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jueves, 15 mayo, 2025
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Entre la Guerra y la Nada

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Por: Jorge Humberto De Haro Duarte • admin-zenda • Admin •

Cuando las circunstancias beligerantes que hoy han atrapado al mundo nos encierran en muy reducidos círculos de manifestación de las ideas, pareciera que se ha puesto una gran trampa en la que muchos habrán de caer como moscas en la miel. Los abuelos contaban la historia de un chinito que en tiempos de la Revolución Mexicana no distinguía entre villistas, carrancistas, obregonistas y demás fauna guerrera y al cuestionársele su ideología revolucionaria por regla general nunca acertaba, haciéndose merecedor a consecuencias desagradables de parte de la tropa en cuestión o sus simpatizantes, por lo que después de varios episodios de este tipo siempre respondía a las ideológicas preguntas con una respuesta que se acuñó con el tiempo: “Di tu plimelo paisano, di tu plimelo”.

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En estos momentos la circunstancia se repite y a los mexicanos nos cuesta trabajo entender lo absurdo de una guerra mundial no tan fría que aunque aparenta ser ideológica, tiene todo un trasfondo económico que apesta y asusta (aunque aquí tenemos nuestros propios Infiernos). A fin de cuentas a lo que un tiempo dio por llamarse la justicia o justificación infinita, parece ser que tiene el leve aunque desvergonzado interés de autoagenciarse  la estratégica zona en que esta centroasiática región de miserables está enclavada y atrapada por los aparentemente cerradísimos tentáculos de una religión que nuestra cultura no entiende (obviamente, el que escribe tampoco). Quizás si se hablara un idioma universal plagado de palabras que antepusieran ideas tales como sabiduría, empatía, honestidad, entendimiento, convivencia, tolerancia, supervivencia armónica, desarrollo sustentable, felicidad, etc.; en lugar de las hoy día tan en boga como el odio en carne viva, libre comercio, carrera armamentista, inteligencia (sic) militar, globalización (de la miseria y la ignorancia, que conllevan a la estupidez globalizada en todos los sentidos), genocidio, desplazamientos, terrorismo y otras aberraciones propias de un reducido momento histórico en el desarrollo de la humanidad y nada ante la historia de nuestro planeta y el universo; otras serían las circunstancias que nos permitieran acceder a desenlaces más agradables que a los que seguramente nos espera con la hegemonía que sobre el destino de la humanidad ejercen los descendientes de la escoria del mundo y que cínicamente hoy pelan los dientes como (perdón, macacos) macacos para ocultar su falta de pedigrí, escudados por barreras de millones de toneladas de armamento superdestructivo y absolutamente antiético, ante lo que las supuestas amenazas de supuestos terroristas son balbuceos y juegos de bebés recién nacidos.

¿Sería posible sugerir un regreso a las guerras caballerescas o mejor aún a torneos mundiales de ciencias y artes estratégicas mientras quienes estén capacitados, diseñen algunas posibilidades para enfrentar positivamente al futuro en lugar de seguir las tendencias devastadoras de la humanidad? Al menos sería más divertido y se sustituiría a una especie humana patológica y permanentemente inhibida bajo los efectos del terror, la miseria, la estupidez y la ignorancia por otra que se apegue a principios más edificantes y con más perspectivas positivas y gratas. Porque definitivamente es más cómodo y de largo alcance, diseñar formas no sólo de desarrollo sino de supervivencia trascendente a muy largo plazo; porque, como están las cosas, parece que la apuesta por el belicismo es un salto muy largo y profundo hacia la nada. Sinceramente, no parece que la historia tenga alguien que la escriba en un máximo de medio siglo, si se continúa con esta tendencia. Y el cálculo parece ser muy optimista.

Ante los retratos de desolación y abatimiento del mundo que cada día destrozan subliminalmente cualquier esperanza de vida seria, hay que mantener encendido el fuego que ilumine el camino de la sabiduría. Quizás si se recuperara el amor perdido que todavía hace muy poco se tenía por la Madre Tierra y el mensaje de los dioses que se dejaba sentir a través de la manifestación de la vida y el movimiento y la armónica reproducción de todas las especies, otro gallo nos cantara.

Aún hay formas de rescatar este sufrido planeta del infierno al que ha caído. Las visiones de El Bosco, Goitia y de Brueghel, entre otros, se han quedado cortas. No necesitamos interpretar a Nostradamus y otros agoreros (espero no parecer otro más) que pintaban catástrofes y holocaustos inenarrables. Se pueden revertir las tendencias auto destructivas de la especie humana si recurrimos a lo que supuestamente nos hace diferentes a las demás formas de vida: la inteligencia manifestada en la capacidad para aprender cosas que abonen a la recuperación del planeta y todos sus moradores. Se tiene el compromiso histórico de remediar lo que consciente o inconscientemente se ha dañado en todos los ámbitos del mundo. Es momento de volver los ojos hacia objetivos que conduzcan a la adquisición de conocimientos constructivos y sus diferentes manifestaciones que  guíen hacia formas de sabiduría que aporten la delicia del máximo placer de esta aventura que significa estar vivo: el saber disfrutar la gloria de estar aquí y ahora, viviendo lo mejor con muy poco.

Hoy me manifiesto en mi juicio por la PAZ. Mañana me embriagaré leyendo a Rimbaud. ■

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