De nueva cuenta reiteramos que la humanidad tiene derecho a ser feliz.
Nos hemos acostumbrado al dolor, a la desigualdad social, al caos económico, a la violencia.
Difícil que la misma humanidad supere los horrores de la Segunda guerra mundial. Nunca como ese episodio hizo trabajar tanto a los ángeles que desconcertados bajaban en masa ayudar a guiar a los casi 70 millones de fallecidos en tan horroroso episodio.
Hoy lo que los pueblos anhelan es la paz, el baile, la poesía, la música en las calles.
Año con año en Zacatecas numerosas delegaciones del mundo acuden a sus singulares calles y plazas a darle rienda suelta a uno de los elementos mas naturales de la vida en comuna: bailar como sinónimo de equilibrio, de astucia dinámica, de salud y de concordia.
Mientras tanto, el escritor nacional Ignacio Betancourt Robles, hospitalizado en la beneficencia española, puso el grito en el cielo por su condición de evitar la deserción de sus células y ante los llamados de alerta de su hijo Issac y su eterna compañera Nora Valladares de que urgían esos glóbulos rojos, numerosos escritores y artistas de toda índole se aprestaron para donar lo que fuere para que don Nacho se incorporase de nuevo.
Lo hizo.
De ellos hace apenas unos 10 días.
Poco antes de ir a Centroamérica en 2023 me lo encontré y le avisé que iba a buscar en las selvas colombianas a su antiguo compañero de juergas Juan Pérez Herrera y quien junto a su esposa la etno bióloga colombiana Costanza Larrota Cuellar, dirigen una revista LA VOZ DE LA QUEBRADA donde el senior Betancourt y quien esto escribe, somos corresponsales. Nacho volteó a verme y le vi el rostro con moretones, era evidente se había caído y golpeado. Con mucha alegría me dijo salúdamelo y así lo hice, después de recorrer toda Centroamérica y con casi 44 grados de temperatura, en un vuelo de avión entre panamá y Bogotá de escasos 45 minutos, ya estábamos a 8 grados de temperatura.
Peor aún, en las selvas húmedas colombianas de Boyacá, en donde me interné a las pocas horas, el cambio climático me hizo tambalear, pero resistí porque Juan nos esperaba desde hacia 30 años. Le hice muchas entrevistas, me traje documentos increíbles, libros, revistas, instrumentos musicales, piedras milenarias, relatos de brujas, pueblos viviendo bajo la tierra, árboles parlantes y ríos encantados, muchas advertencias. Demasiado conocimiento acumulado.
Tiempo después a mi regreso vi de nuevo casualmente a mi querido maestro y guía mayor Don Ignacio José Betancourt y Robles, en extremo delgado le informé del triunfo de mi búsqueda incansable por encontrar a Juan y Costanza, de inmediato advertí una gran desnutrición, intuí algo parecido al autismo senil, le pregunté qué edad tenía: 70 me dijo, le corregí, tienes 75 Ignacio y le recordé que su señor padre del mismo nombre a los 86, andaba como si nada.
Mas adelante le hablé a su hermano Fernando denunciando de lo urgente que era atender a Ignacio por lo descuidado de su nutrición y dijo de mala gana que sus hermanas pita y la gemela de nacho se encargaban de eso, que si nacho no me había mandado a la fregada, pues con casi nadie quiere platicar, le dije no, me trató bien, mas tratándose de noticias de Juan y sus aventuras, pero que había sentido una mucha prisa por irse caminando rumbo a su casa.
Juan Villoro, su amigo profundo de inmediato se preocupó y acude seguido a visitarlo, la primera vez que los vi juntos fue cuando Ignacio lo entrevistaba para la televisión universitaria sinaloense hacia los años de 1980 u 81. Han cultivado una gran amistad, lo mismo cada que veo a Pedro Valtierra, el fotógrafo mas deslumbrante, envía saludos a los hermanos Betancourt como lo que son: próceres de la cultura de izquierda, talentosos, sobrados de si mismo, honrados en cada una de sus acciones y reacciones.
Yo los saludo con respeto. Pues fueron mis maestros más encarados, exigentes, amigables, pacientes, únicos.
Y recuerdo los bailables de Zacatecas y de cualquier parte de nuestro loco templado.
Nota importante: siempre he considerado que los pueblos mas brujos del continente son México, Haití, Brasil y Argentina, pero Colombia se los lleva de raíz. Supera toda expectativa.