propias también. 

Hace ya más de 30 años que el PRI sucumbió cultural e ideológicamente ante el PAN; poco queda de sus principios fundamentales y de los anhelos que le dieron origen. Se diluyeron en los años ochenta, primero ante el neoliberalismo más afín a su entonces adversario, y luego de ahí, poco a poco se construyó el amasiato que después de tanto negarlo salió del closet hace apenas unos años y que hoy parece que terminará en fusión, o en la renuncia del PRI a ser un político de peso propio, para convertirse en un satélite que en su propia pequeñez encuentra su mejor oportunidad de ser negocio. 

Lejos de ser el partido que todavía hace 10 años había renacido de entre las cenizas y vuelto a la presidencia de la República, hoy el PRI llega sin candidato presidencial, y con dominio (compartido) en apenas dos entidades que significan el 4% de la población nacional. Es decir gobiernan un tercio de lo que gobierna Movimiento Ciudadano, y apenas la mitad de lo que gobierna su socio Acción Nacional. 

Es comprensible ¿Por qué habría de elegirlo el electorado? Ese ya no es el partido de las reivindicaciones nacionalistas ni de la tradición heredera de la Revolución Mexicana. Tampoco es el partido de los sectores populares, de los campesinos y los obreros que lo constituían como partido de masas porque éstas han migrado ya a otras opciones del espectro.

Ni siquiera convence del todo a quien cree en los postulados neoliberales o en los méritos y habilidades de los tecnócratas porque para ellos también hay opciones en la boleta a las que aún no pega lo suficiente el desprestigio y desgaste de gobernar, a pesar de los yerros de sus figuras prominentes como Vicente Fox o Felipe Calderón. 

A corto plazo, más allá de los jaloneos por quedarse con un pedazo de pastel cada vez más pequeño, los priistas no pierden mucho. Al final de cuentas la panista que los representará impulsará un proyecto diseñado por José Ángel Gurría, el ángel de la dependencia y más elocuente ejemplo de la relación entre el PRIAN. 

Pero a mediano y largo plazo la cosa es distinta. Con sus acciones del presente, el PRI deja de esperar el apoyo de los sectores centristas y de izquierda, mientras el PAN abandona a la derecha que antes lo arropaba. 

Su decisión significa una oportunidad para Movimiento Ciudadano que intenta construirse como una opción fuera de lo ya probado, y, ojalá que no, pero también da margen de acción al nacimiento de una derecha más radical que antes hubiéramos imaginado sólo posible en el medievo. 

De un partido tan grande se hubiera pensado una muerte de igual tamaño. Pero ni siquiera eso concede la dirigencia a sus militantes, sino la dilución lenta y silenciosa con saber a mediocre agonía. 

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